Capítulo 3

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*Narra Ash*

La cara de confusión que me dedicó aquel policía era digna de un retrato. Estaba tan confiado, que tuve que aguantar mis ganas de carcajearme.

Estuve segura desde un principio que no duraría mucho como sospechosa, por el simple hecho de que no volví al pueblo después de aquel diecinueve de julio. Ni siquiera salí del psiquiatra, aunque ganas no me faltaban.

— Señor agente, tengo unas cuantas dudas respecto al homicidio. — hablé después de unos minutos intentando sonar educada.

— Claro, pregúntame. Intentaré ayudarte en lo que pueda. — respondió rápidamente, aún con la mirada fija en el archivo.

— Normalmente para hacer una autopsia se necesita la firma de un familiar cercano y una orden judicial, si encontrasteis el cuerpo por la tarde el día treinta, quiere decir que fue aprobada ayer. ¿Me equivoco?

— No te equivocas. — balbuceo mirándome extrañado.

— Primero se comprueba el estado exterior del cuerpo, después, se hace una prueba de sangre y orina, que gracias a esta habéis descubierto lo del envenenamiento. La siguiente parte es abrir la cavidad del cuerpo para examinar los órganos y tal, y con eso supisteis que el veneno no fue ingerido. Entonces quiere decir que la parte de arriba no fue examinada. Además de que tenéis que identificar el veneno.

— Que una chica de tu edad sepa todo esto es increíble. Pero si, nos falta la parte superior, que sería la cabeza y el cuello. — recordó a la vez que se levantaba.

— ¿Podemos ir a ver al patólogo? Necesito comprobar una cosa. — pregunté esperanzada.

— Iba a ir solo, para comprobar si habían identificado el veneno. Pero ahora que no eres sospechosa puedes acompañarme.

— Perfecto, gracias.

Me quitó rápidamente las esposas, dejándolas encima de la mesa de aquella sala. Y ambos salimos hacia el departamento de patología forense. Tras varios pasillos y puertas por fin llegamos a nuestro destino.

Era una sala bastante amplia, todo era blanco, tanto las paredes como los muebles. Había dos camillas en el centro, con dos cuerpos, que supuse que eran los de mis padres. Estaban tapados hasta el pecho con un mantel blanco, dejando ver sus cabezas rígidas, con los ojos cerrados.

Al verlos no sentí nada, y allí supe lo poco que los apreciaba. Aunque era bastante normal, teniendo en cuenta la mala relación que manteníamos, y la poca atención que me dedicaban. Parecía un fantasma en casa, entraba del instituto y me escondía en mi habitación, o como solía llamarla mi madre, "la cueva". Si por cosas del destino, nos cruzábamos, lo único que hacíamos era discutir. Al final de tanto hacerlo, se convirtió en una rutina, y yo, siendo una persona con poca paciencia, incluso empecé a dejarles simplemente hablar hasta cansarse y después subir a mí cuarto y hacer como si nada.

— Vaya, pero mira quién tenemos aquí, el agente Ethan. — apareció la figura de una mujer que no superaba los treinta años.

— Hola Liz, vine a por los resultados del veneno. — respondió este dedicándole una sonrisa.

— Claro. Y por cierto, ¿quién es la chica? — preguntó mientras buscaba entre sus pertenencias.

— La hija de las víctimas.

— Por Dios, Ethan. No puedes traer a una niña a ver así a sus padres, es horrible. — saltó alterada mientras me tapaba los ojos.

— Está bien, puedo con ello. Sólo he venido a comprobar una cosa sobre la muerte de mi padre. — expliqué aún sin ver nada.

Pecados MortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora