3. dados de 10, 20 y 30 caras

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La noche amenazante acompañaba a Abraham en su camino por los estrechos callejones del centro. Su mirada vacía estaba agotada, perdió todos sus ahorros en el casino tras ser despedido, estaba destrozado y su postura encorvada hacia más evidente la tristeza que lo consumía por dentro. En un movimiento al azar por parte de su suerte se estampo en la pared de un gigantesco edificio luminoso. Emitió un gruñido bajo al sentir el punzante dolor que provoco el pedazo de concreto en su cabeza, dejando de lado la incomodidad en su frente se disponía a dejar de lado todo y volver a su casa. Pero no era tan fácil escapar de las garras del extranjero, y un cartel gigante se posaba en las narices de este. En el pedazo de papel se encontraba una figura femenina, con grandes caderas y sin un rostro aparente invitaba a los incautos a entrar. es tan fácil controlar a aquellos que lo han perdido todo, antes de que pudiera pensarlo dos veces ya estaba en la entrada, esperando su destino con los brazos abiertos. Logro ver por el rabillo una fila de percheros, adornados con elegantes accesorios que solo alguien de buena familia podría pagar. Casi todos llevaban una estética masculina, tenía sentido considerando el lugar en el que se encontraba nuestro amigo. posado en el marco de la puerta acato las ordenes generales que se marcaban en el panel luminoso de tono rojizo. Un vistazo rápido termino como una mirada profunda, como no podía ser de otra forma este estaba viendo impactante el mensaje grabado con plumón hasta el final de la lista. "no dejes tu futuro a manos de algo tan ambiguo como el plástico de unos dados" la mirada sínica e irritada en Abraham se concentraba en ese rayón producto de algún vándalo. Haciendo retrospectiva era una frase común y hasta cierto punto verdadera, pero el hecho de que esta apareciera cuando quería distraerse de su infortunio no le causaba gracia. Abrió el gran portón de un solo azote, el sonido capto la atención de los clientes en el bar y uno que otro guardia con mirada de pocos amigos, no podía importarle menos el alboroto que causo y se esfumo en el mar de personal Su primera parada fue la barra, donde gasto sus últimos billetes en efectivo para comprar una cerveza de barril mientras esperaba ser atendido. Recorrió el lugar con sus ojos esmeralda, vio algunas paredes curiosamente tapizadas con poemas de autores tanto reconocidos como olvidados y anónimos. Uno de estos, ubicado al frente de una mesa para dos personas dictaba lo siguiente "entra sin miedo, deja las sospechas. disfruta un poco, y desecha tus penas" que frase tan acertada alrededor de tantas otras. Era impresionante ver frases célebres de Shakespeare, Tolkien, Ángel silva, Poe, pero de alguna manera se encontró atrapado en esa leyenda, una dicha por una persona en algún lado del mundo, esperando ser escuchada tal vez presto su talento para estar aquí. Lamentablemente su tiempo de reflexión acabó abruptamente con la voz cálida y cantarina de una joven llamándolo por detrás –veo que le gustó- respondió con un cordial saludo de mano, la placa en su vestido la delataba como propietaria. Abraham se levantó como un caballero, fue dirigido a la sala de recepción, y cuando la puerta se cerró por completo tuve la libertad para hablar cómodamente –la frase ¿se la encargo a un poeta? - pregunto en su ingenuidad -Oh no, simplemente la encontré en un libro. todavía no terminaban de pintar la fachada y se me ocurrió añadirla a nuestras paredes, una gran coincidencia– se sentó, con una gracia que parecía haber sido practicada por años, y antes de que Abraham pudiera pensar más en su figura esta siguió la charla –por años me han contado que mi burdel tiene cierta "magia" las coincidencias son tantas, que parece intencional-.

La leve platica se volvió un pedido. El hombre había pasado por tanto que tener que elegir se volvía una tortura, solo quería algo para pasar el rato y centrarse en regresar a salvo en casa, la hospedante sabía de antemano que esto sería un problema, por lo que tuvo la solución antes de que este se estresára demasiado para irse; saco tres llaves de decimal, diez veinte y treinta eran sus opciones. Como respuesta a las pocas ganas de tener que elegir, tomo una llave cualquiera, se despidió de la mujer y salió camino a su habitación. En la puerta miró el número veinte, miro la llave y la encajó, percatándose al poco tiempo que en esta estaba grabado un diez, pensó que no abriría y para su sorpresa lo hizo. Miro la puerta consternado y el numero en esta en verdad era un treinta, bajo la cabeza repentinamente y su llave era igualmente un treinta, de verdad este lugar era raro. Barajó las opciones de haber sido drogado en la barra, pero ¿Quién querría drogarlo? Además, el sitio tenia cámaras hasta en la entrada de los baños, nada podría escaparse y menos en la sala principal, solo quedaba ignorar esto e intentar pasarla bien. Como si fuera una especie de consolación enfrente de el encontró una linda pelirroja, su aspecto era elegante y de antaño, su lindo rostro estaba cuidadosamente decorado con un centenar de pecas, parecían constelaciones, y esos ojos penetrantes, esmeraldas como su vestido largo entraron en la cabeza del hombre, el rubor en su mejilla aumentaba al mismo tiempo que la distancia entre ambos disminuía. Besos iban y venían de las bocas de nuestros personajes, el momento acabo y una línea de saliva salió entre la boca de ambos, marcando distancia entre él y la chica rubia de pelo ondulado, desabrochando sus jeans y sacando la blusa de su cuerpo empezó a besarlo nuevamente, lo arrincono a un extremo de la cama y le habló, con la voz profunda y entrecortada que solo esa gótica de lindos mechones cortos y morados podía tener –elije un número, no lo pienses, solo di algo, quiero que elijas por mí- Tan comprometedora propuesta fue rechazada con un "no" proveniente de los labios húmedos del acompañante. Tomo sus mechones pelirrojos, olio un poco su escénica y sonrió, su risa era algo raro de ver, la paz en sus ojos era incomparable, y con la rasposa voz cansada empezó a hablar –no debo dejar que una suerte de dados elija por mí, y no es lo que quiero para esta noche. Hoy voy a alejarme de las apuestas, parar con mis intentos de tener el mundo bajo mi control y finalmente aceptar lo que la vida quiera regalarme- es inefable la sensación que me produce leer esto, así como la reacción de la peli negra, que se abalanzo para tomarlo entre sus manos, y una noche más disfrutar de la compañía que se le daba.

Abraham empezó a alejarse de los casinos, un golpe tan duro como perder sus ahorros hizo que entrara un poco en razón y comenzara a tomar lo que el destino le daba. Por suerte en su entrevista de trabajo pudo contar con la ayuda de un amigo que conoció en su taller de arte, el cual pudo darle una carta de recomendación para trabajar en el museo de astrología, sirviendo como guía gracias a su conocimiento.

Que podemos decir de sol, antes de esa noche su vida se basaba en aparentar ser otra persona para probar tener una vida diferente, si su pelo y cuerpo se volvía diferente pensó que sus sentimientos también lo harán, lamentablemente eso no fue el caso. Pero desde la noche en que tuvo contacto con su nuevo amigo, se reconoció a sí misma, como el único sol.

Hay que tomar los regalos que aparecen en nuestro destino, es tentador cambiarlo, pero no siempre te saldrás con la tuya, bien dice que si te caen limones debes hacer limonada. Anteriormente hablamos de cambiar por alguien más, pero tampoco es bueno estancarse, intentar ser la misma de antes y hacer que otras personas hagan lo que tu querías solamente para no salir de tu zona de confort, arriésgate por que al final no importa como este tu peinado o con que pie te levantaste de la cama; seguirás siendo la misma. Porque si te das cuenta, la cara de sol nunca cambio, solo lo hizo sus intereses, su estética. Esta historia te sonara, tal vez la conozcas o sufriste una igual, pero eso no importa, esta historia no te paso a ti. es una leyenda de cajón, una historia de burdel.

Cuentos de burdelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora