2 EL OTRO MUNDO

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Cada escalón que subía se sentía como un intenso martilleo de su corazón.

Estaba ebrio y se sentía bastante caliente a pesar del frío en la ciudad.
¿Cómo había llegado ahí?, ¿De verdad iba a conocer el departamento de Jim Reed?.

Él estaba ciertamente muy eufórico, siendo el hijo de un mafioso, pensaba que había pocas emociones que le faltaban experimentar en la vida.

Él estaba recorriendo el largo pasillo de escaleras que daba al departamento de Jim.

Estaban solos y había sido una larga noche. Por eso, después de la exposición, Jim decidió concederle la velada a su mejor comprador.

Platicaron por un largo rato en la galería, sobre los viajes, el arte, Italia, New York, todas las cosas que hacían en sus vidas diarias. Jim estaba genuinamente impresionado, un hombre tan joven que parecía conocer el mundo entero.

La duda que más parecía consumirle era... "De dónde salía tanto dinero para mantener los gustos y pasatiempos de Michel".

Pero eso ciertamente se lo estaba imaginando. Seguro era el hijo de algún empresario de New York.

Por eso, después de tan agradable momento y de notar la cara de deseo de su comprador, decidió abrirle una invitación a su casa.

La cara de este se iluminó al escuchar sus palabras. Eso era algo que Jim no podía resistir. Un hombre tan fácilmente influenciable.

Michel no dejaba de ver a Jim, los rasgos de su cara, esos labios delgados y pálidos. El cabello esponjado castaño casi rojizo, los ojos azules.

Por eso dejaron la galería y se fueron al departamento de Jim. Michel realmente pensó qué algo más sucedería y por eso aceptó ir a ese lugar.

Estaban en el último escalón y repentinamente la puerta se abrió.
Eso sorprendió mucho a Michel porque realmente imaginó que estarían solos.

Jim: Espero qué seas alguien de mente abierta, las reuniones en mi casa son algo... diferentes.

Fue entonces que Michel cruzó la puerta a ese lugar, guiado de la mano de Jim.

Al entrar vio a varias personas, había luces, pero aun así todo era mayormente oscuro, había mucho humo, la música era muy fuerte.

De pronto una mujer se acercó a Jim y dijo: ¡Ey Jim!, ¿quién es ese?.

Jim: ¿Nalla donde están tus modales? Este hombre de aquí es Michel Conti. Él se acaba de convertir en mi mejor comprador.

La chica vio a Michel, se quedó impresionada. No todos los días se veía a un hombre alto, fornido de ojos verdes, gran mentón, cabello rubio y largo.

La chica dijo como en murmullo, tartamudeando... ¿E..? ¿Eres italiano?

Michel sonrió y no dijo nada.

Jim apartó a la chica y le dijo...

¡Por Dios querida, consigue tu propio italiano guapo, este es mío!

Se río y continuó caminando entre las personas. Hasta que llegaron a una puerta, Jim sacó una llave de su bolsillo y la abrió.

Michel estaba apuntó de conocer el cuarto más privado de la casa de Jim.

Había un colchón tirado en el piso cubierto de sabanas color vino. Velas, espejos, un altar y sobre todo muchas, muchas pinturas.

Jim: bienvenido a mi estudio señor Conti.

Michel estaba sumamente impresionado. Era bello ese lugar, realmente podía sentir la esencia de Jim ahí.

Apenas estaba paseando sus ojos por el lugar cuando Jim se abalanzó sobre él, entonces comenzó a besarlo, a quitarle la ropa y lo llevó a la cama.

Michel se quedó atónito, acababa de conocer a Jim, no sabía por qué el asalto tan repentino.

Michel: Espera, espera...

Su tenue voz era callada por los besos que Jim plantaba en su boca. Entonces lo sujeto y lo apartó de él.

Jim: ¿Qué pasa? ¿Quieres pastillas azules? No creo que las necesites.

Una vez más intento besarlo.

Michel: No es eso, no tengo ese problema. Es que... Yo...

Jim: ¿Tú qué?

Michel: Nunca he estado con un hombre.

Jim: ¿Qué?, tienes que estar bromeando, por favor.

Michel: No, no lo es...

Jim: pero tú, me mirabas de esa forma. Yo creí que esto era lo que tú querías.

Michel se sentía avergonzado, realmente había estado mirando a Jim. Pero lo que estaba pasando, realmente se sentía muy extraño y vacío.

Jim se levantó de las piernas de Michel. Fue a una mesa y sacó una botella de vino.

Jim: Lo que tú necesitas es relajarte cariño. No lo pienses tanto, recuerda, mantén la mente abierta.

Y entonces, sin que Michel lo notará, puso una pastilla en su copa de vino. Primero bebió él y después se la dio a probar al rubio.

Puso algo de música lenta, encendió algunas velas, mientras Michel bebía sin problemas.

Jim: Es un vino barato, seguro, has probado mejores en tu país.

Pero esto es mejor, porque es especial y es especial porque... lo estás bebiendo conmigo.

¿Estás más tranquilo Mich?

Michel sintió un extraño estupor, el vino ciertamente era diferente, sabía amargo y dormía la lengua.

Y entonces Jim se volvió acercar, pero esta vez se sentó a un lado de él en la cama.

Jim: ¿Tienes la mente más abierta ahora?, ¿Has cambiado de opinión? O... ¿Tendré que pedirte que te vayas?

Michel lo miro callado pero un poco desconcertado.

Michel: No, quiero estar contigo.

Jim: Perfecto, así se habla.

Ahora Jim se recostó sobre la cama y lo jalo hacia él. Los besos comenzaron otra vez y Michel comenzó a corresponder.

La música se distorsionaba lentamente, se sentía un ambiente muy caliente y denso. Y de repente Jim tomó el control. Se subió sobre él y una vez desnudos comenzaron a estimularse. Jim tomó una botella roja que estaba a un lado de la cama. La abrió y vertió en sus manos un espeso líquido transparente que olía a rosas. Levantó sus caderas sobre Michel y comenzó a meter sus dedos en su parte trasera para lubricarse.

La escena era muy excitante para Michel. El hombre del que había quedado profundamente enganchado estaba apuntó de enlazarse con él y claramente no podía pensar en nada más, cosa que le era muy extraña, puesto que eso jamás le había ocurrido con ninguna mujer.

¿Es porque Jim es un hombre y todo era nuevo para él en esa habitación?
¿Es acaso porque eso era todo lo que buscaba? ¿Esa era la sensación nueva e interesante que quería?.

Y de repente sin previo aviso, Jim tomó su miembro y se penetró con él.
La sensación era realmente mejor, el ano de un hombre era ciertamente más apretado que la vagina de una mujer, y eso le parecía en verdad placentero. Él jamás había estado debajo de esa manera. Pero la excitación era tanta que solo atinaba a sujetar a Jim con sus manos y besarle el pecho.

Era extraño, ese perfume que provenía de su cuerpo, le gustaba, pero ese, ese era el perfume de un hombre.
La sensación extraña y placentera no paraba, así que siguió penetrándolo al ritmo que Jim llevaba.

Jim gemía muy fuerte, sus ojos azules estaban perdidos, sus mejillas estaban enrojecidas, sus cuerpos estaban sudorosos. Y él seguía impresionado de sentirse tan bien como nunca antes.

LA MUSA SIN OJOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora