L'arc-en-ciel./ El arcoiris.

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27 de diciembre de 2014, Seúl, Corea del Sur.
9:38 pm.

Su espalda se eriza ante el contacto del aire contra su delgada camisa blanca, corría como si su vida dependiera de ello mientras una ligera capa de sudor adornaba su blanca frente, dejando que unas gotas acariciaran su rostro con delicadeza, haciéndole sentir un cosquilleo mientras pasaba la manga por su cara en un intento desesperado por limpiarse. Otra vez iba tarde al trabajo y una falta más le asegurará un despido.

—Jeon, ¿Otra vez tarde? -Esa voz grave lo saca de su trance sintiendo como la sangre caía hacía su estómago provocándole un vuelco. Su jefe lo había atrapado llegando tarde, pero aquella tardanza no era su culpa, el metro tardaba horas y su casa no estaba precisamente cerca del centro de Seúl.-

—Mr. Choi -El ojinegro se volteó fingiendo una sonrisa amplia, no tenía razones para sonreírle a ese hombre que siempre lo explotaba a la hora de trabajar, y algunas veces incluso lo acosaba.- Sé que llego tarde de nuevo, pero por favor, permítame hacer un turno extra hoy y no me despida -Jeon estaba desesperado, sin su trabajo no podía hacer nada, estaba estudiando el bachillerato y perder su trabajo no es algo que necesitara justo ahora.-

—Doble turno Jeon, a la cocina -el señor barbudo y de aproximadamente un metro setenta y nueve entró al establecimiento, adornado con pequeñas luces rojas y un olor fuerte a tabaco, odiaba ese lugar, odiaba con todo su ser trabajar ahí y no ser lo suficientemente fuerte para parar el acoso que sufría. Él no había nacido siendo rico ni su familia lo apoyaba.-

Un despistado, ahora pelinegro, caminaba por las vacías calles de Seúl, vacío como todas las noches que en susurros y suspiros rogaba a Dios que lo perdonara, porque lo sabía, él era un pecador, su sangre quemaba por dentro y matices en rojo magenta vivían siempre en su cabeza, la sensación de arder sobre las plantas de sus pies jamás se iba y el aire atascado era una lucha constante por recibir oxígeno hacia sus inertes pulmones, su cuerpo yacía tirado en aquel helado asfalto, como una pluma, sin fuerzas, débil, que se lo llevaba el viento, y los fragmentos de su alma depositados en las pinceladas sobre el liso lienzo blanco. "No hay peor pecador que aquel que no acepta la naturaleza misma del pecado para poder superarlo", y él, no lo había aceptado.

—Jeon, ¡Saca la basura ahora mismo! -Los gritos de Mr. Choi se oían hasta la otra punta de la cocina. Jungkook estaba cansado de los gritos y humillaciones, eso simplemente no era vida. De mala gana toma las enormes bolsas negras y camina a pasos flojos y lentos a la parte de atrás de dicho establecimiento, dispuesto a encontrarse con los enormes contenedores de colores verde, amarillo y rojo. Levanta con pesadez cada una de las 3 bolsas y las tira una a una a su contenedor correspondiente. Un fuerte olor a tabaco inunda sus fosas nasales, sostiene el aire en su lugar, asqueado por el edor y voltea hacia enfrente, achicando los ojos para toparse con un hombre de tez apiñonada y aproximadamente un metro ochenta de altura, el dueño de aquel desagradable olor, Jeon siente su pecho arder cuando el antes mencionado avienta su colilla de cigarro hacía su dirección sin siquiera notar la presencia del joven castaño.-

—Hey, ¿Te parece correcto hacer esto? -el castaño pisa la colilla para apagarla y previamente tomar las cenizas y el restante de la colilla entre sus finos dedos.- Hay lugares donde puedes tirar esto, hyung.- Jungkook en ningún momento perdió el respeto por aquel hombre, evidentemente se veía mayor que él, no es que fuera un viejo, claro que no, sólo se veía sumamente formal, una larga gabardina negra escurría bajo sus rodillas, unos zapatos que, a simple vista, se notaba valían más que la casa del más joven, un suéter blanco de cuello de tortuga y un pantalón de vestir negro, aquel hombre tiene clase y Jungkook lo nota.- No quiero ser irrespetuoso, pero sé responsable con tu basura- A pasos lentos e inseguros se acerca al pelinegro, ahora al tenerlo de frente, puede notar bien su rostro. Unos labios finos y delgados, rosados y ligeramente cuarteados por el frío, su nariz delgada y respingada y aquel lunar característico en una de las narinas, su rostro delgado y sus facciones varoniles muy marcadas, pero lo que más notó el castaño fueron sus ojos, aquellos ojos cafés que parecían decir muchas cosas, dos orbes oscuras que cargaban el dolor de años, tan fríos y vacíos, casi tan muertos como la explosión de una supernova, brillantes al nacer y muertas por naturaleza. Jungkook tragó saliva sintiéndose ansioso cuando el joven frente a él le dedicó una mirada que no pudo descifrar.-

Uno, dos, tres, cuatro... doce. Doce campanadas sonaban en los oídos del pelinegro, un fuerte olor a incienso inundan sus fosas nasales, Taehyung sabe lo que eso significa, quiere correr, quiere huir de ahí, avergonzado y desdichado por su vileza, pero sus pies están clavados al piso, el crujir de la madera y el pincel lleno de pintura blanca, se siente mareado, unos murmullos y a lo lejos un cántico, aprieta los ojos fuertemente sintiendo que la sensación cada vez era más insoportable, el calor se apoderaba de él y sentía su piel arder.

—Hyung, hyung -Una suave y dulce voz lo obliga a abrir los ojos y buscar aquellos que le llaman con desespero. Se obliga a encontrarse de frente con un pequeño castaño, cuyos ojos lucen como si el mismo Dios hubiera puesto el infinito en ellos, su piel blanca modelada como si de marfil se tratara, a simple vista delicada al tacto, sus labios delineados y brillantes, una fina capa de saliva sobre ellos y sus delgados y lacios cabellos castaños dejaban leves caricias contra la piel de su cubierta frente. Y sintió miedo, miedo del pequeño castaño frente a él, porque jamás había conocido al diablo cara cara, y ahora el mismo se le presentaba y le llamaba hyung.-

—¿Qué necesitas?. -Murmura, sintiendo las palabras atascarse contra su garganta, aferradas a su tráquea para no ser expulsadas y la sensación de quemarse seguía latente en sus pies. El pequeño castañito por primera vez lo miró a los ojos y Taehyung sólo pudo sentir que su ser ardía, uno, dos, tres, otra vez las campanadas, Kim lo sabía, aquel frente a él era el diablo y lo llevaría al infierno.-

"El que se atreva a desafiar las leyes del señor probará la gloria en sus manos, y ese será su más grande castigo."

Quelque part au-delà de l'arc-en-ciel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora