Sangre

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— Maldición — Se tropezó con una rama. Momentos atrás se encontraba en su habitación con Harry, Fred y George. Los dos últimos, después de las vacaciones se graduarían de la escuela y los vería muy poco, así que habían planeado una especie de reunión entre los cuatro, no habían invitado a Ginny porque no querían más problemas de los que ya tendrían. Si llegaban a descubrir que estaban tomando alcohol… nadie quería que aparte los encontraran con una niña en el dormitorio de chicos, fuera o no su hermana.

— ¿Por qué accedí a esto? — se quejaba Ron mientras caminaba por el bosque prohibido. — Aah… si— hizo un gesto como si se acordara de algo y luego arrugó el rostro en una mueca molesta — ¡No soy un maldito cobarde! — Gritó a todo pulmón, trastabilló y casi se tropieza de su propio pie. Ronald Weasley estaba borracho.

En efecto, habían estado discutiendo sobre Ronald, sin tapujos ni vergüenza, que era el más cobarde, miedoso y no iba a ninguna parte sin perseguir a Harry Potter con la cola entre las patas. Claro que esto pegó en su orgullo de Griffindor y dio inicio una discusión con sus hermanos. Todo acabo con él siendo retado a pasar una hora en el bosque prohibido y no se podía escapar porque Harry, estando aún más desconcertado de lo que sucedía a su alrededor que el mismo Ronald, les dijo donde guardaba el mapa del merodeador, así que estaba siendo rastreado, no tenía más opción, de lo contrario sería un cobarde a los ojos de sus hermanos mayores toda su vida.

El bosque estaba más oscuro de lo que imaginaba, los sonidos que lo rodeaban estaban poniéndolo nervioso, el Ulular de algún búho lo hacía aún más terrorífico, pero seguía caminando. Ron sentía que poco a poco la mente se le estaba aclarando, dando paso a un miedo irracional cuando se dio cuenta que donde estaba era el bosque prohibido ¡el bosque prohibido! ¿Por algo estaba prohibido no es cierto?
Al miedo le vino a acompañar el nerviosismo, tal vez era lo mismo, no lo sabía, porque el menor de los Weasley si sentía uno también sentía el otro.

— Acromántulas…— Recordó de repente, cuando en segundo año casi se los comen a Harry y a él. Quiso regresar al castillo de inmediato.

Dio media vuelta rumbo a la salida del bosque, no estaba tan lejos, unos sesenta metros tal vez, si, eso haría, volvería al castillo, subiría a su habitación, se daría un baño caliente, tomaría un chocolate antes de dormir, y se acurrucaría entre sus mullidas sabanas para contrarrestar el frio que estaba sintiendo en estos momentos.

Se detuvo luego de dar unos pasos, miró hacia la salida y cerró los ojos. — Son unos idiotas— maldijo a sus hermanos, suspiró y apretó los puños clavándose las uñas en las palmas de sus manos. Se volteo de nuevo retomando su camino un poco más adentro del bosque. Caminó por unos 2 minutos más y ya no se atrevía a dar un solo paso más allá. Bien, solo quedaban 45 minutos. — Genial. — mordió su labio inferior nervioso, frotaba sus manos tratando de calentarlas, el humo blanco salía de su boca cada vez que respiraba o soplaba sus manos, ahí, quieto en un mismo lugar. Siempre alerta y mirando a su alrededor.

Y así pasaron los siguientes 5 minutos, los cuales pasaron tan lentamente que se le hicieron 15, solo podía darse cuenta del paso real del tiempo por el gastado reloj de muñeca que le había regalado su mamá en su cumpleaños, estaba seguro de que antes era de su hermano Bill. Era marrón, se notaba que lo habían usado mucho, porque la pintura del cuero se estaba cayendo.  

De pronto escuchó un gran estruendo, como de algo muy grande cayendo al piso y acto seguido un fuerte grito de dolor, muy grave para ser humano, se tensó en su lugar, estaba tan asustado como para no poder mover un solo músculo de su cuerpo, ya estaba, era carne fresca para Acromántulas. Ya no le alcanzaba el tiempo para correr hasta el castillo, el ruido se había escuchado justo detrás de él. Cerró los ojos fuertemente, esperando a que no le doliera y que se lo comieran rápido.

El Forastero (Snaron)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora