Capítulo 10

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Delilah Metz

La siguiente parada será Kasuganocho. —avisa el conductor del bus antes de llegar a nuestra parada. Me tiemblan las piernas de la ansiedad. Durante el vuelo de unas horas, no pude descansar. Estaba dándole vueltas en mi cabeza todo el día.

Gojo apoya su mano sobre mi pierna y me hace una pequeña seña. Me estremezco con su contacto. Lo observo unos segundos. Está vestido de ropa casual: camisa blanca y pantalones de vestir negros. Su cabello está despeinado hacia delante y sus gafas oscuras ocultan sus ojos. Su mano es tan grande que ocupa casi toda mi pierna. Me levanto del asiento cuando el colectivo frena en nuestra parada. Él me indica que baje primero como un buen caballero, adjetivo que una no se imagina cuando piensa en él. Se para al frente mío una vez que ambos bajamos. Extiende sus brazos antes de hablarme:

—¡Bienvenida a Nara! —sonríe de oreja a oreja. Siempre tiene esas prestaciones entusiastas. —La ciudad de la espiritualidad y de los templos. Y también la ciudad por excelencia del nacionalismo. —miro alrededor nuestro. Hay un parque gigante y precioso. Está repleto de personas, aún siendo un viernes al mediodía.

—Creo que es el parque más precioso que he visto. —menciono viendo la vista que tengo delante de mí.

—¿Más que el Central Park? —me murmura cerca de mi oído sorprendiéndome. Giro mi rostro para observarlo. Sus cejas delatan levemente cómo es su mirada: curiosa y pícara.

—Diría que casi tan lindo como el Central Park. —le respondo con firmeza. Realmente el parque de Nara es precioso, pero no se puede comparar con el del hogar.

Toma su carry on y me hace una seña para que lo siga. El camino está hecho por rocas y a los lados de pueden ver las diferentes actividades del parque. Por un lado están clases de yoga, las mesas de ajedrez, mesas de picnic y unas pequeñas lagunas. Al final del sendero hay un cartel gigante con tipografía antigua donde escribe «templos». Realmente Gojo no mintió con el hecho de que esta ciudad es el sitio de templos y espiritualismo. En Tokio es muy raro ver por lo menos una edificación dedicada a la religión en pleno parque público. Pero aquí es surrealista la cantidad de templos qué hay, y también la cantidad de dioses a los que alaban. Lo más precioso de todo, es que cada uno tiene su lugar y ambiente. Ninguno tiene la necesidad de opacar o brillar más que el otro.

Mientras más ascendemos más tranquilo y despoblado se vuelve el camino. El aura cambia totalmente. Se puede sentir una energía positiva mezclada con seriedad. Veo monjes que nos miran con curiosidad y otros con desprecio, sobretodo las miradas que son dirigidas hacia mí. Me remuevo incómoda. Satoru va delante de mí. No puedo ver su rostro y en consecuencia tampoco sé lo que piensa. Le sigo el paso hasta el templo mas alejado en el parque. Ya casi no hay personas y ni animales salvajes. En la entrada hay un pequeño arrollo que separa al templo del resto. Gojo camina por el puente como si nada. Dentro del agua se pueden ver peces Koi. Hay de bastantes colores y tamaños, pero el que más me llama la atención es uno negro con unas pequeñas manchas blancas. Lo pierdo de vista casi cuando terminamos de cruzar el puente. Frenamos en el arco principal. Satoru me mira antes de decirme unas palabras.

—Primero las damas. —se ofrece con su típica sonrisa carismática. Me extiende la mano y yo con entusiasmo y un poco embobada la tomo. Cruzo primero y lo primero que me llama la atención son los cuatro karesansui que están en la entrada. Hay unos tres monjes en el último arreglándolo. Uno sostiene un rastrillo mientras que los otros dos mueven una gran roca. Siento un estruendo detrás mío. Me doy media vuelta por instinto y temor. La sonrisa relajada de Gojo es lo primero que veo. Tiene su cabeza apoyada en unas de sus manos, su brazo forma un triángulo, mientras que su otra mano toma el carry on con naturalidad. Me siento un poco perdida. Al parecer soy la única que sintió el estruendo. —¿Continuamos? —ordena de una forma pasiva. Asiento obediente.

La protegida de Gojo Satoru [OC x Gojo Satoru] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora