Capítulo 4.- Despliegue de habilidad...

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–Últimamente, hay demasiadas cosas fuera de lugar… 

Dijo Miguel cruzándose de brazos, ese día llevaba un extraño pantalón de mezclilla, que desentonaba totalmente con los atuendos tremendamente formales que acostumbraba, pero que recordaba a su viejo estilo, de cuando eran niños allá en su pueblo natal. 

–¿Además de lo que arreglasteis en Monterrey? 

Instó Teo, quien portaba uno de sus adorables vestidos en corte A que le llegaba hasta las rodillas, y unos tacones que le recordaban a los orientales a las "lolitas" de su país. 

–Más que eso, hay un desajuste que no logramos encontrar… 

Confirmó Coraline, sentada en el escritorio, ese día ella usaba un traje, de moda italiana, y una camisa de cuello color azul, con sus botas 80'eras.

–¿Y es muy urgente? 

Preguntó Nando tontamente, mientras abrazaba a Teo por la cintura, con el rostro apoyado en el hombro de la chica, ambos mirando al frente. 

Nadie le respondió. 

–No parece una desviación de dinero esta vez –señaló Leo–. Es más bien, una disminución en el flujo de efectivo… 

Los hermanos San Juan, portaban sus típicos trajes grises con camisas de vestir negras. 

–Si, ¿pero puedes detectar de donde proviene? 

Insistió Miguel. 

–No, Marco no me enseñó tanto… 

Ante la mención de aquel nombre, la mayoría emitió un suspiro. 

Miguel se sentó tras su escritorio, y admiró por un instante, la perfecta figura de espaldas de Coraline, ella estaba sentada en la misma perspectiva que él, mientras sus allegados le miraban de frente, un San Juan en cada esquina, y supo que definitivamente le hacía falta alguien en aquella escena; la única persona que siempre permanecía a su lado, que estaba dispuesto a sostener su mano con firmeza, y que a veces le sostenía por las mejillas, antes de robarle un inesperado… 

–No llames a Marco… 

Pidió Coraline, poniéndose de pie para ponerse junto a Miguel. 

La verdad era que, la peliazul no gustaba de la presencia del otro mexicano, algo en su mirada, en su expresión, en su tóxica sonrisa, le parecía falso, roto, podrido

Miguel no dijo nada, y tendió su mano hasta el teléfono, todos sabían que al final, el "Jaguar" Rivera, siempre terminaba dependiendo gustoso del "Catrín" De La Cruz, y que éste, a su vez, no dudaría ni un momento en tomar el primer vuelo de vuelta, sólo para ayudar a su "otra mitad" –como solía llamarlo–

Leo pensaba que sería absurdo que Miguel llamara a Marco, para hacerlo venir sólo por una disminución en el flujo de efectivo, después de todo, haría que el de ojos dorados cruzara la mitad del mundo sólo para hacer un estado de cuentas de su negocio legal, cuando cualquier contador podría hacerse cargo. Pero, cuando Miguel levantó el teléfono, hasta él mismo dudó de las intenciones de su amigo de la infancia. 

Todos estaban de acuerdo en que Miguel era el jefe, y si deseaba llamar al Catrín De La Cruz, lo haría, y sin importar el desagrado de Coraline o el terrible malestar de Leo, tendrían que soportarlo. 

–Bueno, ¿Karmi? –Miguel hablaba en el teléfono–. Comunicame a la habitación Lázaro… 

De inmediato

Respondió Karmi. 

En la habitación de los orientales, el teléfono sonó, justo cuando Hiro salía de una larga y merecida ducha, con una toalla el cuello, y sus juveniles pantalones de mezclilla, exhibiendo con orgullo, el dragón de su linaje yakuza; una estridente figura que ocupaba toda su espalda, con una garra sobre su hombro y otra más, directo en sus costillas. 

Fiel a su propio demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora