El Infierno Está Dentro De Cada Uno De Nosotros

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(Yumei)

Es un desperdicio conocer personas que al final no serán duraderas en tu vida, son pocas las que se quedan contigo hasta el fin de tus días. Pero me pregunto, ¿Qué pasaría si el fin de tus días llegase mucho antes de lo que esperabas? ¿Habrías conocido personas "relevantes" o solo personas...? Me atrevo a decir que a mis cortos 18 solo he conocido personas de mierda, en fin así es como es mi vida desde hace años.

Era de tarde, había sido un día como todos los demás en el colegio al igual que en casa. Me encontraba en mi habitación tirada en el suelo recostada de la estantería de madera, donde suelo poner mis nada organizados libros, viendo por la ventana el atardecer naranja y silencioso. Recordé que el grupo de amigos de Oyuki se reunirían hoy en compañía de Jin, por supuesto yo no estaba incluida en la salida; no me apetece salir con personas que hablan mal de mí a mis espaldas y luego pretenden que no es así cuando me tienen enfrente, por favor, ¿A quién diablos quieren engañar? No me chupo el dedo, y si hay algo que sé reconocer son esas miradas y gestos de los hipócritas, son esas las únicas personas que he tenido la desgracia de conocer. Esa es la razón por la que Oyuki, la novia de Jin, no termina de caerme bien y es que para mí es obvio que detrás de esa máscara de oveja solo está un humano como todos los demás: un humano que engaña, mata, hiere. No tengo problema en reconocer que todos somos así, incluyéndome por supuesto, realmente lo que aborrezco es que finjan que no es así; detesto a las personas que no aceptan la putrefacción que todos llevamos dentro.

En medio de mi disociación no había notado realmente la hora que era, mi madre se hallaba bebiendo vino como es de costumbre en este momento del día sentada en el sillón individual de la sala, a la espera de que su amante llegue. Estoy segura de que no quiero presenciar eso de nuevo. Mi padre trabaja hasta el cansancio y mi mamá solo se "encarga" del hogar, lo cual es absurdamente una farsa pues la casa siempre está inmunda, la ropa nunca está limpia y rara vez hay comida caliente en la mesa, de mí depende que se mantenga relativamente habitable mientras ella se ocupa de vaciar cuatro botellas de vino al día, comprar las últimas tendencias en moda y serle infiel a mi padre.

Oh, vaya vida tan difícil.

 Al menos a los ojos de mi papá las cosas lucen normales, se supone que ella es una buena esposa a la que mima con tarjetas de crédito y que yo soy la típica hija que se centra en su vida adolescente. Suena a un patético estereotipo americano sacado de una película dirigida por Nancy Meyers o muy bien podría parecer una copia del “sueño americano”.

De manera inesperada escucho la puerta principal abrirse, es él. Sentí un peso caer sobre mis hombros y la piel se me puso de gallina, en medio del pánico comencé a temblar y a respirar muy rápido; entre nervios me levanté de golpe, caminé hacia mi puerta moviendo el pestillo del seguro encerrandome para darme unos segundos más así podría pensar que hacer. Debía huir antes de que me viera o sería forzada a quedarme, ser parte de eso una vez más sería fulminante, además él debía haber acumulado su ira puesto que llevo un par de meses escapando de su macabro juego. Aún no sé cómo sigo lograndolo, lo que sé es que debo irme, quedarme sería repugnante; una madre no dejaría a su hija ver algo así, mucho menos dejaría que la involucraran. Al menos debería darle vergüenza, es asqueroso.

Me apresuré a tomar mi bolso del colegio, el cual abrí y puse de cabeza vaciandolo sobre mi cama sin cuidado alguno para deshacerme de los pocos libros que contenía, tomé de la estantería una libreta junto a un estuche diferente al escolar, registré en busca de algo de dinero que guardé suelto con anterioridad en el compartimiento más grande de la mochila, toqué mis bolsillos y comprobé que sí tenía mi celular en uno de ellos. Tomé mi chaqueta para lluvia verde al igual que mis zapatos escolares que se encontraban más a mi alcance, oí pasos acercándose a mi cuarto: era la señal de que ya no me quedaba más tiempo, con la mochila medio abierta colgando de un hombro, mi chaqueta y zapatos ocupando una mano, desesperada abrí la ventana tratando de no hacer ruido al tiempo que tocaban a mi puerta tratando de girar la manilla para entrar; cuando por fin lo logré salir a través de la ventana corrediza saltando al jardín de al lado, cayendo casi de rodillas, me puse de pie con rapidez y corrí lo más lejos que me permitieron mis piernas cuando finalmente me encontraba a algunas cuadras de distancia. Exhausta. Recostada de un poste de luz tomando aire, bajé la mirada a mis pies descalzos, estaban sucios y rojos, me puse los zapatos luego de fallar sacudiendo mis pies en un intento de limpiarlos. 

Tus Bellos Ojos IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora