19. Espontánea oscuridad.

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Imagen en multimedia de @Sean0419hello en twitter. Inspirado en la película «Malèna» (2000).
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Parecía un día cualquiera en el famoso restaurante marino del East Blue. El chef se encontraba tranquilamente sentado en la cubierta delante de la puerta trasera que daba a la cocina, afilando cuchillos sin prisa y dandole repentinos vistazos a las olas que arremetían contra su barco como en la costa.

Un momento después, como solía ser siempre en ese restaurante, la tranquilidad le duró poco cuando salieron corriendo los cocineros, todos de montón y empujándose tanto que alguno cayó al mar. Pero Zeff no tuvo ni tiempo de gritar «¡hombre al agua!» cuando Patty le llamó llorando a centímetros de él—. ¡¡J-jefe!!

Estuvo apunto de patearlo por llorón e impertinente, ignorando a todos los demás que hablaban al mismo tiempo y no lograban explicar nada, pero entonces llegó Carne haciéndose paso entre la ola de desesperados cocineros a empujones y golpes—. ¡Jefe Zeff! —aulló por encima de los alaridos y sin más, le tendió la hoja de papel frente a sus ojos.

Estaba al revés, pero Zeff pudo imaginarse de qué se trataba. No había parado de pensar en eso desde que el cartel de se busca del mocoso cambió a «solo vivo» y, además, no existía otro trozo de papel que le haya causado tanto estrés desde que aquella berenjena cumplió apenas quince años.

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Había algo que Caesar nunca habría imaginado que tendría que experimentar: La derrota de Doflamingo. Su vida era de lo más agradable fabricando SAD; engañando y manipulando ex-convictos para que hicieran lo que él ordenaba, viviendo en una isla donde él era el amo supremo y donde podía desarrollar sus experimentos sin ningún límite, incluso aquellas fiestas blasfemas amablemente financiadas por Big Mom, con el dinero que cotidianamente ella le proveía para costear su investigación para convertir humanos en gigantes. Pero Caesar bajo el ala de Doflamingo no tenía nada qué temer.

Aunque ahora, frente a la intimidantemente amenazadora presencia de la yonko Big Mom, sin saber cómo explicarle que le fue imposible concederle su capricho, Caesar utilizó su último recurso para salvarse.

Big Mom no lo creyó de él al principio, pero su testimonio junto con la información del papel encajaba, y entonces el hecho era incuestionable—. Tráiganme al muchacho Vinsmoke —ordenó—. Habrá que hacer cambios en cuanto a su boda.

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No había cosas que darles a los Sombrero de Paja para agradecerles haber salvado su tribu. Pedro lo sabía, sin embargo, estaba decidido a hacerlo. A bordo del Thousand Sunny, rumbo a recuperar a Sanji, él se sintió fuera de lugar. Aunque la fuerza en que lo quería de vuelta, la desesperación que sentía por salvarlo o la rabia que emergía de su ser cuando lo pensaba en apuros era abrasadora y lo carcomía la impotencia, podía sentir que él no era el único alfa que se hacía y deshacía en llamas de angustia, sino que había tres antes que él que, sabía con certeza, la estaban pasando peor.

Dado a lo sucedido en Zou y el gran afecto nacido del agradecimiento que había desarrollado Pedro con Sanji lo llevó hasta allí, junto con gran parte de una de las tripulaciones más sobresalientes de la peor generación. Pero no era por el renombre de la alianza con la que navegaba, sino el honor de quien iría a ayudar a salir de manos de un enemigo que ya es conocido para él. Pedro ya iba dispuesto a dar su vida por traer a Sanji de vuelta sano y salvo, pero en el momento en que supo el gigantesco secreto que él con ayuda de su tripulación escondía, todos los órganos dentro de su cuerpo le pesaron cual nudo en la garganta y contuvo un aullido de desesperación al oír a Nami:

—¡NO! —soltó ella con un aliento débil, antes de desplomarse de rodillas en el suelo—. ¡No, no, NO! ¡Luffy! ¡Zoro! —su voz quebrada inquietó y alarmó a todos en la habitación. Con expresión de pánico, sus dientes castañeteando y sus ojos inundados, abiertos de par en par, les tendió la hoja de papel con una mano temblorosa.

Fantasía en un destino trazado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora