Capítulo 9, Parte 2

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Deseo... ¿otra vez tú aquí? Endemoniada palabra que ahora se cuela en todos los rincones en los que encuentra lugar.

- No puedo. Eldwin... Eldwin, no lo hagas... - dije apretando los ojos cuando me la vi venir. Mis manos le empujaron levemente hacia atrás en el intento de alejarle, pero fue inútil. Su cuerpo se pegaba con más insistencia contra el mío. – E-Eldwin...

- Muñeco...

- Eldwin...

- Muñeco. – cuando nuestras bocas se rozaron, la puerta que se encontraba a nuestro lado, se abrió repentinamente.

- Ya podéis pasar. – dijo mi hermano, y Eldwin pegó su frente a la mía, respirando profundamente.

No pudo besarme, no pudo. Jesús, Jesús, Jesús...

Ingresamos a la casa en un silencio de funeral, sin cruzar miradas, sudando adrenalina.

- ¿Dónde está Andreas? – utilicé la ausencia del tipejo ese, para formular una pregunta y así, librarnos de semejante sigilo.

- Ya se ha ido, debía hacer cosas.

- Ahhh...

- Yo también me iré, ¿vale? Nos vemos otro día. – dijo Eldwin de sopetón y mi hermano arrastró sus pupilas hasta llegar al susodicho.

- ¿Ya? ¿Tienes trabajo?

- Sí. Hoy tengo mucho trabajo, hermano. Mañana, tal vez vuelva.

No, no y más no. Que no regrese, que se quede en donde sea que esté trabajando... No es de basura, pero el tenerle a mi lado, era infausto.

- Ok, como digas. – se saludaron con un amistoso abrazo y abrí la puerta de entrada y salida, la cual atravesó si siquiera voltear a verme.

Por un momento pensé que le faltaba algo; no lo sé, pensé que portaba alguna clase de prenda más... No. ¿Errores míos de nuevo? Me negué a mi mismo cualquier estúpida idea que intentaba enterrarse en mis sesos y enfilé hacia la cocina.

- ¿De qué hablabais? – cuestionó abriendo el refrigerador. Ya se manejaba bastante bien sin ver, por lo que muchas cosas, las hacía por su propia cuenta.

- Ya sabes. – comencé a decir mientras en mi cabeza, se colaba el bichito de la mentira. ¿Cuánto a que debo tener todo un nido allí dentro? – Me contaba algo de... de sus pacientes, que los tíos o tías que van al instituto, siempre debe tratarlos con delicadeza porque están muy salidos. - ¡que me declaro el rey de las mentiras! – Y eso.

- Ohh... bueno, ¿no te aburriste? – si supieras lo entretenido que estuvo mi corazón, luchando por salírseme del pecho, galopando cuan un semental en pleno apareamiento al momento en que se me acercó sin previo aviso...

- No, no me aburro, es... es interesante su trabajo.

- Lo he notado.

Bom, bom, bom, bom, bom, bom, bom...

Podía sentir los latidos de mi corazón, retumbando en mis oídos tras el silencio que se produjo en la cocina. Abrió la botella de jugo y colocó la tapa sobre la mesa junto al vaso que yo mismo, había extraído de la alacena, para él. Metió su dedo índice dentro del objeto, pero no demasiado y empezó a verter el líquido allí. ¿Para qué metía un dedo en el vaso? Pues para saber cuándo estaba a punto de llegar al tope y no se le volcara como le ha ocurrido las primeras veces. Quitó el dedo de allí y se lo refregó con los otros, desapareciendo el líquido que había quedado en él. Cogió la tapita y cerró la botella, devolviéndola a su lugar.

- ¿Quieres? – preguntó extendiendo el vaso, antes de llevárselo a los labios.

- Por supuesto. – respondí aproximándome adonde estaba y le tomé entre mis manos para luego sorber un poco de su contenido. Cuando le aparté, le agarré las manos y se lo puse entre ellas. Se lo llevó a la boca y bebió el resto. Como un idiota, le observé hacer eso; su nuez bajaba y subía cada vez que tragaba el jugo,

Peligrosa Obsesión 2da TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora