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Para mí desgracia, las dos semanas antes del crucero pasaron con demasiada rapidez.

En ese tiempo había recibido un último correo, el más inesperado, de Mathis, dos días antes de hoy.

El correo en realidad había sido enviado por su asistente, no contenía más que las siguientes líneas:

El señor Schneider atenderá el viaje en crucero.
Puede enviarme toda la información del viaje a este correo, también puede contactarme por este medio ante cualquier duda: dexdavis@allforone.net

Desde entonces toda comunicación la había mantenido con él. Quizás era mejor así, no necesitaba ponerme más nerviosa.

Ahora me encontraba en el puerto, a unos pasos de mi jefe, esperando a su interesada e hipócrita familia, para presentarme como su novia y seguramente ganarme el odio de todos.

Mordisqueé la pulsera que llevaba con nerviosismo.

—No hagas eso—me regaño mi jefe—todo va a salir bien, Clara. Ya lo verás.

Claro que decía eso, no era a él al que iban a odiar. Estaban detrás de su dinero, y yo, era ahora el mayor obstáculo (aunque no lo fuese de verdad)

Traté de relajarme y encontrarle lo bueno a la situación. Lo bueno es que me iba de crucero, cosa que nunca antes había hecho. Estaría veinte días recorriendo el océano, conociendo países y culturas distintas, eran como unas vacaciones, y además el jefe me estaba pagando un buen incentivo.

¿Qué importaba como sería su familia? Todo lo que debía hacer era ignorarlos, de igual manera, mi papel de novia interesada en el dinero era dejar claro que no estaba enamorada del señor Schneider, podría estar a mis anchas por el barco y caminar por las ciudades sola.

Iba hacer un comentario sobre el clima cuando una mujer se me arrojó encima y me dio un abrazo tan apretado que apenas podía respirar.

Miré al señor Schneider en busca de ayuda pero él estaba abrazando a otra mujer, de tez más oscura y un larguísimo cabello negro.

—Hola, hola, es un placer conocerte en persona—canturreó en mi oído—Clara Reyes, eres mucho más hermosa que en las fotos, por increíble que parezca.

Forcé una sonrisa cortés y le imploré con la mirada que me soltara.

—No la dejas respirar, Anna—dijo la otra mujer con diversión, mi salvadora.

—Oh, lo siento—Anna dio un paso atrás y me ofreció una mano—soy Anna Schneider, pero supongo que mi abuelo ya te habló de mí.

No demasiado, solo lo general de que tú y tu familia son unos interesados, pero aún así quiere verlos, pienso.

—Sí—mentí agradablemente—es un gusto conocerte al fin.

Ella me sonrió radiante y luego puso cara de tragedia al abalanzarse sobre su abuelo.

—Y tú...—dejó escapar un suspiro teatral—no puedo creer que te nos vayas tan pronto, estaré perdida sin ti, de verdad que te voy a extrañar muchísimo.

Tuve que contenerme para no poner los ojos en blanco, pero Robert parecía encantado porque la abrazó y la miró con cariño.

—No es tan pronto, querida, tu abuelo ya ha vivido todas sus aventuras—le corrigió—pero no me extrañen, porque estaré bien en donde sea que vaya.

Para darle puntos a Anna, la lagrima de actuación que soltó se vio bastante real.

—Estoy segura de que así será—dijo y se volteó para hablar animadamente con la otra mujer.

la cazafortunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora