El viejo y comprensivo oído

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Marinette ajustó las correas de la mochila sobre sus hombros. Tomar el receso para almorzar en casa no era algo que realmente disfrutara, pero le proporcionó un descanso muy necesario de todo el drama de Lila, aunque fuera muy breve.

Mientras se dirigía a la salida, escuchó una voz suave que la llamaba. Miró por encima del hombro para encontrar a Henri parado allí, sonriendo.

- ¿Adónde vas?.

- A casa, para el almuerzo.- Dijo sencillamente.- Es la única forma en que puedo descansar un poco de ya-sabes-quien.

Siguió la dirección de su mirada hacia la clase, todos abarrotados alrededor de su cuenta cuentos, que acaparaba toda la atención. Los únicos que estuvieron ausentes de su santuario eran Marinette, Henri y Adrien, quien estaba pasando su tiempo del almuerzo en una sesión de fotos.

Henri sonrió.

- Si no quieres estar sola, puedo sentarme contigo.

Marinette se animó un poco.

- ¿De vedad?.- Se sentía como si hubiera pasado tanto tiempo desde que alguien se había sentado con ella en el almuerzo. Todos siempre acudían en masa a la mesa de Lila para escuchar más historias sobre su vida totalmente increíble y al mismo tiempo falsa. Para Mari, las opciones eran sentarse sola o unirse a los demás en el lugar de Lila, y Dios sabe que eso último no iba a suceder.

Henri asintió.

- De verdad. Nos sentaremos lejos de esas estúpidas ovejas.

Marinette hizo una mueca. A pesar de si decidieron creer las estúpidas historias de Lila o si no, ella no se sentía muy cómoda con que alguien les llamara "estúpidas ovejas". Por otro lado, en realidad no le estaban causando una buena primera impresión a Henri, y él solo estaba tratando de hacerla sentir mejor. Así que decidió dejarlo pasar solo por esta vez.

Él le ofreció su mano.

- ¿Vamos, mi lady?.

Marinette parpadeó al oír ese apodo.

Mi lady. Ese era el sobrenombre de Chat Noir para ella cuando se encontraban en su versión heroica. Aunque lo encontraba cursi y un poco irritante, no estaba segura de sentirse cómoda con alguien más refiriéndose a ella de la misma forma. Pero Henri era ajeno a eso. Entonces ella simplemente tomó su mano y no dijo nada más.

[...]

Alya tomó algunas servilletas de la mesa de suministros para el almuerzo y las colocó en su bandeja apresuradamente. Lila estaba en medio de la historia sobre cómo le habían ofrecido un contrato para una película, y la futura periodista no quería perderse ni un segundo. Sin embargo, tan pronto como se dio la vuelta, vio algo que, por primera vez, la hizo olvidarse de Lila por un minuto.

Marinette estaba sentada en una mesa lejana. Pero ella no estaba sola. El chico nuevo estaba sentado con ella, como lo había hecho en clase. Se veían tan cómodos y acogedores juntos como lo habían hecho en la última fila del salón de clases. Alya se percató de su dinámica de inmediato. A pesar de que se acababan de conocer unas horas antes, estaban charlando y riendo como si se conocieran desde hace mucho tiempo.

Entonces sucedió algo tan grande que Alya nunca se habría perdonado a sí misma si se lo perdía. 

Marinette se sonrojó. Sus mejillas se volvieron de un rosa suave, se hincharon cuando las comisuras de su boca se presionaron contra ellas, mientras miraba a Henri.

Alya reconoció ese rubor de inmediato. Era exactamente el mismo rubor que normalmente se guardaba para Adrien y, en algunas ocasiones, para Luka. Sorprendió a Alya. Este tipo debía ser muy bueno para hacerla para ruborizarse en su primer día.

UN LOBO DISFRAZADO DE OVEJA【MLB】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora