Vinieron una cálida noche de Verano

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Vinieron alumbrando un oscuro cielo de una cálida noche de verano, entre tinieblas llameantes.

Desprendían con sus naves purpúreos y artificiosos colores morados con tonos rojizos, pero también reflejos verdes y azules. Fueron destellos de pútridas luces vespertinas en la plenitud de una época estival que jamás volvería.

No tardaron mucho en derrocar a nuestros líderes, proclamándose sucesores del poder en la Tierra. Lógicamente este no había sido delegado en nadie más que ellos, habitantes de un mundo remoto nunca antes visto y que jamás conoceremos.

Nuevamente me hallaba enjaulado, esclavizado por el sentimiento de someterme ante el dictamen de una fuerza pagana que me era plenamente indiferente, pero ante la que me debía postrar... Al menos si quería saber lo que me es bueno.

Construimos un monumento que ni mis hijos, ni mis nietos, ni cincuenta generaciones después vería nadie jamás terminado (pese a que todos trabajaríamos en perfeccionar la misma obra).

Era la imagen de un falso dios, de un falso profeta, de un falso líder. Con más de cincuenta mil caras, todas ellas grotescas e indescriptibles, y no obstante nos mandaban a construirlo para que allí quedase, para la posteridad...

Por siempre, para el disfrute de todos...

Menos de nosotros mismos.

Cuentos de la Tribulación CuánticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora