Charlando con Kyoko-Senpai, entendiste tu trabajo como manager; ser parte del equipo. Ella llevaba apoyándolos sola dos años y se alegraba de tener ayuda, aún más de una de primero. No es que pudieras hablar mucho por tu parte, tu nerviosismo se encargó de eso. Le sonreíste a la chica y te alejaste.
Supusiste que Hinata se habría ido o algo parecido pero el chico te sorprendió saltando frente a ti, emocionado. Tu corazón casi cae al piso al escuchar su grito, pero te calmaste al notar su cabello naranja. Parecía muy animado para haber sido expulsado del equipo.
— Hinata-San, lo siento sobre.. —empezaste a decir, pero él te cortó de inmediato, saltando de nuevo. Sus ojos brillaron, y algo en tu interior supo que no se había rendido.
— Ni lo digas! Aún puedo entrar! Solo necesito ganar un partido de tres contra tres! —gritó eufórico. Sonreíste con paciencia y dulzura a Shōyo, causándole un ligero sonrojo— aunque debo trabajar con Tanaka-Senpai y... Kageyama... —el segundo nombre le supo agrio.
— Tal vez pueda ayudar... —pronunciaste en voz baja, comiéndote internamente de la vergüenza. No es que lo dijeras por decir. Llevabas años jugando al volley y si era por ayudar a alguien tan dulce como Hinata, podías intentar enseñarles.
— Cómo?
— Tal vez enseñándonos! Es muy buena! —interrumpió cierto estudiante de segundo, cuya maña de escuchar a escondidas traía de malas a casi todos. Sus ojos orgullosos fueron colisionados por los de un avergonzado pelinaranja.
Chillaste por el susto y te sonrojaste amte el cumplido del mayor. Los ojos de tu amigo se iluminaron con ilusión al escuchar el punto de Tanaka.
— Juegas volleyball?! —preguntó tomando tus manos como suplica a que dijeras que si. No pudiste negarte así que asentiste, dejando al chico en un shock emocional— Por que no me dijiste? —preguntó lloriqueando.
— Si Kageyama acepta puede ayudarnos —dijo con una sonrisa Ryū, mirándote. Se dibujó una sonrisa parecida a la de tu senpai en tu rostro. La felicidad de Hinata era contagiosa.
— Puedo intentarlo —admitiste con una reverencia. Se sentía el cariño y estabas lista para el acuerdo.