Parte II: Recuerdos confusos

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Afuera de la cantina se reúnen ambos francotiradores. Tratan de alejarse un poco del lugar. El francotirador de los "Sombrero de Paja" camina con las manos ocultas. De vez en cuando las usa para tallar su larga nariz, o para frotar un poco su rizado cabello negro. El de "El Pelirrojo" camina seguro, sus rubias y viejas rastas, y su gran capa estampada con estrellas se mueven con el viento, haciéndolo ver con tanta presencia.

—¿Qué pensó Banchina de tí, cuando decidiste salir al mar?

—¿Eh? Ella...

El joven francotirador baja la mirada. Tiene un nudo en la garganta. Temía que esta reunión iniciara justamente con alguna pregunta relacionada a su madre. No tiene otra opción que hacer lo que siempre suele hacer: mentir.

—¡Ella no parecía sorprendida! ¡Creo que sabía que algún día haría lo mismo que tú! ¿no te parece gracio...?

—Dime la verdad.

La verdad. Este joven francotirador ha sido un mentiroso desde niño. Motivos tiene para serlo. Esos motivos involucran a ese nombre que ha mencionado el viejo francotirador: "Banchina". Y como todo el tiempo miente, el decir la verdad suele lastimarlo. De él sale muy fácilmente la verdad, pero usualmente debe gritar y llorar para que le crean. Lo hizo con su villa, con su amiga, con sus compañeros, con gigantes y con enanos... Y todo el tiempo ha dolido.

—...

—¿Qué te dijo Banchina?

—... E-ella...

Silencio. Sus manos comienzan a temblar. Las empuña con tanta fuerza, como si eso fuera a borrar este momento, pero no funciona. No queda más que... gritar y llorar.

—¡Está muerta! ¡Murió hace ya más de 10 años! ¡Hice todo lo que pude! ¡Yo...!

—Entiendo...

—... ¿Qué? Eso... ¿E-eso es todo? ¿Qué entiendes?...

Las lágrimas no dejan de salir de sus ojos. Sus manos empuñadas no dejan de temblar. Toma aire desde la boca, con los dientes presionados. No puede contener la ira que acaba de sentir al escuchar esa palabra.

—¡¿Qué diablos entiendes?! ¡No entiendes nada! ¡Mamá murió! ¡¿Y eso es todo lo que sabes decir?! ¡Mamá te amaba y dejó que partieras al mar!, ¡¿y eso es todo lo que vas a decir?!...

No puede creer que esa persona a la que tanto ha admirado desde que tiene memoria haya contestado tan vagamente.

Él sabía que sus padres se amaban. Y tenía la impresión de que su madre había muerto por extrañar tanto a su padre. Su amor era tan grande que dejó que ese hombre a quien amaba se marchase, pero también ese mismo amor la llevó a la muerte. Él tenía la impresión de que, por más que lo intentara, su madre siempre amaría más a su padre que a cualquier otra persona, incluído él. Por eso ella lo abandonó siendo un niño. Pero él no sentía rencor. Él creía saber perfectamente los sentimientos de su madre. Él la amaba, y por eso no quería que ella lo abandonara, pero sabía que era una batalla perdida.

Un día antes de que ella muriera, él dijo su primera mentira: "¡Han venido los piratas! ¡Papá ha vuelto!". Tenía la ilusión de que eso la animaría, porque era una mentira que hablaba del hombre al que ella amaba, pero aún así, él sabía que no iba a funcionar. Por eso mismo también admiraba a su padre. Sabía que ese hombre podía hacerse a la mar porque había hecho feliz a su madre. Su amor era tan grande que pudo arrebatarle la vida a alguien sin siquiera usar un arma. Era tan grande que lo convenció a él de seguir sus pasos aún sin estar presente. Veía a su padre como un hombre apasionado con cada cosa que hacía: amar a su madre, amarlo a él, amar al mar, amar a sus sueños. La única debilidad que veía en su padre es que sus pasiones no podían estar todas juntas a la vez. Su padre se fue al mar asegurándose de que tanto su madre como él estuvieran convencidos de que los amaba. Y no podía llevarlos por todos aquellos peligros a los que podía haberlos expuesto. Eso era lo que él creía.

El abrigo bajo las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora