No espero ni pido que nadie crea el extravagante, pero sencillo relato que me dispongo a escribir. – Citó a voz alta Alex, la frase el cual más le llama la atención del reconocido cuento El gato negro de Allan Poe. Mientras se disponía a escribirle otra carta a su distante y desconocido amigo Felicidad tras pasar más de 28 días sin recibir respuesta suya.
Mira la hora; son las 12:32a.m, de repente un grito proveniente de la habitación de al lado la saca de sus inspirados pensamientos.
-¡Alex!- escucha a su padre gritar desde su habitación- Alex deja la carta sobre su escritorio y corriendo va hasta donde se encuentra su padre. La escena es devastadora, la cual la deja perpleja, sin poder mover un musculo e incluso... sin pestañear.
-¡Hija, por favor!- grita nuevamente Mathew a su hija al verla perpleja, como un fallo intento de sacarla de su estado de shock- ¡Alexandra!
Pero es inútil, mientras se encuentra en la entrada de la habitación de sus padre, ve a su madre tirada sobre un charco de sangre, con la mirada fría y fija puesta hacia el techo sobre los brazos de su padre, Alex de inmediato se traslada al momento de la muerte de su hermana, la escena es la misma, Lissa tirada en su habitación, empapada de sangre, la cual brotaba de sus muñecas, su mirada se posa sobre su madre, quien en ese momento soltó un marchito y desgarrador llanto; con la mirada desesperada buscando una salida de ese desafortunado momento, Alex vuelve la mirada a su hermana, a la cual ve soltar una melancólica y dolorosa sonrisa un tanto difícil de describir pero fácil de comprender, justo antes de cerrar lo ojos para siempre.
Una mano la saca de su miserable e inolvidable recuerdo, un hombre con uniforme de policía le aparta de la entrada, al tiempo los sonidos y ambiente vuelven, las sirenas sonaban fuertemente, personas hablando a gritos mientras suben las escaleras, su padre llorando sobre lo que parecía ser, el cuerpo de su madre. Alex sin poder articular alguna palabra, inmóvil, incluso sin derramar lagrima, sigue mirando fijamente a su madre desvanecerse, dejándose llevar por los brazos de la muerte.
Unas manos cálidas la toma de los hombros y con delicadeza la lleva hasta la siguiente habitación, una mujer morena con uniforme de paramédico le pide que se siente sobre la cama, orden que obedece, de repente Alex empieza a sentir su pulso acelerado respiración rápida lo que hace que se agite y sienta náusea.
-¿Cariño ¿Cómo te llamas?- Pregunta la paramédico sentándose junto a Alex- ¿Puedes responder?- vuelve a interrogar la mujer tomándola de la mano.
Alex la ve directo a sus ojos, buscando una respuesta a lo sucedido, acto inútil, ya que la respuesta es obvia- sus ojos empiezan a humedecerse, abriendo camino a la desesperación y frustración.
¿Cómo es posible?- se preguntaba mentalmente - Esto no puede estar sucediendo otra vez
La paramédico sale de la habitación tras ser llamada por su compañero; dejando a Alex desorientada, su mirada está perdida, las lágrimas empezaron a caer y su respiración cada vez era más agitada, cada segundo que pasa la soledad y la tristeza la invadían.
Ve a su padre pasar por el pasillo llorando, y tras él los paramédico con el cuerpo de su madre sobre una camilla, la paramédico tomaba sus muñecas tratando de detener el sangrado, pero ella sabía que había perdido demasiada sangre, quizá ya era demasiado tarde.
-¿Alexandra?- llama un hombre desde la puerta de la habitación-Creo que deberías acompañarnos al hospital- le susurra.
Ella con un ligero movimiento de su cabeza se niega.
-Sé que puede ser difícil, pero tu padre y madre necesitan tu apoyo y no puedes- aquel hombre es interrumpido por Alex quien finalmente se atreve hablar.
-¿Y a quien debo necesitar yo?- cuestiona sollozando.
El hombre se acerca y se sienta frente a ella
-La vida no siempre es fácil, hay momentos en los que nos estamos desvaneciendo y aun así, debemos ser el soporte para otro u otros en tu caso.
Alex lo mira fijamente, él solo se limita a sonreírle amablemente.
-No quiero esto. Estoy agotada y tengo miedo- expresó Alexa colocándose de pie mientras seca sus frágiles lágrimas.
Sale dejando aquel hombre tras ella, se acerca a su habitación dejándose caer sobre su cama, llorando amargamente . llanto y lagrimas que se pierden en su, ahora, húmeda almohada mientras desea desaparecer y dejar atrás todo el sufrimiento.
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Al Cruzar el océano
Historia CortaAlexandra, a quien todos llaman Alex, una chica de 24 años, quien vive en una pequeña isla llamada Santa Catalina en California, a quien hace dos año le cambio la vida por completo. Tras la muerte de su hermana mayor, la cual se llevó la vida de su...