3-La sangre pide más sangre.

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Él joven Jasper sonrió al ver a la mujer rubia entrando por la puerta de su boutique después de tanto tiempo. Había sido una de sus principales clientas, hasta que un día, sin más, dejó de ir. Ahora que la Directora Woods le había explicado los motivos, no podía menos que compadecerla.

-¡Rubia mía, qué gusto verla de nuevo por aquí! -la saludó dándole un pequeño abrazo.

Clarke sonrió incomoda.
Era la segunda vez que tenía que poner un pie en uno de sus lugares favoritos antes de caer en la ruina. Y todo por culpa de esa impresentable. Entonces se preguntó si quizás no lo estaba haciendo aposta para humillarla...

-Sí, es que últimamente he estado muy ocupada viajando por el extranjero -mintió llevada por la soberbia. -¿Qué tiene para mí? -añadió deseando cambiar de tema.

De repente notó que Jasper se mostraba incómodo y la sonrisa se le fue apagando en la cara.

-¿Qué ocurre? -quiso saber.

-Nada, es que la Directora Woods me avisó de que vendría usted por aquí y me pidió que le asesorara en todo lo posible.

Clarke enrojeció hasta los orejas. Supo que el joven alto y flaco le había colgado la etiqueta de amante aprovechada. Pero lo cierto es que era mucho peor que eso. Era una fulana.

-Si, bueno. -Se rió con gracia y fingido desinterés-. La Directora Woods y yo nos estamos conociendo y quiso tener un detalle conmigo, ya me entiende -dijo guiñándole un ojo.

Jasper le correspondió con una sonrisa tensa.

-Según tengo entendido necesitaba un vestido para esta noche, ¿verdad?

La rubia asintió deseando acabar con aquello de una vez.

-Pues acompáñeme por aquí -le pidió conduciéndola hacia una zona que conocía muy bien. La sala de las clientas más importantes. Solo que ahora no estaba allí por derecho propio. Ya no se podía permitir comprar ningún modelito exclusivo. Ahora era simplemente el maniquí de una mujer acaudalada, y eso hizo que aborreciera lo que jamás había imaginado; ir de compras.

El joven Jasper le enseñó unos cuantos vestidos largos. Todos eran bonitos y estaban bordados con tejidos de primera calidad, pero eran demasiado sobrios e insulsos para el gusto de Clarke. Algo que la enfureció porque Jasper conocía perfectamente su manera de vestir. Sin embargo estaba siguiendo las directrices de la clienta. Es decir, la clienta que pagaba. La Directora del banco más grande en San Francisco.

Clarke no se pudo resistir y sacó la tarjeta de crédito cuando el joven cogió el vestido para envolvérselo. Él se la rechazó de inmediato.

-No, de ninguna manera, la Directora Woods dijo que se haría cargo de la factura.

-Pero yo insisto en pagar con mi dinero -replicó orgullosa.

Entonces Jasper observó la tarjeta que le tendía sin saber qué hacer.

-¿Es que hay algún problema? -le preguntó.

-Verá, señorita Griffin ...Woods también me advirtió que esto podía pasar y me prohibió que aceptara su dinero. Al parecer su cuenta está en números rojos... -confesó con voz temblorosa.

-¿Cómo dice? -musitó aturdida.

Él pelinegro la miró con expresión contrariada y Clarke se revolvió de rabia. Ahora sí que se sentía humillada e insultada. Maldita hija de perra, ¿pero cómo había podido hacerle eso? Oh, madre mía. ¿Le habría contado también que era su...? Notó que los ojos se le nublaban de lágrimas y se los frotó con fuerza para evitar que salieran. ¡Al diablo con lo que esa mujer pensara!.

El cielo gritó tú nombre. (Clexa).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora