Pasaron los días y mi madre no llegaba a casa, hasta que un día inesperado llegó y fue cuando pude ver a mi nueva ¡Hermanita! Estaba feliz. Salí de la habitación de mamá y papá y fuí a ver a mi madre que apenas llegó al pateo y fue ahí cuando la vi en silla de ruedas con una manta entre sus brazos. Me acerque lentamente a mi madre, con intenciones de ver mi nueva hermanita, en cuanto la ví sonreí felizmente.
-¡Bienvenida a casa, hermanita!
La tomé en brazos hasta que mi madre hablo.
-Querrás decir hermanito.
Rápido mi sornisa se borró y me mostré decepciona.
-¿Hermanito?
Mire la ropa del bebé y sí, era niño. Así como ví su color de ropa que tenía puesta, inmediatamente le entregué el bebé nuevamente a mi madre.
-Pero tú me habías dicho que sería niña, no niño.
Me sentía molesta y decepciona de mi madre.
-Sí, lo sé. A veces los doctores se equivocan o se confunden.
Me dijo mientras tomaba al bebé en sus brazos.
-¡Yo no lo quiero!
Grite furiosa y corrí hasta mi habitación que, desgraciadamente la compartía con mis padres.
Pasaron los días y poco a poco me fuí acostumbrando a la presencia del bebé, ya hasta puedo decir que lo cargaba y lo cambiaba. No podía evitarlo, era muy tierno, suave y bastante adorable. Después de unos meses llegó mi abuela materna, la cuál me hizo tan feliz volver a verla una vez más. (No suelo verla porque vive en otra ciudad, pero me sorprendió que haya viajado de tan lejos sola solo para ver a mi hermano bebé).
-¡Abuela!
Corrí hasta ella para abrazarla.
-Hola, mi niña hermosa. ¿Cómo estás? Y ¿Tú mamá?
Miro hacía la puerta de la habitación de mi madre.
-Muy bien, abuelita. Y mi mamá está en su habitación.
Le tome de la mano y la lleve con mi madre, la cuál le dió gusto volver a ver a su madre después de tres largos años.
-¡Mamá! Por fin llegas.
Cómo pude yo me subí a la cama con mamá para darle un pequeño beso en la frente a mi hermanito.
-Perdona por la demora, hija. Los trenes estaban llenos, fue pura suerte que encontrará uno disponible.
Mi abuela se acerca a mi madre para así besarle la mejilla y abrazarla con cariño.
-¡Mire, abuelita! Él es Jaciel, mi nuevo hermanito bebé.
Sonreí mientras me acostaba con mi madre abrazándola.
-Ow ¿Con qué tú eres el pequeño Jaciel, eh? Que lindo estás, bebé.
En eso mi abuela comenzó a decir cosas raras en un tono raro, me causaba risa así que comenzé a reírme por lo que le decía a mi hermanito.
Pasaron los años y yo pase a tercer grado de primaria, sin amigos aún. Pero supongo que no importaba. Un día inesperado entro una niña alta y un poco gordita, era nueva de intercambio. La mire y en cuanto la ví pensé que tal vez ella sería diferente a las demás y podríamos ser amigas. (Si, mi sueño de ser la amiga del mundo no termina aún). Ella se sentó a mi lado y yo discretamente le hable, el profesor era un poco estricto por lo que siempre estábamos en silencio todos; aunque en algunas ocasiones esos silencios se rompen por los niños, es normal, son unos gorilas cabezas huecas haha.
-¡Hola, me llamo Catherine! Pero puedes decirme Caty si quieres.
La niña se notaba tímida así que le sonreí, ella al verme hacerlo igual modo prosiguió a sonreírme.
-Hola, Caty. Yo me llamo Alice, pero puedes decirme Ali.
Grandioso, al fin pude tener una nueva amiga en el colegio. Me llené de felicidad y emoción al ver qué no me ignoro o me acusará con el profesor usando la excusa de que la había molestado. Pronto comenzé hacer mis trabajos y llegó la hora del recreo, todos salieron, pero como siempre yo soy la última en salir así que espere mi turno. Cuando todos salieron comenzé a buscar a Ali, ella estaba sentada en las jardineras así que corrí hacia ella para preguntarle si quería pasar el resto del recreo conmigo, pero antes de llegar llegaron esas malditas mocosas así que me detuve a ver lo que hacían.
-Hola, soy Mariana. ¿Cómo te llamas?
-Alice, pero puedes decirme Ali.
Espera un momento, creí que solo yo podría decirle así... Baje la mirada y comenzé a caminar a otro lado sentándome atrás de los baños, nunca comía en el recreo porque mi madre no me llevaba almuerzo y ahora menos que estaba en cama por culpa del bebé.
Si, yo en ese momento odiaba a todos y decía que todo el mundo tenía la culpa de todo lo que me pasaba. Sonó el timbre para volver a nuestras aulas, desanimada me apure para llegar temprano a mi pupitre pero nunca me percate de que detrás mío llegaría Mariana con su grupito de niñas imbéciles.
-Oop's!
Dijo Mariana al haberme metido el pié causando que me cayera. Me dolió el golpe en mis rodillas y en las palmas de mis manos, pero no podía hacer nada. Siempre era lo mismo al terminar el recreo. Me gire para verla y no podría creer que Alice estaba con ellas, las demás se reían menos ella, al menos era la única que sentía lástima por mí.
-Lo siento, Caty ¿Estás bien?
Preguntó Mariana con sarcasmo tras luego de una risita castrosa, me extendió la mano para que yo la tomará y así "ayudarme" a levantarme, pero ya me la sabía. Tomaría su mano y ella me jalaría tirándome de nuevo, ya me la sabía pero siempre caí creyendo que realmente fue un accidente y que verdaderamente si me ayudaría a levantarme esta vez. Pero no, hoy no. Al ver su mano la golpe con mi otra mano alejandola de mí y así salir corriendo al aula. Me sentía mal porque al fin creí que tendría una amiga pero solo me engañe una vez más a mi misma con la tonta idea de que ella sería diferente, pero no. Resultó ser igual a las del montón.
El resto de las clases me la pasé callada, esperando a que terminará y así poder irme a casa. Aunque no estaba tan segura de que realmente quería que esto terminará, pronto ya al llegar a casa se volvía un tormento para mí. Desde que nació ese niño ha estado pasando muchos problemas en casa que muy duras apenas puedo salir de ellos. Por algún motivo mi madre comenzó a beber alcohol como si no fuese un mañana y eso era un problema; comenzó a ponerse agresiva y a maldecir medio mundo entero, más a mí, a mi padre y la familia de él, pronto esto se estaba volviendo muy pesado para mí. Ya ni comer quería gracias a todos esos desastres que se hacían. La última vez recuerdo perfectamente que yo estaba viendo la televisión en cuarto de mis padres junto con mi padre, en eso llega mi madre ebria y comienza a tirar todo, tomo una plancha (con la cuál planchaba la ropa de todos), estaba caliente y se la arrojó a mi padre mientras lo maldecía, obviamente yo me asusté y trate de defender a mi padre pero todo fue un intento fallido, ella fácilmente me tomo del brazo muy fuerte, como si fueran sus únicas intenciones de quererme romper el brazo y luego arrancarlo desgarrando mi piel, tenía miedo. Correción, le tenía miedo a ella. Rápidamente comenzé a llorar y a manotear para que me soltara y en eso llega Eliot quitándome del agarre de mi madre, ella en cuanto vió a Eliot comenzó a ser se la víctima, he de admitir que actuaba estupendo.
-Hijo, que bueno que llegas él.
Señalo a mi padre con fureza.
-Él me golpeó, hijo. Y ella me insultaba diciéndome cosas horribles como: "Muérete, perra, zorra". Todo eso me decían, hijo.
Nada de eso era verdad, nunca la llegue a maldecir de tan manera desagradable, no de la misma manera en que ella se lo hacía a papá. Comenzé a odiarla, no dije nada de eso pero como deseaba en ese momento de que fuera real todo y que muriese verdaderamente.
Mi madre llorando y abrazando a mi hermano, el cual solo me volteo a ver con una frialdad inigualable.
-No te preocupes madre, te creo.
Mi madre me miró a mi y a mi padre con una sonrisa triunfante, me sentía con ganas de matar a todos esa misma noche mientras durmieran tan tranquilamente y pacíficamente como si nada de esto hubiese pasado en verdad. Esa noche no dormí deseando con poder matar a mis padres, lo deseaba, lo anhelaba. Nunca había sentido tanto el deseo de querer matar a alguien, quería hacerlo real y no pude contenerme. Me levanté de la cama de con mis padres, camine lentamente y decidida del crimen que haría en ese momento. Al llegar a la cocina abrí el cajón donde mi madre solía aguardar solamente cuchillos y fue ahí, cuando lo miré reluciente y listo para ser usado; un cuchillo de carnicero, mis ojos brillaron y contemplaron el filo que tenía. No me demore mucho y tome el cuchillo, nuevamente camine con lentitud hacía la habitación de mis padres, debía comenzar con ellos porque serían los que más ruido harían, después de hay seguiría el bebé infernal y por último... Mi hermano Eliot, Lían no. Él no tenía la culpa de nada, yo me llevaba bastante bien con él. ¿Qué que haría después con los cuerpos? Fácil, juntarlos todos en una sola habitación y después prenderle fuego. ¿Qué le diría a mi hermano? Murieron a causa del incendio inexplicable. Todo estaba planeado y listo para ser realizado aquel plan macabro. Llegué y me pare justamente delante de la cama, viendo a mis padres dormir como si aún se amaran y no sentían odio mutuamente, alce el cuchillo preparada para lanzarme hacia ellos pero algo me interrumpió, si. El maldito bebé, comenzó a llorar y yo me ví obligada a retroceder y correr hasta la cocina mientras que mi madre se levantaba y atendía al pequeño "rey" de la casa. Minutos después mi madre fue a la cocina y me vió ahí, sentada charlando con una muñeca con la que no jugaba hace años.
-¿Que haces aquí tan tarde despierta?
Me preguntó sin ningún remordimiento de lo que me había hecho hace unas cuantas horas.
-Nada, mamá. Solo venía por un vaso de agua, es todo. Me iré a dormir ya.
Terminando de hablar me fuí a dormir.
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❀𝕄𝕚 𝔻𝕦𝕝𝕔𝕖 ℕ𝕚𝕟̃𝕖𝕫.❀
Non-FictionPor razones legales está historia es falsa. Contenido más de 18 años de edad. Problemas familiares. Bullying. Abuso sexual. Acoso sexual. Depresión. Suicidios. Homicidios. Enfermedades. Catherine Earnshaw, una chica de tercero de preparatoria cuent...