UNO

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P. O. V. Normal

El aire estaba cargado por una aura de pesimismo, derrotismo y terror. El campo de fútbol, en el cual se había jugado y se estaba jugando un partido en estos momentos, se encontraba en unas condiciones completamente desastrosas.

Unos jugadores, los visitantes, estaban de pie sonriendo con burla, arrogancia y superioridad sin tener ningún rasguño, mientras que el equipo local estaba por el suelo magullado, con heridas, con las esperanzas de ganar el partido destruidas, esparcidas por el suelo y pisadas con ganas por sus rivales.

No habían podido hacer nada para cambiar el resultado, ya estaba decidido desde el principio; sus rivales entraron a jugar el partido desde el primer segundo con una fuerza y agresividad innatas; en poco tiempo el equipo local se vio superado, por mucho, por el contrario y viendo como el marcador no paraba de subir en su contra.

De repente, ya quedando poco tiempo para finalizar el partido, el balón fue chutado por el equipo rival con una potencia que levantó el aire en una estela de humo y polvo inmensa; la fuerza fue dejando un rastro en el campo dirección la portería; dos jugadores que estaban en medio de la trayectoria del chut fueron llevados por los aires sin problema alguno y el portero, con las manos destruidas y los guantes hecho jirones, intento impedir el tiro rival con sus manos, como si tuviese la leve esperanza en su mente de poder detener el disparo y remontar el partido. No obstante y al igual que sus compañeros, el portero fue sobrepasado por encima por el balón y la pelota entró en la portería marcando otro gol para el equipo visitante.

Chester Horse: ¡Goool! ¡Esto es una victoria aplastante! ¡La Royal Academy vuelve a demostrar todo su poderío! Grito el comentarista del partido mientras en el contador de goles se dejaba ver que el equipo visitante, la Royal Academy, llevaba ya un rastro arrollador de trece goles a cero, una diferencia abismal entre los dos equipos que jugaban.

El equipo de la Royal observaba a sus rivales en silencio y alineados, mientras que los jugadores del equipo local estaban en el suelo con magulladuras, su equipo hecho jirones, lesionados, gimoteando y en algunos casos llorando por la impotencia de haber perdido por una alta diferencia sin haber podido hacer nada.

???: Lo siento mucho, habéis perdido, ¿recuerdas cómo actúa la Royal Academy, verdad? Le pregunta el entrenador de la Royal al entrenador o director del Instituto rival que estaba de rodillas en el suelo y con los brazos extendidos hacía la tierra para sostenerse; el sujeto que estaba erguido con una sonrisa la mantuvo cuando escuchó la confirmación de su homologo para tirarle sin esfuerzo y como si no fuera nada un papel de permiso de demolición directamente a sus ojos. – Firma, los perdedores no tienen derecho a nada -. Le ordenó mientras el capitán de la Royal Academy ordenaba que el bus de su Instituto avanzase.

La mole de metal con ruedas avanzó atravesando el área a gran velocidad para estrellarse directamente contra el edificio y comenzar su labor de demolición; en pocos minutos su tarea ya había acabado y solamente se podía presenciar escombros de lo que antiguamente había estado un Instituto.

Aeropuerto de Ciudad Inazuma

Ya era mediodía y el sol estaba en su punto álgido orgulloso mientras presenciaba como las personas hacían sus quehaceres diarios; sus rayos danzaban directamente hacía las personas dándolas de lleno en sus cuerpos con una energía rebosante de fuerzas.

En eso descendía un avión tranquilamente tras un vuelo desde Italia con destino Ciudad Inazuma. Entre los pasajeros destacaba uno que estaba medio dormido por las largas horas de viaje desde el aeropuerto de la capital de su país.

Era bastante alto midiendo unos envidiosos ciento setenta y ocho centímetros de altura. Su cabello que antes del vuelo había estado trabajado y arreglado durante un período de tiempo entre los diez y quince minutos por los revoltosos que eran sus mechones de color carbón se había vuelto a amotinar de nuevo contra su dueño ir separándose y desperdiciar el liso cabello que tenía al inicio de su viaje. Unos ojos rojo sangre como los de un vampiro que presenciaba a su víctima para chuparle la sangre se estaba en la labor de intentar cerrarse en contra de la voluntad de su dueño y, en contra de lo que pensaba su querida hermana mayor, que adoraba por su gran sabiduría, no creía que sus ojos pudiesen hipnotizar a la gente diciéndole que eran bellos, porque para él eran unos ojos normales y corrientes. Luego destacaba de su persona era la tez blanquecina como porcelana que tenía y por mucho que estuviese en las playas italianas en sus momentos de descanso para brocearla un poco era una tarea que por el momento había acabado de manera infructífera. Todavía en un estado de entre el mundo de los sueños y el de los vivos mantenía una diminuta sonrisa en su rostro que nadie sabía bien que significaba.

Il Diavolo RossoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora