19. Jezabel (2020)

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El anciano abandonó la cama a regañadientes y se preguntó quién era el maldito infeliz que venía a despertarlo a la madrugada. Cuando abrió la puerta de la casa, se encontró frente a un hombre de mediana edad, que cargaba un bulto en su hombro como si fuera un costal de papas.

El hombre sin esperar invitación se adentró en la modesta vivienda y dejó el bulto encima de la mesa. Entonces el anciano se acercó a la mesa y descubrió la mortaja para ver el rostro del cadáver.

"Es una muerta muy hermosa", pensó y luego miró al hombre.

-- Quiero que la traiga de vuelta.

-- La resurrección, no es lo mío. Lamento mucho que su hija haya muerto tan joven.

-- No es mi hija.

-- ¿Qué es lo que pretende?

-- Quiero que Jezabel vuelva.

-- Yo trabajo con los muertos, y puedo intentar invocar su espíritu, pero no puedo traerla de vuelta a la vida.

-- Sé que usted es un nigromante poderoso, haga que ella vuelva.

-- Pero yo no soy el dador de la vida y tal vez, el espíritu que se haga presente no sea el de esta muchachita.

-- Haga lo que sea... por favor...

El nigromante le dijo que aquel "trabajo" le costaría una buena suma, y el hombre accedió. Entonces le pidió que esperase afuera mientras él preparaba el ritual. Una vez a solas con el cadáver de aquella adolescente, notó que el rigor mortis aún no aparecía y que su piel tenía una extraña libidez. Acercando la nariz a sus labios morados, olfateó ligeramente y supo que había muerto por la ingesta excesiva de la belladona.

Cuando el hombre entró nuevamente, lucía más nervioso, y el nigromante volvió a preguntar si estaba seguro de lo que quería hacer. Tartamudeando el hombre asintió.

-- Será igual que un zombie, y el proceso de descomposición seguirá su curso. Ya no será la misma persona que usted conoció.

-- No me importa.

-- Muy bien, pero luego no diga que no le advertí.

Cuando Jezabel abrió los ojos, Rafael suspiró aliviado y la abrazó muy fuerte. Al fin ella no lo rechazaba y cuando la besó tampoco se opuso. Estaba tan contento, que no dejaba de repetir que la amaba y sumergido en esa nube de amor, no se dio cuenta del peligro, hasta que sintió un fuerte dolor en el costado derecho justo debajo de las costillas. Gimiendo de dolor abrió los ojos muy grandes y la boca, pero no podía gritar, era como si le hubieran robado la voz, y una nube oscura lo estuviera envolviendo poco a poco. Antes de que las tinieblas abrazaran su alma, vio como Jezabel, sostenía su corazón en el puño y lo estrujaba mientras una sonrisa diabólica curvaba sus labios.

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