Sexto Capítulo

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Era de noche y un silencio sepulcral se extendía por todo el pueblo, solo se escuchaba el silbido del viento recorrer cada una de las casas, tocando las puertas para que abrieran.

En la mayoría de las casas se podía ver las luces prendidas, con gente riendo o disfrutando de una buena cena en familia, pero toda esa tranquilidad se vio interrumpida cuando un fuerte azote resonó en el vacío lugar, con unas fuertes pisadas por la acera y unos balbuceos cargados de enojó.

Todo estaba muy oscuro como para saber quién era, pero al pasar bajo un faro la luz reveló a la pequeña figura, y se pudo apreciar a un pequeño castaño totalmente enojado refunfuñando entre sus dientes y encaminándose a la playa, que lo esperaba junto a la fría marea que subía y bajaba.

¿Las razones de su enojó?.

Su hermana melliza, Mabel, había volcado toda la ropa de su armario sobre el piso y parte de su cama, mientras su cerdito Pato, en un descuidó de ella había pasado sobre sus ropas con las patas llenas de tierra ensuciando de gran manera la mayoría. Tal vez eso no le molestaría tanto, si no fuera porqué su tío Stan le había dado la razón a su torpe hermana y haciendo que él lavara sus ropas. Aunque en su cabeza se repetía que estaba haciendo una tormenta en un vaso de agua, eso solo lo hacía enfurecer más, después de todo el guardaba el sucio secreto de que su hermana salía con Gideon Alegría, lo que menos esperaba en esa situación es que ella asumiera la culpa de lo que hizo y en situaciones como esas, detestaba a Mabel Pines.

No sabe exactamente cuando, pero había llegado a la playa donde las olas chocaban en la arena y la espuma de mar descendía. Se quedó mirando un momento su movimiento hipnotizante, pero aún así no pudo calmarse, frustrado se sentó en la arena y se quedó viendo el tranquilo mar brillante con la Luna alumbrando.

Inhaló el frío aire que acompañaba la marea, logrando calmarse un poco y recogiendo una pequeña piedra que se encontraba cerca, lanzandola al mar y oyendo el ruido de esta chocar en el agua.

-¡Cuidado Pino, pudiste matar a alguien!-escucho en tono burlón, con una voz que ya se le hacía conocida y sólo bastó voltearse para admirar un brillo dorado y la mitad de un chico con los codos en la arena- Aunque la verdad, no me importa, así que síguelo haciendo si quieres-se encogió de hombros, con una sonrisa burlona y como siempre, puntiaguda- Tampoco creo que puedas hacer mucho, tienes la fuerza de un bebé.

El castaño gruñó ante el comentario, más no dijo nada y siguió viendo al mar, notando la fuerte mirada ambarina sobre él.

-¿Qué te pasa, Pino?-pregunto desconcertado el rubio, arrastrándose hasta poder estar al lado del castaño- Normalmente me gritarías diciendo "¡Yi ni tingi li fiirzi di un bibi!" O alguna cosa así, no lo sé.

El castaño lo miro de reojo ¿Realmente le importaba? ¿O solo preguntaba por preguntar? La verdad no tenia ni idea de lo que pasaba por aquella mente, pero sin muchas opciones, solo suspiró y empezó a contarle el problema con su hermana. Mediante más avanzaba en su relato, más se iba calmando, la ira en su cuerpo disminuía hasta el punto que cuando terminó, estaba totalmente tranquilo.

En todo su relato había estado mirando al frente, pero al terminar volteó a ver al rubio, curioso por su repentino silencio.

Este solo se encontraba mirando algún punto en la arena, con la mirada perdida y sin ningún rastro de brillo, sin darle la más mínima idea de lo que pudiera estar pasando por esa retorcida mente, hasta que una sonrisa empezó a crecer en sus labios. No era una sonrisa normal, de burla o de esas puntiagudas que daba él, aquella sonrisa era una de un verdadero desquiciado tramando algún plan maléfico.

-Yo voto a que le cortemos las manos-opino girando su cabeza en un ángulo extraño.

-No bromees con eso-dijo el castaño, frunciendo el ceño ante la idea.

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