━❝𝗖𝗜𝗡𝗖𝗨𝗘𝗡𝗧𝗔 𝗥𝗔𝗭𝗢𝗡𝗘𝗦 𝗣𝗔𝗥𝗔 𝗔𝗠𝗔𝗥❞ ፧ 𝗞𝗘𝗜𝗚𝗢 𝗧𝗔𝗞𝗔𝗠𝗜

╰☆╮Razón N°36.

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☁️Hasta con unas copas encima no perdería lo encantador.☁️
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—¡Wow!, esa fue una noche espectacular.—Balbuceaba Keigo al entrar a casa con una copa en mano.—Tus amigos sí saben divertirse—.

Y ahí estabas, sosteniendo a un moribundo héroe quien había bebido más de la cuenta. Los pómulos de Keigo se encontraban rojos y su cuerpo pesaba cada vez más al dejarse ir.

—¡Keigo! ¿Te trajiste la copa del bar?—Preguntaste incrédula.

—Ouh, ¿este no es el bar? En fin, una copa más para la colección.—Decía carcajeando hasta caer en el sillón marrón.

Era de suponerse que él acabaría así, al fin y al cabo, se trataba de una "pequeña" fiesta en un bar con amistades ya conocidas para él. Pensarías que no está mal salir de la rutina de siempre, pero Keigo solía excederse.

Tu ceño estaba más fruncido que de costumbre, mientras permanecías frente a él con brazos cruzados.

—Vámonos a la cama, prepararé unas pastillas para tu resaca de mañana—Pedías aún con frustración.

—¿Irme contigo a la cama? Disculpe señorita, pero eso no será posible—.

—¡¿Por qué no?!—.

—Por más hermosa que esté, no caeré en eso. Tengo una hermosa novia, la amo y la respeto.—Respondía divagando.

—¿Qué diablos?—Susurrabas.

—De hecho, ella se parece a ti. Tienen la misma mirada cuando me quiere matar.—Reía al responder.—Pero esa pequeña es más linda y blanda que un dulce—.

—¿Ah, si?—Seguías el juego de quien divagaba en el preciso momento.

Visualizabas a Keigo de diferente manera, parecía estar hablando con alguien más mientras su mirada era clavada en ti. Sabías que hasta este punto, él ya había perdido la cordura.

—¿Sabes? Ella da miedo a veces, pero es ella quien hace de mis días mucho más felices. Inclusive, me atrevo a decirte que ella es el amor de mi vida.—Elevaba las comisuras de sus labios al pensar en ti.—Algo me dice que ella es con la que quiero formar una familia—.

—¿En serio?—Preguntabas más tranquila en busca de respuestas.

—En serio. La quiero para toda mi vida. Se escucha egoísta pero, si no fuera por ella, yo no sería quien soy.—Sus párpados cada vez se hacían más pesados y complicados de manejar.—¿C-Crees que ella acepte ser mi esposa?—.

Preguntaba repentinamente, causando un escalofrío entre tus pieles y un asombro en tu expresión.

—¿Por qué preguntas eso?—.

—Porque deseo verla con un vestido de bodas... —Susurraba tratando de no perder contra el sueño.—Pero no le digas que te dije todo esto, es vergonzoso—.

Dijo finalmente hasta quedar dormido y tendido en el sofá, aún poseía esa copa en su mano y una sonrisa de oreja a oreja. Mientras tanto, tú no te quedabas atrás. Un sonrojo había permanecido durante un tiempo en tus pómulos y una sonrisa impecable.

—Estoy segura que aceptaré ser tu esposa.—Susurraste al aproximarte hasta su frente al dejar un corto beso.