𝕽𝖊𝖈𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖆𝖓𝖉𝖔▕ México × El Salvador ೃೀ

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—¡Pinche huerco! ¡¿Dónde estás, cabrón?! —gritoneó el mexicano mientras rebuscaba en los rincones de su casa con el objetivo de atrapar a El Salvador.

El salvadoreño se encontraba escondido debajo de la mesa principal de esa casa, en cuanto México terminó de buscar en la cocina y se dio la vuelta supo que era su oportunidad de escapar. Corrió lo más rápido que pudo hacia su habitación sin hacer un ruido notable para el mayor, miró a sus al rededores y sin pensarlo mucho aprovechó su tamaño para escabullirse debajo de la cama mientras que con sus manitas trataba de acallar sus risitas traviesas, aunque sabía que probablemente había hecho mal, no sabía la gravedad de esto aún.

De repente, el mexicano abrió de un golpe la puerta del cuarto para ver si provocando un susto lograba ubicar al menor. Lo consiguió, escuchó un diminuto chillido proveniente de la cama matrimonial, tras inspeccionar arriba del colchón, entre las sábanas y almohadas, se agachó y miró por debajo de la base de madera.

—¡Aquí estás!

El tricolor lo jaló y levantó en brazos, mostrándole la causa de su enfado: Una guayabera blanca, de casi 200 años de antigüedad, ahora pintada a base de pintura textil azul con formas a las que el mayor no conseguía hallarles forma.

Silencio.

—¿Qué tiene? ¿No quedó linda? —cuestionó con egolatría, pero inmediatamente se arrepintió de sus palabras al ver como el aguilado fruncía el ceño y lo penetraba con una fuerte mirada—. Perdón, perdón. Fue tonto, yo lo sé, pero será la última vez, ¡lo juro!

Juntó sus manos de forma dramática como señal de disculpa, poniendo la típica cara de cordero degollado, el cual ha sufrido demasiado y necesita piedad. Mirando de reojo el rostro del mayor que simplemente ya no hablaba más.

—Siempre que dices que será la última vez, haces otra tontería más.

—Pero no la misma tontería —mencionó orgulloso, después de todo su lógica era impresionante.

—...