— EHH?! Como que ya no serás nuestra manager?! —preguntó Tanaka confundido. El rapado estaba al lado de su amigo, Noya. Todo el equipo estaba a tu alrededor.
— Luna va a jugar en el equipo femenino —contestó Hinata. La verdad es que ver a todos trabajando tan duro te había inspirado a jugar y trabajar por ello. Todos se esforzaban... y no ibas a dejarte caer.
— Le preguntamos a tu novia, no a ti mandarina —contestó Tsukishima con una expresión seria. Casi te caes al escucharlo, desde cuando sabían?
— Eh?!
— Si... no son buenos ocultándolo, en especial tu Hinata —habló Nishinoya con una risa burlona. La vergüenza se apoderó de ambos, haciendo a los demás cuervos explotar de risa.
— SEGUN ELLOS SUPER SECRETO! —comenzó Tanaka, el chico tenía unas lagrimas de risa en el borde de sus ojos.
— Que hacen? —preguntó tu tío entrando en el gimnasio con Takeda-Sensei tomando su mano.
— No puede ser ustedes también? —preguntó Nishinoya derrotado por la vida.
— Dejen de perder el tiempo, que creen que hacen? —le reprendió Ukai, caminando hacia ustedes. Tenía el cabello bien peinado y una mueca de molestia. A su lado, el profesor tenía una sonrisa dulce y la corbata desacomodada.
— Solo que su sobrina está saliendo con el 10! —se burló el rapado, recibiendo una reprimenda de Daichi. Sugawara solo tapó su rostro con su mano, harto.
El rostro del entrenador cayó, viendo a su equipo remangándose los brazos. No era tu papá, pero sin duda era protector.
— Hinata, 50 vueltas a la cancha y estoy siendo amable —sonrió el adulto con una nube tras él. Sentías ganas de enterrarte en el suelo y no volver a salir jamás. Maldita sea, era estupido. Porque no podían dejarte en paz un rato. Sentiste las manos de Hinata tomarte de los hombros y llevarte fuera. No lo cuestionaste, no querías estar ahí.
Sus suaves manos quitaron las tuyas de tu rostro y se colocaron bajo tus mejillas.
— Eres linda cuando estas nerviosa... pero no quiero que estés incómoda —dijo con una sonrisa suave para luego inclinar su cabeza sobre la tuya— puedo?
Siempre preguntaba. Asentiste suave. Sus dulces y finos labios te sonrieron, presionándose contra los tuyos con cariño. Uno de muchos besos que Hianta pedía día a día. Era como si nunca fueran suficientes y siempre necesitara más. Quería besarte hasta que no quedara más tiempo, pero el momento fue roto por el metiche que Keishin.
— Ustedes dos dejen de pasarse saliva. Tu corre tus 50 vueltas h tu señorita, no te pierdas tu primer entrenamiento