Capitulo I : Bienvenida al Healthy minds clinic

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Su mirada fija en el techo que solía ser blanco, pero que debido a las filtraciones ahora se encontraba amarillento y sucio. En su mente todo eran preguntas, preguntas que eran frecuentes y nunca obtenían respuesta.

¿Por qué soy pobre?

¿Cómo salir de estás?

¿Por qué mi mamá no se acostó con alguien de dinero?

Afuera estaba lloviendo, pero adentro justo encima de donde ella se encontraba, había una gotera.

Gruño cuando sintió el agua caer en su rostro. Llevo la almohada a su cara y allí dejo salir toda su frustración. Estaba harta, necesitaba cambiar sus circunstancias, o acabaría en algún manicomio de la ciudad.

—¿arreglaste todo Alashya? —asintió en dirección a su madre quien la escudriñaba con la mirada, antes de tomar aire y acercarse hasta ella —Mi pequeña Ziva —se acomodó a su lado y desordeno su cabello en un gesto cariñoso.

—¿Qué pasa mamá? —Mary no responde tan solo observa a su pequeña que ya no lo es tanto, pero que sin embargo a sus ojos jamás dejara de ser su niña —Te quiero mucho pequeña Ziva —si había alguien que lograba penetrar en el corazón de Alashya con facilidad esa era su madre, quien nunca la ha decepcionado, unas de las razones por la cual siempre había anhelado tener dinero, para ver a su madre como a una reina.

Ziva significa brillante y radiante y era así como Mary veía a su pequeña mujercita.

—Estaré bien, tan solo será un mes —Se fundieron en un abrazo agridulce, pues nunca se habían distanciado y en el fondo ambas estaban nerviosas porque Alashya no iba al lugar más seguro de todos por así decirlo.

A partir de aquí narra Alashya.

Me desperté con un nudo en la garganta que no eran más que los nervios comiéndome por dentro. Pero obviando todas esas sensaciones, me levante y me prepare para emprender mi viaje.

Mamá aún se preguntaba porque elegí un lugar como ese para pasar el verano, pero ella jamás sabría la respuesta, al menos jamás la oiría venir de mí.

—Llama en cuanto llegues —beso mis mejillas y asentí. Mi padre no se despidió de mí porque anoche no llego a casa.

—Lo hare, e igual tu no dejes de llamarme —odiaba la idea de dejar sola a mi madre porque sé que cuando estoy se hace la fuerte, pero cuando la abraza la soledad todo lo que hace es sufrir y lamentarse por el esposo que tiene, el cual sin lugar a dudas no vale la pena.

Horas más tardes llegue a mi lugar de destino, y los nervios no hicieron más que aumentar, respire y sostuve mi maleta con fuerza antes de adentrarme al recinto.

Yo puedo con esto, me repetía internamente mientras avanzaba a pasos seguros. Lo primero que vi, me disgusto, los colores de aquel lugar, eran opacos y carente de vida. Un verde oscuro que se asemejaba más al color de una prisión que al de un centro de rehabilitación, aunque de cierto modo este lugar era una prisión, también había algunas paredes blancas y anaranjadas, en fin, una mezcla de colores horribles.

—Bienvenida, supongo que es usted la señorita Alashya Daniel Martell —la señora de la recepción claramente había sido puesta en aviso de mi llegada por lo que me limite a asentir.

—Un placer —ella sonrió y me entrego una hoja.

—Ahí está el número de su habitación, es la 675 está en el edificio Wilhelm Wundt, es el correspondiente al personal, pero antes debes pasar con la señorita Grang, ella está en este mismo pasillo girando a la izquierda —agradecí toda su información con una sonrisa y fui en busca de la susodicha.

Pequeña Vanidosa |REHAB|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora