SOBRE LOS CUATRO TEZCATLIPOCA, PARTE 3: EL TEZCATLIPOCA NEGRO.

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          El segundo hijo de la pareja primigenia, el más poderoso de los cuatro y de peor temperamento, manteniendo un eterno antagonismo con su hermano Quetzalcóatl. Su nombre más conocido -Tezcatlipoca- proviene de la contracción de dos palabras del Náhuatl: Tezcatl, que al castellano se interpreta como "Espejo" y Popoca, que se traduce como "Humo"; por lo que la interpretación a nuestro idioma de su nombre sería "Espejo humeante" (aunque algunas otras lo interpretan como "Espejo Iracundo"). Este dios, como muchos otros del panteón Nahua, tiene tantos nombres como acciones realice, siendo que en este caso se han llegado a contabilizar más de doscientos nombres para él, entre los que destacan Moyocoyani ("Todopoderoso"), Yaotl ("Enemigo" o "Rival"), Totecuyoh ("Nuestro Señor"); y su nombre calendárico Ome Acatl (Dos Caña).

En sus representaciones pictóricas se le suele observar con la piel de color negro, con el rostro surcado por líneas amarillas o azules. En una de sus piernas se observa un hueso expuesto donde debería estar su pie, el cual perdió durante la batalla con el monstruo marino Cipactli con cuyo cadáver se creó el mundo. En algunas de estas representaciones se coloca un espejo en lugar del pie y en algunas otras se lo coloca en el pecho. Este espejo le sirve para observar todas las acciones de los humanos, y el humo que brota de él mata a sus enemigos. Este dios es el guardián del Mictlampa, el rumbo norte según la cosmogonía Mexica y tiene por color el negro, por lo que al hablar de los Cuatro Tezcatlipoca, a éste se le conoce como Yayauhqui Tezcatlipoca. Tiene al jaguar como Nahual, lo cual también se suele ver en sus representaciones artísticas.

Este dios era uno de los más respetados, adorados y temidos. Tiene la habilidad de la omnipresencia y también conoce las mentes de las personas, sus virtudes y defectos. Se le tiene por dios de lo material, como dios que puede proveer pero también puede quitar, que puede bendecir o castigar sin impedimentos a cualquier persona según el lo juzgue. También es el dios de la noche, de las tentaciones y se le atribuye la creación de la música (hecho que se suele representar con la flauta que carga en una mano). Se le bendijo con el don de la juventud eterna. Es el dios de la introspección, de la autocrítica y de la redención. Su poder de entrar y jugar con las mentes de las personas es tal, que es el responsable del exilio del Quetzalcóatl Humano Ce Ácatl Topiltzin de su gobierno en Tollan.

Su posible omnipresencia se puede deber a la abundancia de la obsidiana (un vidrio volcánico que es generalmente de color negro), que era un material muy utilizado y apreciado por los nativos, que lo conocieron como Técpatl, de manera cotidiana y ceremonial. Esta abundancia se debe a que las montañas que rodeaban el valle del Anáhuac tienen origen volcánico al estar situadas en el pleno corazón del Sistema Volcánico Transversal o Faja Neovolcánica que atraviesa el país desde el Océano Pacífico hasta el Golfo de México, donde se ubican los volcanes más grandes, activos y peligrosos del país. El mito del espejo humeante es la raíz por la cual se cree que los castellanos engañaron a los nativos cambiando su oro por "humo y espejos". Esto refleja el choque cultural, pues mientras que el oro era el material más codiciado por los ibéricos, para los mexicas un espejo equivalía a un objeto sagrado. Los espejos eran (según sus creencias) las ventanas por donde el dios Tezcatlipoca observaba las acciones de las personas y donde las personas pueden observar a su peor enemigo: ellos mismos; mientras que el oro tenía un valor meramente decorativo, siendo su valor incluso inferior al de las plumas preciosas.

El sincretismo ha logrado que Tezcatlipoca siga vivo y presente en las creencias actuales de la sociedad mexicana. Debido a su carácter omnipresente y omnipotente, de benevolente y de malévolo; los cristianos atribuyeron todas las características del Espejo Humeante al ente que se ajustaba mejor a su descripción: El Diablo. Sin embargo, la cosmogonía de los nativos se encargó de tener a Satanás bajo sus consideraciones propias. Es por eso que en ciertas regiones del país al Diablo se le conozca también como El Tío y se le tenga el mismo respeto, veneración y miedo que se le tiene al Dios Cristiano, tratándolo como su homólogo.

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