Capítulo 2

936 62 6
                                    

Me levanté de la cama, me coloqué la sudadera de mi gemelo y su ropa interior, ya que yo no utilizo desde hace bastante tiempo debido a la petición que me hizo hace unos meses; debería preguntarle algún día si aún es necesario que no use boxers. Él me lo había pedido para poder follarme cuando se le diese la gana sin tener que pelear con mi ropa interior cada vez que necesite desnudarme, pero… ya no follamos, ya no veo la necesidad de verme tan expuesto debajo de mi pantalón, ¿para qué continuar sin bóxer, si ya no está obsesionado con follarme? En fin, tal vez luego se lo pregunte. Caminé hasta dejar la habitación y me adentré en la cocina, dejando a mi hermano allí durmiendo plácidamente luego de haber pasado toda la noche haciendo el amor. Antes de retirarme del cuarto, me detuve en la puerta a observarle unos momentos la forma en que duerme. Siempre lo hacía, siempre me le quedaba viendo como un imbécil cada vez que le dejaba ahí o simplemente cuando abría los ojos y sabía que él se encontraba recostado a mi lado, abrazándome o tan solo haciendo presencia; en esos casos me reacomodaba en mi lugar y fijaba mis ojos en su bello rostro, le acariciaba con suavidad para que no lo notase y despertase, no era necesario, además… yo deseaba continuar observándole con detenimiento. Esa expresión de paz y tranquilidad que dejaba ver, esa misma expresión que de haberla visto antes, habría dudado si era mi gemelo o no, ya que nada en él, expresaba paz y/o tranquilidad. Absolutamente nada. ¿Recordáis cómo era antes? ¿Esos arranques de locura que le agarraban? ¿Esa forma tan desquiciada de hablarme al oído cuando me tenía con él? ¿La manera tan particular en la que me trataba? Esa manera que lograba romperme por completo el alma. ¿Y cómo olvidar sus jueguitos, ah? ¿Hacéis memoria? ¡Exacto! Los juegos en los que me tomaba de idiota, me acariciaba, trataba bien, con dulzura, para luego follarme a su antojo y darme por enterado que nada había sido real, que tan solo deseaba hacerme suyo de las formas más guarras, sin que me resistiera demasiado, entonces yo caía. Esos mismos jueguitos que dieron comienzo a esta locura que, hasta el momento, me siento capaz de controlar. Una vez en la cocina, me preparé un café suave. Tomé la tasa entre mis manos, estaba caliente y esa mañana hacía mucho frío, era extraño, los últimos días había estado haciendo calor, un calor difícil de soportar; tal vez la lluvia del día anterior, refrescó el ambiente, no lo sé, la cuestión era que hacía frío y yo poseía poca ropa. La llevé a mis labios y me paré frente a la ventana, en la cual me quedé mirando hacia afuera, pero al mismo tiempo, no miraba nada; tenía la vista perdida y mi mente empezaba a formular miles de preguntas que hacía ya mucho, no me preguntaba. Una era, creo que ya os tendré algo hartos a todos por hacérmela siempre, pero es la primera que se cuela entre mis pensamientos: ¿Es esto real o un simple sueño? Creo que jamás dejaré de hacérmela, o al menos, no hasta estar del todo seguro que mi gemelo nunca cambiará, que su amor hacia a mi, es verdadero. No lo sé, cada mañana que despierto, pienso lo mismo, pienso en si algún día despertaré, si algún día alguien me hará abrir los ojos (si es que debo hacerlo). ¿Os acordáis que yo deseaba ser despertado de esa pesadilla a la que me tenía atado Thomas? ¿Que pedía ayuda, que quería ser rescatado cuanto antes, pero de todas formas le amaba como a ninguna otra persona sobre la faz de la Tierra? ¿Hacéis memoria? Bien. Si esto que estaba viviendo, desde hace un mes, era un sueño divino, entonces deseaba continuar dormido por el resto de mis días. Una desobediente gota salada descendió por mi mejilla izquierda llegando hasta mi mentón. - ¿Es cierto que me amas, Thomas? – susurré casi inaudible, con un nudo en la garganta. Limpié aquella gota de agua de mi rostro con la palma de una de mis manos, y de un segundo a otro, me quedé estático. - ¿Por qué no me crees? – cuestionó abrazándome por la espalda. Mi cuerpo temblequeó un poco debido al pequeño susto que me dio el oír su voz en medio del silencio, rompiéndolo para que nos acompañase a ambos, y una mano se coló por entre las mías, quitándome la tasa, para luego depositarla sobre uno de los muebles de allí cerca. - ¿Qué más debo hacer para que creas lo que te digo? – volvió a interrogar, ahora girándome lentamente hasta quedar cara a cara. Bajé la vista y no supe qué contestar. Mierda, había descubierto que yo aún, tengo dudas acerca de sus sentimientos hacia a mi, ¿qué podría decirle? ¿Mentir? ¿A él? ¡Por supuesto que no! Me conoce demasiado como para decirle alguna mentira como excusa, se daría cuenta al instante. Y fue allí, mientras pensaba, que sus labios se apoderaron de los míos, comenzando a moverlos delicadamente. ¿Cómo no creerle? Fijadse cómo me trata, ¿no es así como debe tratar a su pareja? ¡Claro que sí! Basta. A la mierda la duda. A la mierda la desconfianza. A la mierda el mundo. Yo te creo, Tom, juro por mi vida que creo en tu amor. --- - Bien. Dime, ¿adónde quieres ir hoy, preciosidad? – preguntó tomándome por la cintura cuando ya estábamos fuera de la casa encaminándonos hasta su auto. - No lo sé, a… una tienda, quiero comprarme algo de ropa. – contesté deteniéndome debido a su agarre. Acercó su rostro al mío y rozó mi mejilla con su nariz. – Tom… pueden vernos… - susurré mirando para todos lados empujándole un poco en el intento que se apartase. - Que nos vean... – dijo y se me cayó la mandíbula. ¿Que nos… vieran? - ¿Para qué seguir ocultándonos? Vamos, Nene… quiero que el mundo vea la hermosura que está conmigo. – añadió dando un pequeño mordisco a mi nariz, arropándola con su cálido aliento. Me quedé a rayas luego de escucharle decir aquellas palabras. ¿Cómo que quería que nos vieran juntos? ¡¿Estaba loco?! ¡Pero si a mi me conocen por la cantidad de tías que me follo en el día! O bueno… las que me follaba anteriormente. De todas formas, no podía ser que de un día para otro, pasase a ser yo al que le daban. No… eso no sucedería. - ¿Te has vuelto loco? – pregunté mirándole incrédulo y él sonrió de lado. - ¿Por qué dices una cosa así? ¿Sabes en los problemas que podríamos meternos? No, no lo sabes, de lo contrario, jamás hubieras hecho tal comentario tan absurdo. Frunció el entrecejo extrañado. - ¿Cuáles problemas? – colocó su rostro frente al mío. – Querer mostrarle a todos la persona que amo, ¿es un problema? – fue ahí, donde terminé de fallecer. ¿Qqué me había dicho? ¿Quería decirle a todos que me ama? ¿Mostrarle al mundo que yo soy su amor? Jesús… y yo que hoy dudaba de sus sentimientos… - Dios, Tom… eres tan dulce cuando te lo propones… - respondí abrazándole con todas mis fuerzas, pasando mis extremidades por su cuello y así poder acercarlo todo lo que pude a mi cuerpo. Cerré mis párpados y una estúpida sonrisa, se dibujó en mis labios aún sin soltarle. - Pero dime cuál puede ser el problema entonces, porque yo no le veo nada de malo. – volvió a cuestionar correspondiendo aquel abrazo. Una rara opresión en mi pecho se hizo presente tras no poder darle una respuesta, por lo que tan solo dejé un tierno beso en el hueco entre su cabeza y hombro. - ¿Es porque aquí en Alemania, el incesto, está penado por la ley? Fruncí el entrecejo, pero no de extrañeza, sino porque esa palabra logró romper algo en mi interior. No lo sé… me hizo muy mal el escucharla. Incesto… es eso lo que hacéis vosotros dos, Bill. Incesto. Sois dos malditos incestuosos que iréis al puto infierno y a nadie le importará en lo más mínimo. ¿Crees que está bien? ¿Crees que nadie nunca lo sabrá? ¿Piensas que Tom, no dirá nada? Está manipulándote, ¿por qué? Porque sabe que el día que todo lo vuestro salga a la luz, él, quedará como el hermano buenito que tan solo satisfacía a su gemelo menor. Es todo. Tú quisiste que esto comenzase, tú deseaste ser su droga, ¿lo recuerdas? ¿Por qué hiciste ese estúpido comentario? ¿Por qué pediste eso? ¿Por qué querías convertirte en la endemoniada adicción de un puto maniático como Thomas? Pues porque eres un jodido enfermo. - Tom… Tom, vámonos… - murmuré contra su piel y volvió su rostro al mío. - ¿Bill? – cuestionó posando sus manos a ambos lados de mi cara. - ¿Qué sucede? ¿Otra vez? - No, Tom… no pasa nada, solo… - no puedes negar que sigues oyéndome. ¿Por qué me ocultas? Tarde o temprano, él, lo sabrá. – solo quiero salir de aquí, ¿si? Vamos a una tienda, quiero comprarme algo de ropa, mi amor. - De acuerdo, vamos. Eres una puta maldita, juro que no te saldrás con la tuya. El hecho que te oiga, no significa que me hayas conducido a la locura, ¿sabes? Porque aún continúo lúcido, aún sé dónde coño estoy parado y mientras Tom se mantenga a mi lado, nada de lo que me digas, podrá afectarme. Absolutamente nada. Dimos un par de pasos más y subimos al vehículo. - ¿En serio te sientes bien, Nene? – interrogó tomándome por la barbilla para encontrar nuestras miradas. Asentí embozando mi más creíble sonrisa y se me acercó un poco para depositar un casto beso en mis labios. Cuando se apartó, me sonrió con ternura y encendió el motor para comenzar a manejar. Mi visión, se fijó en el camino y no pude evitar que los recuerdos de la noche en que me vi obligado a apoderarme del auto de mi hermano para llegar a nuestra casa debido a su estado de ebriedad, impidiéndole tomar posesión del coche, azotaran mi mente, para luego dar lugar a lo que vino. ¿Os hago hacer memoria? La inolvidable noche, en que Tom, me hizo el amor por primera vez; esa vez en la que (inconcientemente, pero lo hizo) me dio a conocer sus sentimientos. Eso es algo que jamás podría olvidar. Aquel recuerdo, se instaló en mi interior, formando una parte tan necesaria para mantenerme en pie, como el día requiere del Sol para obtener la luz precisa y justificar el nombre que le han asignado. ¿No lo creéis así? Sin Sol, no existe el día, al igual que sin Luna u oscuridad, no existiría la noche, ¿cierto? Bien. Sin ese recuerdo del que os he hablado, no existiría mi felicidad. - Alguna vez, quisiera que me enseñes a conducir. – comenté rompiendo el silencio que se había establecido entre los dos, ya que, como me sucede siempre, me había ido por las ramas. Llevé mi mano izquierda sobre la suya, que en esos momentos, se encontraba sobre la palanca de cambios y le acaricié suavemente. - Pero si sabes, Nene… - No, no sé. O bueno… - no me dejó continuar. - Solo te hace falta práctica, es todo. – agregó cambiando su mano de lugar, es decir, la colocó ahora sobre la mía y metió un cambio entrelazando nuestros dedos. – Yo podría llevarte a practicar a algún lado, si quieres. - ¿Serías mi profesor, Tom? – cuestioné con picardía. - ¿Podré ser tu alumno? – añadí mordiéndome el labio. - ¿Deberé usar guardapolvo? – sonrió con malicia. - Creo que si te vistieses de colegiala, no dudaría un solo segundo en hacerte mío de una manera única, arrancándote esa maldita ropa y así poder deleitarme con tu piel. Fruncí el ceño mientras abría mi boca indignado. ¿Qué es lo que ha dicho? - ¿Colegiala? ¿Yo? ¿Yo, vestirme de colegiala? – pregunté aún sin creerme lo que había oído. - ¿Te excitaría verme con un uniforme de escuela? - Me excitas más llevando ninguna clase de ropa encima, Nene. – y creo que colapsé. Mis mejillas ardieron como nunca y giré mi rostro hacia la ventanilla para morderme una vez más el labio inferior, pero sin ser visto. ¿Por qué? ¡Pues, hombre! ¡Porque no deseaba ser pillado por él, cuando seguramente ponía una cara de morbo total! Dios… estaba excitándome con esta absurda charla… - ¿Para qué quieres comprarte ropa? Te ves mejor sin ella. – añadió tirando de mi mano hacia él, por lo que quedé semi-inclinado contra su figura. Joderrr… no lo repitas… - ¿Qué dices? ¿Aún iremos a comprarla? – cuestionó clisando su visión en la mía, ya que obviamente, debí dar vuelta la cara sino quería quebrarme el cuello. ¿Por qué coño os digo eso? No lo sé, vosotros ya estaréis acostumbrados a mi idiotez, ¿verdad? Muchas gracias por vuestra comprensión. Esperad. ¿Clisó su visión en la mía? ¿Pero no estaba conduciendo? ¡Por la mierda! ¡Mira hacia delante, estúpido o nos haremos puré! ¡ÑIIIIIIIII…! El menudo ruido que hizo la frenada del vehículo cuando pisó el pedal para detenerse, retumbó en toda la zona y mi cuerpo se movió con brusquedad hacia el parabrisas; que de no haber estado fuertemente agarrado del brazo de mi gemelo, seguro me habría partido la cara contra el cristal una vez que me hubiere ido sobre él. ¿Sabéis para qué frenó el auto? A ver… alguien que tenga alguna idea. No, no fue porque casi chocamos, para nada, es algo… un tanto simple, diría. ¿Qué? ¿Que os diga? Bien. Frenó para besarme. - Hmmm… - gemimos al unísono dentro del beso y posó su mano en mi nuca, entrelazando los dedos en mis rastas, presionándome un poco más hacia él. - Te deseo… - susurró contra mis labios cuando hubo establecido una pequeña distancia. ¿Qué? ¿Me desea? ¿Ahora? No, Tom… no me hagas esto, yo también quiero, pero deseo ir a comprarme la estúpida ropa. Vosotros os preguntaréis: ¡Vale! Este es un nuevo Bill Kaulitz, ya que prefiere ir de compras, antes que tener relaciones sexuales con su hermano. Y quiero deciros que no. No es eso, joder. Recapitulad lo que os dije ayer, eso de que en dos días cumpliríamos años y no sabía qué obsequiarle a Tom. ¿Me seguís? Bueno, es por eso que quiero ir a comprarme ropa. Quiero lucir lo mejor posible para él, quiero verme mejor que nunca, deslumbrarle; que con tan solo verme, se le caiga la baba. Ok, ok, eso último no, pero sí todo lo demás. Él, de seguro, no me regalará nada, ya que no es lo suyo, pero no me importa, todo lo que deseo ese día, es tenerle a mi lado. Sonreí maliciosamente al encontrarme con su mirada y delineé sus labios con mi lengua. - No… aquí no, Tom. Vamos a… comprar. – me mataría por haberle contestado eso, pero no me quedaba de otra. Si llegaba a decirle que yo también quería, (que por cierto, era la puta verdad) estacionaría el vehículo a un lado y me llevaría al asiento trasero para hacerme lo que tanto estaba deseando. – Cuanto más rápido lleguemos a casa, más rápido me tomarás. – agregué sonriendo de lado. - Eres malo, Nene… ¿me harás esperar? Te deseo ahora. - Ohh no… en serio. Me compro lo que quiero y luego en casa, hacemos el amor de todas las formas que te apetezca. – ofrecí para tentarle. - Mierda… está bien, vamos. Pero lo pagarás caro. – y calló. Se relamió los labios y se devolvió a su lugar. ¡Sí! También se había inclinado hacia el mío. - ¿Adónde compras tu ropa? - Ammm… en Dusseldorf hay buenas marcas. - Bien, no queda muy lejos. ¿Qué piensas comprarte? - Un par de playeras y unos pantalones de chándal muy ajustados. – respondí haciendo hincapié en aquella última palabra, ya que sabía que algo, me iría a decir. - Disfrutas provocarme, ¿cierto, Nene? – cuestionó apretando sus manos en el volante. Jajajajajajaja… ¡Estaba excitándose! – Si vuelves a hacerlo, juro por Dios, que te haré mío en este mismo momento. - Si tú haces eso, entonces cuando lleguemos a casa, no te haré la mamada que tengo pensado hacerte. – le solté sin más ni más, desafiándole, y pude ver cómo abría sus ojos desmesuradamente. Claro, yo jamás hablo en esa forma tan cruda, por así decirle, mucho menos con esa clase de temas. Y al parecer, le dejé enmudecido. - ¿Eso tienes pensado? Bien. Si sigues provocándome, me la chuparás como nunca jamás lo has hecho en tu vida. - ¿Quieres callarte? Eso es lo que pienso hacer. – mierrrda… ¿desde cuándo yo hablaba tan abiertamente? No os mentiré, yo también deseaba jugar un poco. Sí, lo que os estoy diciendo. Descubrí que me gusta hacerle sufrir de esta forma a mi hermano, porque estoy seguro, ha de tener una buena erección bajo esos pantalones anchos que trae. Eso es lo que más me gusta: Saber que yo, le pongo de una manera inhumana. Él era un inhumano con todas las letras; él era un extraterrestre de un planeta jamás descubierto. Yo era ese marciano que le acompañaba continuamente. Yo era el marciano que no le dejaba ni a Sol ni a sombra. Yo era su marciano y él mi preciado alien. --- - ¿No me enseñarás lo que te has comprado? – preguntó intentando husmear entre las bolsas que traía entre mis manos. - Nooo… ya te he dicho que son cosas mías. - Pero las pagué yo. – remató y me quedé sin habla. - ¡Tom! – alcé la voz mientras reía debido al jaque mate que me acababa de hacer. - Quiero ver, Nene… ¿qué has comprado? ¿Algo para mí? – preguntó ahora queriendo revolver con un poco más de insistencia entre las bolsas cuan un niño cuando le dices que le has comprado algo y debe de esperar a la noche. - Tom… no seas infantil. – dije entre risas. Me miró entrecerrando los ojos. – No me mires así, es la verdad. Así es como estás comportándote ahora. – añadí con sinceridad y comencé a caminar hacia otro de los puestos. El local era realmente grande, tanto, que hasta podría perderme, pero no lo hacía. Soy estúpido, pero no de los recibidos. - ¡Tom! ¡Tom! – le llamé al pararme frente a una de las vidrieras del lugar. - ¿Qué sucede? – cuestionó acercándose a mi, fijando su vista donde yo la tenía. - Mira… es hermoso… - susurré pegando mi frente a la vidriera como algunos dibujos animados lo hacen cuando están frente a una buena cantidad de dulces en exposición y no tienen dinero para comprarlos. - ¿Cuánto cuesta? - No lo sé, pero lo quiero. – dije sin quitar mi vista de allí. Qué grandísimo imbécil que soy. ¡No os he dicho de qué coño estoy hablando! Vale, os contaré. Había quedado totalmente anonadado al divisar una cadenita, que por lo que se veía, era de oro puro. Tenía una medalla muy bonita con una letra, que en ese momento, no daba con ninguna de las iniciales de nuestros nombres, pero no me importó. Yo solo deseaba tener esa medalla entre mis manos, me había deslumbrado por completo y no supe por qué. No soy de usar cosas tan delicadas, así es como se veía aquella joya: muy delicada. Yo suelo utilizar cadenas un tanto más gruesas, con cruces y normalmente acostumbran ser negras o brillantes, pero jamás, un estilo como este. - Cómpramela, Tom. Cómpramela. – pedí rodeando mis brazos a su cuello, acortando la distancia entre nuestros rostros. Entonces caí que estábamos en un lugar público y me aparté con disimulo, intentando no llamar la atención. Si es que ya no lo había hecho. – Por favor… - Compraste infinidad de cosas, Nene… Otro día volvemos. - ¿Qué? ¡No! ¿Y si cuando regresamos ya no está? ¿Ya la vendieron? ¿No le quedan más ejemplares? No, Tom… no. Por favor, cómpramela. – volví a pedir haciéndole morritos a lo que él rodó los ojos. - De acuerdo. Pero tú te quedas aquí mientras yo pregunto qué precio tiene, ¿vale? - ¡Siiii! – contesté aplaudiendo en forma de celebración y le vi perderse al pasar la puerta del local. Le observé desde fuera, ya que a través de la vidriera, se podía ver parte del interior del lugar y luego de unos pocos minutos, volví a fijar mis ojos en aquella medallita tan hermosa. Brillaba como si fuese un diamante divino… pero claro estaba que su brillo, se debía a la magnífica calidad del oro; ¿es así como se dice? En fin, no tengo idea de cómo se clasifican estas cosas, pero la cuestión, era que me encantaba. Cuando menos me lo esperé, Thomas, salió. Con las manos vacías… ¿y mi cadenita? - Tom… - dije en un susurro. Estaba a punto de preguntarle qué es lo que había ocurrido, pero me interrumpió. - Debemos irnos, Nene. Saki acaba de llamarme y dijo que tiene noticias acerca de un trabajo en el que estoy metido. Nos espera en su casa en un par de minutos. - ¿Qué? – pregunté por inercia. ¿De qué rayos estaba hablándome? - ¿Qué te ha dicho? - No mucho, solo eso. - Pero Tom… - Vamos, Bill. – y sin oportunidad de decir alguna otra cosa, tiró de mi mano obligándome a seguirle, lo cual hice. Salimos del lugar y nos adentramos en su Audi R8. Dejé las bolsas en el asiento trasero y me acomodé en mi sitio. Arrancó el motor y comenzó a andar. ¿Qué pudo haber pasado? ¿Qué es lo que pudo haberle dicho Saki, para que estuviese tan apurado? ¿De qué trabajo me hablaba? Está bien, está bien, ya sé de qué trabajo era al que se refería, pero quería saber cuál era el caso esta vez. - ¿Por qué justo ahora? ¿Por qué hoy? – pregunté un tanto mosqueado, ya que no había olvidado de lo que estuvimos hablando hacía un par de horas. Yo quería llegar a casa y hacer el amor con Tom. Con mi Tom. – Tú te irás a hablar con Saki sobre tus asuntos y me dejarás botado por ahí, entonces me aburriré como una ostra. - Cálmate, Nene. Saki no está solo en su casa; sé que encontrarás con quién hablar. - ¿De qué hablas? No conozco a nadie vinculado con él. – agregué extrañado. ¿A quién más conocía yo de esa casa? - ¿Ah no? Mi amigo, Eldwin, está allí. Entonces mi mundo se desvaneció.

Peligrosa Obsesión 2da TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora