Prólogo

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— Señor Peterson, es mi única oportunidad, se lo ruego, necesito esa beca. — supliqué por tercera vez. Y vaya que era difícil convencer a este hombre.

— Ash, solo llevas aquí un mes, apenas estamos seguros de tu recuperación. Simplemente habla con la psicóloga, cuéntale cómo te sientes y lo consideraré, te lo prometo. —  musitó cansado de mi insistencia.

— Vale, de acuerdo, pero nada de medicamentos. De verdad me encuentro genial. — dije mientras me levantaba dirigiéndome hacia la puerta.

— Ya hablaremos. — soltó llevando sus ojos a la pantalla del ordenador, mientras salía de su despacho.

Cerré la puerta cuidadosamente, a la vez que una sonrisa se dibujaba en mi cara. Lo había conseguido, fue difícil, pero lo hice. Ahora solo tenía que convencer a la psicóloga, y eso era bastante fácil.

Aceleré el paso, guiándome por aquellos oscuros pasillos del edificio. La psicóloga se encuentra en el segundo piso, y hablaré con ella cuanto antes. Tenía que conseguir esa beca, no quiero estar aquí, no después de todo lo que he tenido que atravesar. Subí rápidamente por las escaleras, y pasé de puerta en puerta hasta localizar la placa dorada, situada en el muro, con su nombre escrito en cursiva. "Mary Black".

Toqué la puerta varias veces, hasta escuchar la voz de la señorita Mary permitiéndo me ingresar, giré el pomo, dándome paso a su pequeña consulta. Era bastante iluminada, teniendo en cuenta que solo hay una ventana situada en la otra pared, enfrente de la puerta. Su escritorio se encuentra en la esquina junto a su silla blanca, un ordenador portátil rodeado de libros de psicoanálisis y estudios cerebrales, además de varias fotografías con antiguos pacientes. En el centro podemos ver dos sofás, uno delante del otro, separados por una mesa negra. El estilo era minimalista y bastante simple pero acogedor.
Me senté en el sofá, dándole una sonrisa a Mary. Esta, sin embargo, me respondió con un breve asentimiento.

— Vas a contarme por fin o solo evitarás mis preguntas y saldrás corriendo. — me espetó mostrándome lo cansada que está de repetirme las mismas cuestiones en cada sesión.

— Hablaré.

— Bien, empieza. — soltó sin estar demasiado segura de mi actitud repentina.

— Mi hermana fue hallada muerta. Mis padres desaparecieron, no sin antes decirme lo mucho que odian el hecho de que les recuerde a Emily. Y mis abuelos no querían quedarse conmigo, después de culparme de la desaparición de mis padres y la muerte de mi hermana, así que me mandaron aquí. — dije rápidamente, sin darme cuenta de lo grave que suena en alto.

— Lo siento mucho Ash, sé que fue duro, pero no puedes fingir ser fuerte, ya lo eres. Pero debes contármelo con más detalle y calma. — me explicó con un tono más suave.

— Vale, un momento. — solté un largo suspiro calmandome. — Teng... tenía una hermana, dos años menor que yo, se llamaba Emily. Nuestros padres trabajaban por las mañanas, mientras nosotras asistíamos al instituto juntas. Ese día ella se encontraba mal, mis padres me pidieron faltar también, y así quedarme para cuidarla.

<<Salí a la farmacia del pueblo, y no encontré los medicamentos que necesitaba, así que no tuve ninguna alternativa que ir al pueblo más cercano y comprarlos. Al volver, abrí la puerta y empecé a llamarla, pero ella no aparecía. Entré al comedor, y allí estaba, en el centro, con su cuello colgando con una cuerda y atada a la lámpara. Tenía los ojos abiertos, pero vacíos, sin ningún signo de vida. Cuando bajé la mirada ví su abdomen, estaba cortado y se podían ver todos sus órganos…>>

Lágrimas deslizaban por mis mejillas, recordando todo lo que había relatado a la psicóloga. Esta, dejó de lado su libreta y se acercó de manera meticulosa, alzando su mano limpiando aquellas gotas. Me abrazó, dándome la oportunidad de derramar todo aquello que guardo.

Sollocé, mientras mi mente reproducía todo lo que he vivido esos días.

Mis padres, rotos, merodeando por casa con la mano en el corazón, llorando le a Emily.

Policía, interrogando a toda la familia, amigos, vecinos, sin resultado alguno.

Aquella frase, retumbó en mi cabeza. " Ash, te dejamos cuidándola. Se supone que era tu responsabilidad. Como pudiste dejarla ir."
Mis padres desaparecieron pocos días después, dejándome sola. Hundida en la miseria, esa miseria de la que tanto me culpaban.

Al ser menor no tuvieron más remedio que ingresarme al psiquiátrico, por el trauma que mis familiares dejaron al marcharse uno a uno.
Por ello haré lo que sea para salir de aquí, y mi única oportunidad es aquella beca para el internado Francesc.

Pecados MortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora