Capítulo 1: Un milagro a destiempo

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Rex Lapis era el dios de los contratos. Y pese a su glorioso título, sentía también un profundo vacío en su interior.

Intento llenarlo a como diera lugar, pero este... nunca lo hacía. No hasta que conoció a un joven apuesto y atrevido proveniente de Snezhnaya.

En un principio pensó que, sin duda era hermoso y llamativo, sobre todo en medio del Puerto de Liyue. Pero al conocerle descubrió un alma ferviente y, aunque oculto en artimañas y secretismo, un bondadoso corazón.

Quien diría que la nación del frio le traería alguien de tan cándido corazón.

Él era conocido como Childe de los Fatui pero su nombre era otro diferente.

Sus almas parecieron resonar entre sí y el amor no se hizo de rogar. Rex Lapis estaba tan enamorado del joven que estaba dispuesto a perdonarle sus fallos iniciales y el joven estaba dispuesto a renunciar a su puesto privilegiado en Snezhnaya por él.

Así pues, Rex Lapis le concedió al joven la inmortalidad, convirtiéndolo en un Adeptus más.

Ellos no dudaban en demostrar su amor mutuo cada día y cada noche mientras las estaciones pasaban lentamente. Un nuevo sol era para ellos un nuevo día para estar juntos.

El dios le enseñaba a controlar sus nuevos poderes de Adeptus pues para un humano, estos poderes no eran innatos.

—Solo concéntrate —le dijo.

—Es más fácil decirlo que hacerlo, ¿sabes? —dijo el joven.

Frente suyo, sentado en el suelo con las piernas cruzadas, un joven pelirrojo parecía algo disconforme. Con cierta molestia mordía su labio inferior.

—Inténtalo. Cierra tus ojos.

Con delicadeza tomó la mano de este.

El joven suspiro y le miró. Cerró sus parpados lentamente cubriendo sus iris azules.

—Bien, ahora volvemos a estar en medio del mar —le decía mientras el joven seguía con sus ojos cerrados —. Las olas del mar te mecen, levantan tu cabeza, luego tu cuerpo, y luego tus pies en un ritmo continuo y acompasado.

Trató de imaginar lo que le estaba diciendo. Trataba de imaginarse en medio del mar, sentir sus gélidas aguas empapar sus ropas y mecerle.

—Ahora... tu eres las olas del mar.

Esta parte ya se le hacía más complicada. ¿Qué diferencia había entre imaginarse siendo mecido por las olas a ser mecido siendo las olas?

—Tu eres el dueño del mar. Cambias todo a tu ritmo.

Sintió como las manos del joven se hacía menos inconsistentes como si fuera arcilla o... agua. Incluso de estas emergía tal líquido como si se derritiesen.

Eso es. Lo estaba consiguiendo.

—Muy bien Ajax, sigue enfocándote en esa sensación.

—Lo sé, lo sé... pero...

El joven abrió los ojos de nuevo suspirando.

Sus manos volvieron a la normalidad y el joven volvía a suspirar de nuevo.

—Nada, no puedo.

—Estabas a punto de conseguir algo.

—¿Tú crees? Yo solo me sentía raro.

Miro sus manos. Estas parecían estar normales.

—Está bien. No desesperes —le dijo.

—Pero Zhongli...

Mi Amado Dragón - 𝓩𝓱𝓸𝓷𝓰𝓒𝓱𝓲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora