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Dicen que en la vida ocurren cosas inexplicables. El hecho de que él se hubiese enamorado de Sunoo formaba parte de la lista. No había modo alguno de entender cómo había terminado inmerso en una situación tan descabellada.

Cuando llegó a Corea jamás lo habría imaginado.

Y ahora lo necesitaba. Los seres humanos se aferran con fuerza y facilidad a otras personas. Cuesta mucho más olvidarlas que quererlas. Heeseung tenía una idea clara que palpitaba en su mente: no deseaba olvidar a Sunoo. Por mucho que todo le indicase que era lo que debía hacer. Él se marcharía en unos días y estarían separados, no podrían verse durante largas temporadas, y hasta la fecha Sunoo le odiaba. Había descubierto que él no era un príncipe azul, a diferencia de Heeseung, que acababa de descubrir que él menor sí era su príncipito.

Lo observó desde lejos. Estaba sentado sobre la fina hierba del claro del bosque, apoyado sobre el tronco de un árbol. Reía. Cuando reía estaba guapo, porque sus facciones se suavizaban. Sus ojos se achicaban y formaban una sonrisa, Heeseung siempre sentía ganas de acariciar sus rosadas mejillas...

Se sobresaltó cuando Ni-Ki le dio una brusca palmada en la espalda.

—No te desanimes, brother. El plan sigue en pie —le dijo, sonriéndole.

Heeseung le devolvió la sonrisa, agradecido. Empezaba a entender que existían ciertas personas que a veces hacían favores sin esperar recibir nada a cambio. Le extrañaba esa actitud, pero con el paso del tiempo había ido asimilándola.

Las horas se le antojaban lentas y misteriosamente densas, como si el tiempo se hubiese materializado en un enorme pastel de chocolate tan empalagoso que era imposible de comer. Sunoo no parecía reparar en su actitud y danzaba alegremente de un lado a otro, seguido de cerca por su hermano (y guardaespaldas temporal).

—¿Por qué demonios me persigues, Sunghoon? ¡Largo! —le gritó. Empezaba a molestarse.

Sunghoon se encogió de hombros.

—Eres mi hermano... Me gusta estar... contigo.

—¡Vamos!, pero ¿qué te ocurre? Estás muy raro, en serio. —Se cruzó de brazos y le inspeccionó de los pies a la cabeza como si con ello fuese a descubrir el secreto que guardaba—. Desaparece, no pienso repetírtelo.

Sunghoon ignoró todas sus súplicas y continuó pegado a él como un buen mejillón. Estaba cumpliendo una misión. Heeseung quiso aplaudirle, pero hubiese sido algo poco discreto.

Jay parecía contento tras saber que ellos estaban peleados y pasaba el rato contándole su aburrida vida a un paciente Sunoo.

—Tómatelo con calma —le aconsejó Beomgyu, cuando pasó por su lado y advirtió que Heeseung comenzaba a desesperarse.

El inglés asintió, no muy convencido. Jay tenía complejo de pulpo y arrastraba sus tentáculos hasta terminar tocando siempre a Sunoo. A Heeseung le importaba poco que Jay solo le rozase el hombro o la agarrase de la cintura,  sencillamente no quería que tocase ni un solo pelo de su cabeza. Respiró hondo. Quizá el submarino de marihuana que habían montado en la tienda horas atrás le había dejado tonto de por vida. Esperaba que las secuelas fuesen reparables.

Finalmente, decidió acercarse hasta donde Sunoo se encontraba. Y se quedó allí, muy quieto, escuchando a Jay y mirando a Sunghoon de reojo.

—... Lo que intento decir es que está demostrado que un niño que crece con falta de afecto siempre tendrá problemas. Ningún psicólogo puede reparar el pasado de las personas; las vivencias dejan huellas que no pueden ser borradas. Sería fantástico que la ciencia avanzara lo suficiente como para hacer que los humanos olvidasen partes desagradables de sus vidas, todos seríamos mucho más felices.

𝗯𝗮𝘁 𝗸𝗶𝘀𝘀𝗲𝘀 ▪︎ 𝙝𝙚𝙚𝙨𝙪𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora