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Los párpados de Heeseung se agitaron nerviosos. Abrió los ojos poco después, preguntándose por qué Sunoo estaba durmiendo plácidamente entre sus brazos. Entonces recordó lo ocurrido la noche anterior y no pudo evitar sonreír tímidamente.

Contempló los rojizos labios entreabiertos de Sunoo, el cabello desordenado, que se desparramaba por su frente, y sus mejillas abultadas. Era realmente adorable.

Alzó una mano, dispuesto a hundir los dedos entre su cabello, pero la dejó suspendida en el aire cuando advirtió que alguien acababa de abrir la puerta. Frunció el entrecejo, molesto por la interrupción.

—¡Buenos días, parejita! —gritó Sunghoon.

El Mendigo llevaba una bandeja de plástico, repleta de diferentes alimentos, que dejó sobre la mesita de noche de Sunoo. El menor, aturdido, se giró hacia su hermano.

—¿Qué haces, Sunghoon? —le preguntó.

—Les he traído el desayuno. —Se encogió de hombros—. Para desearles una vida próspera, feliz y... Bueno, todo eso.

Heeseung se sentó sobre la cama. Solo entonces se dio cuenta de que había dormido con la misma ropa que llevaba la noche anterior y ahogó un gemido.

—¡Dios mío! —Agitó el cuerpo de Sunoo—. ¡Levanta de una vez, estas sábanas están llenas de gérmenes!

Descubrió que Sunoo también llevaba todavía los jeans ajustados y la camisa. Era asqueroso; después de haberse juntado con toda la chusma y haber entrado en una discoteca repleta de humo, sudor y demás porquería. Sunghoon arrugó la nariz.

—Oye, siguen vestidos —farfulló—. Así que anoche ni siquiera hubo nada.

—Sunghoon, ¡por favor!, desaparece.

Sunghoon se marchó cabizbajo, quizá algo dolido por el recibimiento de los otros dos. Heeseung se levantó de la cama y, tras calzarse los zapatos, tiró a Sunoo del brazo con tanta fuerza que acabó en el suelo.

—¡Au! —se quejó, frotándose el codo—. Pero ¿qué haces, estúpido?  

—Salvarte de una muerte segura —respondió él y, acto seguido, comenzó a quitar las sábanas de la cama, hizo una bola con ellas y las lanzó a un rincón de la habitación. Una vez el colchón se quedó desnudo, se miró las manos y su rostro se contrajo en una mueca de asco—. Perdona, pero ahora tengo que ir al baño a lavarme —le dijo, al tiempo que salía de la habitación.

Sunoo se quedó allí, sentado en el suelo de su cuarto, con la vista clavada en el colchón de la cama. Se preguntó si aquello sería un despertar normal para Heeseung. Probablemente sí. Respiró hondo, procurando encontrar la calma perdida. A nadie le gusta que rompan sus sueños tirándole de la cama.

Heeseung regresó cinco minutos más tarde.

—¿Todavía sigues ahí, Sunoo?

Le dirigió una mirada de reproche antes de sacar del armario un juego limpio de sábanas y hacer de nuevo la cama —previa inspección del colchón, por si quedaba algún resto bacteriano—. Cuando terminó, Sunoo había logrado levantarse y situarse a su lado.

—¿No crees que es un poco exagerado? —le preguntó.

—¿No crees que tú eres un poco....sucio? —contraatacó él.

Sunoo se quedó con la boca abierta y le dio un manotazo en el hombro.

—¡Acabas de llamarme asqueroso!

—No pretendía ofenderte —Le sonrió como si el menor tuviese tres años—; pero a veces es bueno que otros nos señalen nuestros defectos para que podamos advertirlos y, seguidamente, solucionarlos.

𝗯𝗮𝘁 𝗸𝗶𝘀𝘀𝗲𝘀 ▪︎ 𝙝𝙚𝙚𝙨𝙪𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora