Veneno

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Ron había decidido visitar al centauro solo cuando todos estuvieran durmiendo, en las mañanas era muy peligroso porque él nunca se saltaba el desayuno, y quien no le viera en el comedor iba a decir que había algo extraño, e inevitablemente llegarían al centauro, cosa que quería evitar de cualquier manera. No entendía muy bien que era lo que le hacia querer ver al centauro todo el tiempo, pero cada vez que regresaba al castillo tenía la urgencia de regresar y asegurarse de que estuviera allí.

Todos los días se levantaba temprano, y había comenzado a prestar más atención a las clases, con la única excusa de que no quería ganarse una detención más en lo que quedaba del año escolar, porque si estaba castigado no podría ir a visitar al centauro. Pero lo cierto es que su estado de ánimo había cambiado radicalmente los últimos días, ahora tenía algo así como un propósito personal. Antes solo perseguía a Harry a todos lados, o simplemente se quedaba con Hermione a escuchar cada una de sus quejas sobre cualquier cosa que a ella no le concernía, y no se había dado cuenta de que la rutina le estaba matando, ahora sentía la realidad bajo sus pies mas que nunca. Era como si por primera vez que hacía algo por decisión propia, y se sentía muy bien.

Se encontraba frente al espejo del baño, tenía una túnica negra sobre sus hombros, trataba de peinar sus rebeldes cabellos hacia atrás lo más que podía, pero por más que lo intentaba volvían a su posición anterior. Incluso intentó peinarse con el agua del lava manos haciendo un infructuoso intento. Salió del baño encontrándose con sus compañeros completamente dormidos, tomó la bolsa de tela donde había guardado las cosas que le iba a llevar al centauro, eran pasadas las doce y media de la noche y el toque de queda había comenzado hace dos horas. Probablemente los profesores encargados de hacer las rondas también se habían ido a dormir, así que era su oportunidad. De puntitas salió de la habitación para emprender su camino hacia el atajo de la enfermería, a esas horas no había nadie más que Poppy, probablemente la doctora no escuchara muy bien, pero tenia la vista mas aguda que un halcón, debía tener cuidado de no dejarse ver por la enfermera.

Rápido bajo las escaleras que daban hasta el patio trasero, ese donde los de primer año practicaban vuelo con sus escobas, cruzó la puerta donde Neville Longbottom se había roto un brazo el primer día de clases de vuelo. Ya fuera del castillo se apresuró hasta el bosque prohibido, no importaba cuantas veces se había metido allí, los terroríficos sonidos no eran menos terroríficos. Y se volvía a preguntar por qué razón seguía volviendo allí para ayudar al centauro, porque estaba seguro que ni siquiera por Harry lo haría sin pensarlo al menos un poco , no iba a arriesgar su trasero tantas veces por alguien que no cuidaba el suyo y se lanzaba al peligro como las moscas a la miel, y no seguía consejos, no, apreciaba demasiado su lindo trasero, pero por alguna razón, sentía que quería, mas que querer, debía ayudar a aquella criatura, algo invisible le empujaba desde la espalda.

Cuando se vio rodeado de oscuridad y gruesos árboles, algunos rectos, otros tan torcidos que podrían distinguirse como fantasmas que le asechaban en la oscuridad, se obligó a respirar profundo, solo tenía que hallar al centauro y ya estaría a salvo, llegó al lugar donde siempre se encontraban, pero no había rastros de la criatura. Caminó un poco más para probar suerte, la es verdad aquel bosque era muy extenso, y cada esquina era muy parecida a la anterior, si no era poque desde que salía del castillo hasta la posición de la criatura era todo derecho diría que se había perdido, pero era imposible, no podía gritar, porque a pesar de todo el ruido que hacían los animales y el viento, todavía seguía siendo muy silencioso y un grito suyo sería un «ven cómeme» para cualquier criatura que por allí anduviera.

Decidió esperar un poco, más bien, el miedo le obligaba a quedarse quieto en su lugar, no se había dado cuenta de que no podía moverse en absoluto, y descubrió que el único motor que le impulsaba a moverse a sus anchas en aquel lugar era aquel centauro, al darse cuenta del hecho de que tal vez la criatura había abandonado el bosque se le heló la sangre y se le hizo un nudo en la garganta, ya no había rastro del pelinegro, e incluso cada vez que este sentía su presencia se le acercaba indudablemente en pocos segundos, pero ya habían pasado mas de diez minutos y cada segundo que pasaba contraía el corazón de Ron. ¿Qué era aquello? Apenas le había conocido hace una semana, ni siquiera había tenido la oportunidad de saber su nombre, o preguntar de donde venía, pero incluso así le dolía el pecho, su garganta dolía y sus ojos picaban ¿Qué era aquello?

El Forastero (Snaron)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora