- Por favor no me mires así. - México jaló suavemente de la cuerda en su mano, acercando al alto chico que no dejaba de observar sus movimientos. - Rusia, basta. - El nombrado de brazos atados se agachó sobre el pequeño mexicano, poniendo su rostro entre su cuello y hombro, estaba fascinado por el dulce aroma que salía del cuerpo debajo de él.
- ¿Otra vez intentando morderme? - México colocó su pie derecho detrás de uno de los pies Rusia, para luego empujarlo con brusquedad por su pecho, haciendo que este cayera al suelo sin ninguna posibilidad de detener la caída con las manos. - Sabes que no me gusta que te me acerques así, ¿podrías parar con eso? - El ruso no dijo nada, simplemente se removió con dificultad en el suelo, intentando ponerse de pie, pero necesitaba de sus manos para tal acción.
- Deja te ayudo. - México se acercó tranquilamente al chico en el suelo, para luego posicionarse detrás de él y empujarlo con todas sus fuerzas para lograr que se volviera a estar sobre sus dos pies. - Listo, nuevamente estás con tus dos pies en la tierra. - El mexicano le sonrió al contrario, quien desvió su vista hacia la ventana, había una extraña ave de colores rojizos posada en el marco de metal.
- ¿Te gustan los pájaros? - Nuevamente no hubo respuesta, Rusia caminó tambaleante hasta la ventana, espantando al hermoso animal alado que había en ella. - Parece que lo asustaste... - El de ushanka bajo la mirada, contemplando con curiosidad la vestimenta que llevaba puesta; tenía unas negras botas militares llenas de sangre seca, un pantalón de camuflaje con pocas manchas y con solo un rasguño, y por último estaba su camisa, la cual era de color gris, era la prenda que más vieja y maltratada se veía.
- Se que la camisa no está en las mejores condiciones, pero no puedo soltarte para cambiártela, espero entiendas. - Rusia vió una vez la ventana, podía observar un hermoso cielo despejado con un brillante sol iluminando el cuarto con sus cálidos rayos.
- ¿Podrías alejarte de la ventana? No hay nada nuevo que ver. - México caminó hasta el ruso, se agachó por el pedazo de cuerda en el suelo y jaló al contrario lejos de la ventana, llevándolo a paso lento hacía su alcoba.
- Me voy a cambiar, sé un buen chico y vigila la puerta. - El mexicano amarró a Rusia al picaporte de la puerta, para luego entrar en la habitación y darle una última jalada al chico de gran altura al momento de cerrar aquel gran trozo de madera que daba entrada a la alcoba.
El de ushanka inspeccionó su alrededor, se encontraba en un pequeño pasillo de color azul claro, había fotos y cuadros por todo el largo de las paredes, él aparecía en varias de esas imágenes, siendo acompañado siempre por el chico del otro lado de la puerta.
- ¡Vigila bien! - Rusia se tensó en su lugar, para luego dirigir su vista a la puerta al final del pasillo, había un ruido extraño sonando del otro lado y parecía aumentar con el paso de los segundos; aquel sonido estaba poniendo muy nervioso al ruso, quien quería ir a ver que era lo que causaba el ruido, pero la cuerda firmemente atada al picaporte se lo impedía.
- Deja de mover tanto la puerta, ya casi estoy listo. - Rusia arrancó la perilla en un fuerte movimiento, dejando al chico dentro encerrado; ya había reconocido el sonido, eran los pasos y el aliento de alguien corriendo, y se encontraba corriendo en su dirección.
- ¡Rusia! - México pateaba y golpeaba la puerta, él también había oído los pasos, y eso no era bueno, su departamento era el último, si alguien había logrado subir hasta allá sólo tendría de opción su puerta, lo que significaba que el ruso tendría que enfrentar al intruso estando de manos atadas.
- ¡No! - Un hacha atravesó la puerta, tirando una de las tablas que la bloqueaba, Rusia se posicionó, estaría listo para atacar a quien sea que estuviera haciendo añicos la puerta.