24. Voraz (2020)

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Ramón llegó a su casa alrededor de las nueve de la noche, y encontró a sus hijas Clara y Luisa, en el comedor. Las saludó como todos los días y preguntó a Luisa, la mayor, qué había preparado para la cena. La muchacha no le respondió y Ramón se sintió incómodo por la forma en la que sus hijas lo miraban. Guardando silencio dejó su chaqueta y el bolso de trabajo junto a la puerta, y se dirigió al baño para asearse. Estaba molesto porque iba a tener que prepararse un sándwich.

Mientras enjuagaba sus manos, maldijo a gritos a las hijas, algo que le salía muy natural y era habitual en él. Pero esta vez,  ellas no le respondieron ni tampoco reaccionaron violentamente, algo que le pareció extraño al hombre. Luego de insultarlas hasta cansarse, apareció en la cocina y buscó en el refrigerador lo que necesitaba. Cuando estaba cortando una rebanada de jamón, sintió un escalofrío en la espalda e inexplicablemente tuvo miedo. Un miedo tan fuerte que lo paralizó y para cuando reaccionó, fue demasiado tarde. Luisa lo había apuñalado en la espalda y sus piernas débiles cedieron haciendo que se desplomara junto a la mesa. Ramón sentía mucho dolor, y el miedo le impedía reaccionar. Con la voz quebrada  suplicó que no lo matara, y cuando Clara apareció, le rogó que llamara al 911. Ramón jamás esperó que su hija menor se arrodillara junto a él y lo apuñalara varias veces en el vientre mientras se reía a carcajadas. El hombre murió unos minutos después ahogándose en su propia sangre, y hasta el último aliento rogó inútilmente por su vida.

-- La cena está servida. --dijo Luisa.

-- Buen provecho. --respondió Clara, antes de abalanzarse y morder la carne del brazo izquierdo de su padre.

Casi un cuarto de hora después la policía llegó. Habían sido alertados por la vecina, quien había escuchado los gritos del hombre. Como nadie abrió, se vieron obligados a entrar por la fuerza  y encontraron a las hermanas en la cocina, alimentándose con los restos de Ramón. Las muchachas parecían animales voraces, y los oficiales asustados tuvieron que salir del departamento en busca de refuerzos.

Una hora más tarde cuando las hermanas se hallaban en la comisaría, y uno de los oficiales les preguntó por qué habían matado a su padre, a lo que Luisa respondió de manera simple, que la única razón era que tenían hambre.







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