Alerta roja

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Los chicos de la clase de Madame Bustier caminaban por el pasillo, pasando el tiempo como lo hacían los amigos, felices y despreocupados, como deberían ser.

- Bien bien bien...

Y así, ese estado de ánimo feliz y despreocupado salió volando por la ventana. Henri LeRoi se asomó por detrás de la puerta de su casillero, sonriendo diabólicamente a sus compañeros de estudios masculinos.

- ¡Parece que es hora de inspección!.

Max negó con la cabeza.

- ¡No! ¡Inspección de mochila no! ¡Cualquier cosa menos eso!.- Apretó su propia mochila contra su pecho como si fuera su propio hijo. Para su suerte, la fortuna pareció sonreírle hoy, cuando Henri se zambulló y le arrebató el bolso a Nathaniel del hombro. El pelirrojo alargó la mano para recuperarlo, pero Henri lo mantuvo fuera de su alcance. El chico más alto abrió la cremallera y miró dentro.

- Hmm... se ve bien... pero le falta algo.- Miró hacia arriba.- ¡Ya sé!.- Metió la mano en su casillero y sacó un sándwich viejo, cubierto de moho verde viscoso, y lo dejó caer en la mochila de Nate, sin romper el contacto visual entre él y su presa ni una sola vez.- ¡Aquí vamos!.

- ¿Un sándwich mohoso?.- remarcó Nathaniel con voz temblorosa, tratando de sonar valiente frente al matón.- Te estás oxidando, Henri.- Henri volvió a mirar la mochila, luego a los otros chicos y sonrió.

- Estás bien.- Manteniendo la sonrisa en su rostro, sacó un granizado rojo cereza, abrió la tapa con un fuerte movimiento de su pulgar y vertió el granizado húmedo y colorido en la mochila de Nathaniel, todo mientras el pobre chico y sus amigos miraban impotentes con ojos muy abiertos y horrorizados. Como si eso no fuera suficiente, volvió a cerrar la cremallera de la bolsa y la agitó como una coctelera.

Le tiró la mochila a Nate, sonriendo ante la mirada derrotada del chico, la caída de sus hombros, la mirada vidriosa en sus ojos.

- Mochila navegante como barco. Todo en un día de trabajo. De nada.- Y se pavoneó como un pavo real orgulloso, dejando a sus enemigos en el polvo.

Nathaniel parecía como si estuviera a punto de llorar.

- Puse mi cuaderno de bocetos aquí...

Iván suspiró. 

- Te dije que lo pusieras en tu casillero.

Había pasado un mes entero desde que Henri había hecho su primera amenaza a Adrien y la clase, y parecía estar cumpliéndola bastante bien. Estaba decidido a hacer de sus vidas un infierno y había demostrado ser peor que Chloe en ese aspecto. Destrozó sus pertenencias, los golpeó con palabras crueles e incluso los golpeó físicamente a veces, cuando estaban solos.

Lo peor era que no había nada que pudieran hacer al respecto. Si intentaban contraatacar, o decírselo a un maestro, Henri acudiría a Marinette, con lágrimas de cocodrilo en los ojos, y afirmaría que ellos fueron los que lo habían lastimado. Por supuesto, Marinette confrontaba al compañero de clase acusado cada vez que esto sucedía. Luego les daría la espalda durante días. La clase pronto se dio cuenta de que no había peor sentimiento en el mundo que el que tenían cuando su Ladybug de todos los días les levantaba la voz, les regañaba, les llamaba matones, todo por algo que no hicieron.

Por mucho que Adrien no hubiera querido creerlo, Henri tenía razón. Marinette estaba completamente envuelta alrededor de su dedo. Ella se puso de su lado cada vez. Amenazó a Adrien. Tenía miedo de tratar de confrontar a Henri o de advertir a Marinette. ¿Qué pasaría si intentaba darle la vuelta a la situación, como había hecho con todos los demás? No podía arriesgarse a eso. No podía arriesgarse a perder a Marinette. Simplemente no podía.

UN LOBO DISFRAZADO DE OVEJA【MLB】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora