Quisiera ser aquella cálida brisa primaveral que descongele la nieve del frío invierno.
Un par de mejores amigos de la infancia que sin importar cuántas veces se separaban el destino los unía. Miyazono Yuko, una chica amable que siempre ve por el bi...
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Ishida Yuko era la tranquilidad encarnada, podía llegar a ser hiperactiva pero su actitud más común era la de un río en calma. En cambio su esposo era una persona bastante seria, siempre trataba de tomarse todo con seriedad, por lo cual ver ese lado hiperactivo no era muy común.
Aunque claro, para los infantes de diez meses aquello era una historia diferente. Con pieles sin cicatrices, cabello tan suave como algodón, sonrisas sin dientes, boquitas babeadas, cero responsabilidades más que la de ser los consentidos de sus abuelos y tios. ¡Era difícil negarles aquella quietud!
Al principio fue adorable, después fue preocupante. Totalmente preocupante. Los demás niños de su generación balbuceaban por comida o clamaban por sus padres en torpes "mamás" o "papás" pero ellos no.
Con doce meses cumplidos, Haruki y Sakura Ishida habían demostrado que preferían ingeniárselas haciendo cómplices al otro que soltar algún sonido para hacer la petición.
¡A los diez meses era normal pero con su primer año cumplido había dejado de serlo!
Yuko bromeó un poco con eso, diciendo que estaban demostrando la sangre de ambos que corría por sus venas aunque su esposo estaba al tanto de que sólo lo hacía para apaciguar su propia preocupación.
—Mamá... Ma-má.— Ishida Yamato escuchó como su esposa hablaba entonando distintas voces frente a sus hijos. Una cucharada de papilla subía, bajaba, volvía a subir a medida que ella hacía más énfasis en sus ademanes.
Haruki la observaba con aquellos ojos brillantes mientras Sakura seguía atenta los movimientos de la cuchara.
Una risa suave surgió de la garganta del patriarca haciendo que su esposa volteara a verlo con ambas cejas alzadas denotando diversión también.
—¿Qué sucede jirafa? Joe dijo que ellos estaban perfectos de salud así que, o son demasiado flojos o son demasiado tranquilos.— Porque sí, ellos habían llevado a los niños a una revisión médica pues como padres primerizos habían caído en la desesperación de una posible condición que les evitara hablar.
—tranquilos.—
—Me lo heredaron.— ella rió, él se encogió de hombros.—Pero son bastante lindos, ellos también heredaron eso de mí.— ella lo molestó haciéndolo reír nuevamente.
Los dos niños solo veían en intercambio de sus padres con ojos entretenidos.—Claro.—
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—Me ha ido bien en la escuela, sin duda las tutorías de Willis, Yuki-nee y Yuko-nee me fueron de gran ayuda, Son muy inteligentes— el Ishida escuchó como su cuñado le contaba. Se habían encontrado de camino a la empresa de Izzy, a donde Alexander se dirigía después de la universidad al trabajo. Cuando el Miyazono se mudo a Japón para estudiar la Universidad, después de un tiempo insistió vivir solo, pues bajo sus palabras había dicho "ya estas casada, tienes que hacer tu vida" por lo que con ayuda de Yuko consiguió un empleo en la empresa de Koushiro para poder auto sustentarse.
