Capítulo 35: ¿Dónde estás, John?

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¡¡Este fin de semana va a haber maratón de Siempre a tu lado!! El fin se acerca...

LINA

        Esto es un sufrimiento, una manera de padecer que no le recomendaría a nadie. ¿Por qué la vida tiene que ponerme tantas piedras en el camino? ¿Porque todo no podría ser como antes cuando yo aún era una niña feliz? ¿Por qué tuve que tropezarme aquel día con aquel chico en Támesis? Aquel chico tan simpático que siempre me hacía reir y cuyo nombre era John Tyler.

        John Tyler. Ese mismo chico que he descrito hace un momento acababa de enviarme un mensaje diciéndome que se acabó todo y que sea muy feliz con Mike. ¿Por qué la vida es tan injusta? ¿Por qué cuando mejor y más a gusto estoy con alguien la vida tiene que darme una patada para hacerme sufrir? ¿Qué mal he hecho yo en esta vida?

        Y vosotros pensaréis seguro:

        "Mira qué guarra, tiene novio y se está preocupando más por su amigo que por Mike."

        Y lo único que os digo es que si estoy así es porque he cogido mucho cariño a este chico por haberse portado tan bien conmigo. Nada más. Fin. Lo último que querría es que de la noche a la mañana se fuera sin decir nada. Y toda la culpa la tiene Carlisa. Si no hubiera sido por ella nada de esto habría pasado y yo habría estado tranquilamente con mi amigo viendo una película y hoy estaría felizmente jugando con mis otros amigos en casa de Mike. Sin embargo, él si que se ha ido. No sé adónde pero se ha ido.

        Salí de casa de Mike en cuanto releí exactamente tres veces el mensaje de John y avisé a mi amiga Rose de que me iba y que no sabía cuando iba a volver. A lo que ella me contestó que estaba pirada por irme de sopetón y que debía avisar a mi novio antes de ir en busca de mi amigo perdido hasta ese momento. Le dije que no y me fui corriendo a la puerta, llorando. Las lágrimas cayendo por mis mejillas como si de una cascada mis ojos se trataran.

        No sabía adónde ir, no sabía por donde empezar a buscarlo. Decidí llamarlo, pero no contestaba a mis llamadas.

        "El número al que está llamando no corresponde a ninguna persona" -no paraba de decirme un contestador.

        En ese momento, me agobié muchísimo e intenté llamar a la compañía de mi teléfono para que me explicaran que era lo que había ocurrido con la línea de John. Pero nada, absolutamente nada. No pudieron atenderme. Servidores ocupados, me dijeron, llame más tarde.

        Me entró todavía más impotencia al escuchar esas voces, esas voces que aunque no me decían nada exactamente, sabía lo que significaban. Significaban que no iba a encontrar jamás a John de seguir así la situación. Continué llorando.

        Una señora bastante mayor se acercó a mí y me preguntó qué me pasaba, a lo que yo le contesté que no era nada, problemas familiares. Mentira. Aunque puede que llegara un momento en el que si considerara a John como si fuera de mi familia. Se fue y me dejó sola.

        Iba por la calle, cuesta arriba. Las pequeñas casas granates y blancas que se alzaban a los lados las veía cada veza más borrosas y oscuras. Las lágrimas continuaban saliendo de mis pequeños e inocentes ojos y la vista se me nublaba. Las nubes se encontraban encima de mí, negras, esperando el mejor momento para explotar y dejar caer sus aguas. Era de día pero parecía que el atardecer estuviera empezando a notarse a causa de la poca luz que conseguía traspasar las opacas nubes.

        Corrí y corrí por la calle hacia arriba y me detuve cuando vi que un pequeño rayo de luz solar se asomaba por un agujero que vi en el cielo, entre las nubes. Acerqué mi mano a él y dejé que se calentara hasta que los algodones decidieran quitarme la única energía solar que podría recibir en un tiempo.

        Finalmente, el viento movió las nubes y lo poco que quedaba de luz despareció y me quedé de nuevo fría. El sol me hacía sentir fuerte, valiente, feliz. En cambio, los días grises me provocaban cierta tristeza y debilidad. Quizá es verdad eso que dicen de que el tiempo cambia a las personas, porque a mí es exactamente lo que me ocurre.

        Vi a unos cuantos metros una casa pequeña, diferente a las demás, color verde pistacho y blanca que contrastaba con el paisaje. Única. Nunca había visto una igual. Decidí acercarme a su jardín, que tenía en su verde y sano césped plantado un pequeño árbol. Un arbol muy pequeño que me hizo sentir mejor solo con mirarlo. Fue una sensación extraña, pero dulce. Me senté en la hierba y acaricié suavemente las diminutas hojas que componían lo que sería en unos años un precioso árbol.

        Al cabo de unos minutos contemplándolo, noté cómo mi móvil vibraba en el bolsillo. Lo saqué con ansia, pero al mirar la pantalla vi que no conocía el largo número que aparecía pero quizá las ganas que tenía de que fuera John el que me llamaba hizo que no me pensara dos veces si descolgar o no.

        - ¿Hola?-dije sollozando.

        - Muy buenos días. ¿Es usted la señorita Lina West?-me contestó una potente voz masculina que parecía de un locutor de radio.

        - ¿Quién es usted?-le pregunté yo; no quería revelarle mi nombre, no por el momento.

        - Señorita, ¿es usted Lina West o no? No se ande con tonterías, es serio-me quedé pasmada al escuchar aquello.

        - Vale, muy bien. Sí, soy yo. ¿Qué es lo que ocurre?-le pregunté de nuevo, intranquila.

        - Siento decirle que necesitamos que venga al hospital ahora mismo.

        - ¿Al hospital para qué? ¿Es por algo que me he dejado allí?

        - ¿Qué? No, no. Mire. No puedo decirle la causa por la que usted debería de estar aquí pero no es lo más importante en estos momentos. ¿Me está entendiendo?

        - Sí, entiendo. Pero primero dígame su nombre.

        - Muy bien, mi nombre es Jackson Smith. El Dr. Smith. Venga hacia el hospital ya. Es urgente. Planta 5, habitación 529.

Siempre a tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora