2. un 54 conocido en la torre de babel

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Freud estaba en la cima de una torre alta, mirando sus alrededores con una botella en la mano pensaba en saltar para terminar de una vez por todas la mala fortuna que su vida le presentaba con cada buena noticia. Ganó una herencia millonaria ¿lo malo? aquella que murió fue su ex esposa tras un tiroteo dentro de una cafetería cercana al edificio. Habían terminado su relación hace unos meses, pero el aun la amaba, las cuestiones económicas y el engaño que había sufrido por parte de ella lo orillaron a tomar esa decisión tan devastadora, pretendía olvidarla, pero siempre que anochecía tomaba su teléfono y le llamaba, esperando atento se ponía a dialogar con Antonella. Los días pasaron y recibió una llamada, el esperaba ansioso contestar creyendo ingenuamente que era una invitación para comer juntos, su rostro se desmorono cuando la persona al otro lado de la línea le aviso que su ex había sido encontrada muerta tras el atentado del lugar donde ella era dueña.

Decidido se acercó a la orilla y dejo sus pies descansando en la fría brisa nocturna, al momento en que la tapa de su bebida alcohólica toco el borde y resbalo, él también lo hizo: por un momento miro como el cielo se hacía pequeño, cada vez más y más borrosa era su vista, su respiración no logro agitarse porque ese momento eterno acabo al segundo en el que el corcho metálico resonó en el suelo y su espalda se quebró. Un grito de desesperación fue lo último que pudo reconocer antes de abrir sus ojos y encontrarse ahí, frente a ese burdel llamado el extranjero. no entendía nada, su mente estaba cegada en lo que supuestamente sucedió, un producto de su mente creado por la influencia del alcohol; la misma que llevo su cuerpo a la entrada del lugar, muy en el fondo quería divertirse, pero no podía dejar de pensar en ella, su piel morena y cabello ondulado, el movimiento de sus caderas al bailar esas canciones que solo se disfrutan en pareja, no la podía olvidar, pero intentaría hacerlo.

Entendió las reglas tan pronto como las vio, dejo su celular en el maletero que traía consigo y logro ver por el rabillo del ojo una frase, le dejo helado el pensar en ello, llegando a creer que todo este recorrido era una cruel broma de su retorcida y depresiva psique. "regla 45. una despedida sin previo aviso duele más que caer por la torre de babel" era lo que estaba escrito con plumón debajo del cartel plateado. Tuvo el coraje de entrar, su mente le había hecho una mala jugada antes y no se lo haría ahora. Llego al lugar y sin mucha idea de que hacer decidió tomar un trago en la barra. Noto cierta inscripción en una chapa metálica, que reposaba en la pared, mucho más arriba del mesero, una leyenda la cual exponía un pensamiento cuanto menos interesante sobre lo que se consideraba ese lugar: un día de tormento puede ser sanado con una noche de amor -amor, como si en este tipo de lugares lo que se vende es amor- rio un poco sin saber que esa afirmación errónea invocaría a el mismo demonio. La encargada del lugar se presentó con un cordial discurso de bienvenida habitual, yendo al grano ella le pidió su compañía por unos segundos, era hora de tener todo listo para su noche especial, se notaba un cliente insatisfecho y estaba segura que lo podría hacer cambiar de opinión.

Todo estaba en orden, temática medieval con una chica de pelo corto y pálida. En el escritorio de encontraban los tres números restantes a seleccionar, el azar definiría quien sería el cuarto seleccionado: 26, 54 y 82. Un numero alto y un número bajo, uno le haría caminar menos, otro le haría un camino largo para mentalizarse, pero el destino no estaba listo para dejarlo ir así, las reglas eran claras y como vimos en nuestro anterior cliente, el 54 fue su optima elección. Llego preparado y con una bocanada de aire entro al lugar, abriendo de par en par las puertas del lugar, anunciando su entrada. Sin embargo, al quitar el velo que cubría la cama pudo ver un pelo ondulado y largo, logró notar el color moreno en el brazo que reposaba en la cama. Destapo el lugar y la encontró, durmiendo plácidamente estaba Antonella, quien portaba un camisón de princesa, y una corona metálica posaba encima de su frente, de fondo una caja musical empezaba a resonar en la habitación, un ambiente pacifico, intencionalmente desintoxicante, nada parecido a la apasionada luna de miel que logramos apreciar hace unas semanas. Se acostó a su lado, no sabía que era real y que no, pero verla ahí, tan viva, derramo unas lágrimas dolorosas que despertaron a la inerte reina. Con esa voz cansada que siempre tenía en las mañanas le preguntó sobre el llanto que emanaba de sus ojos, él se limitó a abrazarla con fuerzas, repitiendo aquello que siempre decía al despertar en el día de su muerte, en aquel maldito jueves -tal vez no estuve ahí el tiempo que debía, no estuve temprano el día de nuestra boda y a pesar de todos los regalos, nunca pudimos renovar los votos. Me arrepiento de tantas cosas desde el día en que te fuiste, pero lo que siempre me duele, es no haber ido por ti al trabajo ese día, por mi culpa ya no estas- Un susurro fue emitido por los gruesos labios de su acompañante, y en un abrir y cerrar de ojos, Antón ya no estaba. Lo único que quedo fue una chica de pelo corto y lacio, con ondulaciones que terminaban en puntas celestes, unos labios pequeños, piel pálida y grandes ojos, quien se abalanzó sobre Freud el cual, estaba feliz. Las cortinas taparon el momento y concluyo esta noche con una velada medieval.

La joven Marie tenia consigo una habilidad única, su cara era tan familiar, cualquiera la confundía con una persona, la más cercana a ellos. Cuando entro a trabajar recibió insultos de parte de jóvenes que creían que de verdad se trataba de su pareja, algunos simplemente la trataban como siempre lo hacían con esa persona especial y ella no podía hacer nada para ser vista, Freud miro a su verdadero amor, de quien tuvo la oportunidad de despedirse, viendo la verdadera cara de su dama. Marie dejo el trabajo poco después y se dedicó a vender flores, ahora que su complejo se esfumo pudo ser feliz, concluyendo en el día donde estos dos se reencontraron en un parque, ella vendiendo y el, recordando con una sonrisa nostálgica a la bella melodía que representaba Antonella.

vivir arrepentido es el peor mal del corazón, irse sin despedirse puede marcar una herida en cualquiera, que le perseguirá por siempre. Pero un día encontraremos esa redención, recordar los bellos momentos que pasaron juntos, un largo camino que te recompensara tarde o temprano. Y no hace falta que te ocultes, intentes ser como alguien más, una persona que te amo supo apreciar tu belleza y tu plenitud, si estuvo contigo fue por tus propios medios, no porque le recordaste a alguien más. Esta historia te sonara, tal vez la conozcas o sufriste una igual, pero eso no importa, esta historia no te paso a ti. es una leyenda de cajón, una historia de burdel.

Cuentos de burdelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora