Cap. 3

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La mañana trascurre rápida, Alex desde la cocina habla con su padre sobre algunos centros de ayuda cerca de la isla en donde podrían llevar a Charlotte, mientras en silencio la madre los escucha desde las escaleras, creyendo que puede ser lo mejor para ella.

-Estoy olvidando que Alexandra también es mi hija, mi única hija viva- murmura con lágrimas rosando sus pálidas mejillas.

Al llegar la tarde, el cartero toca la puerta, dejando caer varias cartas por la rejilla de la puerta. Alex las toma, ve que hay recibos, cartas del trabajo para su padre, y una de color azul marino llama su atención, deja las demás sobre una mesita marrón puesta bajo un gran espejo en el corredor de la entrada.

Lleva su nombre escrito en el sobre, frunce el ceño, ya que es extraño y poco común que ella reciba cartas- se va al sofá de la sala de tv, cruza de piernas sobre el sofá y con las llaves la abre delicadamente, para posteriormente disponerse a leerla con atención.

Querida Alexandra.

Desconozco la razón de tu tristeza, y lamento profundamente no poder llenar tu alma o estar contigo en tan infortunado momento. Pero tu nota me ha inquietado a conocer más sobre ti. Si deseas mi ayuda, cuéntame sobre tu desdicha, aflicción o desdichado amor.

Espero pronta respuesta.

Atte.: La felicidad

Posdata: las cosas más simples pueden traer la mayor felicidad

Se queda perpleja, estupefacta fija su mirada sin pestañear sobre las letras de la carta.

- ¿Cómo es esto posible? - vocifera saltando del sofá.

- ¿La felicidad es una persona? ¿Se suponía que me debe responder de esta forma? ¿No es un poco tarde para esto? Ha pasado casi un año- Alex se cuestiona a si misma a voz alta. Busca en el sobre y nota que proviene de Galicia, España, y continuamente la ubicación de donde fue enviada.

Va hasta su habitación, busca papel, lápiz y con una sonrisa dibujada en su triste rostro escribe una respuesta.

Al Cruzar el océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora