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16 de enero del 2019



   Tres días desde que Jimin se despidió de esa rara Parca. No quería aceptar que luego de decirle adiós en el parque tras escucharlo hablar, sintió una pequeña punzada en su pecho, como si se le arrebatara algo importante. Aceptar ese hecho, era igual que aceptar que le gustaban los muertos.

De locos.

Si, creía que era la Parca más hermosa que había tenido la oportunidad de ver en su vida (no es como si realmente fuera experto en Parcas, probablemente lo decía por las imágenes que se atrevió a buscar en internet), pero no era suficiente como para hacerle morir de amor, se consideraba un chico más sensato que eso.

Por otro lado, todo seguía igual de solitario y triste para él. Su padre ahora tenía nuevos insultos desde la muerte del profesor Choi, hundiendo mucho más su corazón. Al menos antes lloraba solo un par de veces a la semana, desde ese día no podía parar de hacerlo cuando colocaba su cabeza en la almohada y observaba la inquietante soledad que se alzaba en su habitación. Aunque, en todo caso, debía admitir que el recuerdo de la sonrisa de Yoongi en su mente lograba calmarlo temporalmente.

Se sentía enfermo por pensar eso.

Asimismo, Jimin se encontraba ese jueves por la mañana sentado en una de las tantas sillas que habían colocado estratégicamente en el cementerio, estaban enterrando al profesor Choi. Todos a su alrededor no dejaban de llorar, algunos incluso gritaban. Sin embargo, había una sola persona que no estaba formando tal escándalo, esta se mantenía llorando, por supuesto, pero en un silencio que te hacía escocer el corazón de tan solo mirarla.

Eun-ji Choi, la esposa del profesor.

Alejada de todos, estaba parada justo a la orilla del hueco donde ya habían sepultado al muerto. Llevaba en sus manos un ramo de flores rojas las cuales apretaba entre ellas con fuerza, exteriorizando su dolor de esa manera. Estaba sufriendo, Jimin lo veía, discutió brevemente antes con los señores encargados de bajar el ataúd porque estaban siendo muy bruscos y rápidos, no consideraban el dolor ajeno y eso reconfortó a Jimin, porque al menos sabía que su profesor seguía contando con alguien que lo protegía aún después de muerto.

Cuando la mujer tiró el ramo hacia su difunto esposo, dio la orden de comenzar a echar la arena. Tomó una silla y se sentó dándole la espalda a todos, observando con lágrimas en los ojos como el amor de su vida era finalmente tapado de vista su para siempre. Fue allí cuando todos comenzaron a irse.

Jimin creyó correcto quedarse detrás de ella para cuando todos se fueron, no quería que cometiera una locura o que se sintiera sola (cosa inevitable después de todo), quería devolver un poco de lo mucho que había recibido de ellos dos.

ENDLESS | YOONMIN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora