Capítulo 13

101 41 4
                                    


Pov AM

—Trajiste lo que te pedí—le pido a mi hombre de confianza.

—Por supuesto señor.

—Entonces que estas esperando para dármelo. —le señalo el sobre amarillo que tiene entre sus manos.

—Como ordene señor. —deja el sobre encima de mi escritorio.

—Fuera. —Pido en voz alta para que salga y me deje solo—Luego te llamo.

Espero unos segundos hasta que se cierra la puerta tomo el sobre y lo abro de una vez por todas, sonrío al ver las fotos de mi dulce mariposa, tan lida y tan hermosa como siempre me tomo mi tiempo para seguir contemplando el rostro angelical de mi mariposa.

Poso los dedos sobre su rostro sonriente, me gusta ver su sonrisa.

Me gusta saber que tarde o temprano todo volverá a la normalidad.

Que un día ella volverá a ser la misma de antes.

Porque de no serlo yo me encargaré de que las piezas vuelvan a encajar en el rompecabezas.

Me recuesto sobre mi asiento unos minutos antes de abran la puerta.

—Señor disculpe la interrupción.

—Dime que pasa.

—Lo esperan en la sala.

—En un momento iré—le señalo la puerta—Por el momento vete.

—Como diga señor.

Me levanto de mi asiento poniéndome de pie, me abotono los últimos botones que quedan libres de mi saco, voy directo hacia la puerta no sin antes apagar las luces de mi oficina, cierro la puerta con llave para que nadie entre aquí una vez cerrada la puerta aguardo las llaves dentro de mi saco, comienzo a caminar rumbo hacia la sala.

Al llegar el olor de un perfume muy conocido invade mis fosas nasales logrando centrar toda mi atención hacía mi muy querida amiga que esta al verme se pone de pie para recibirme.

— ¿A qué se debe el honor de tu visita? —le pregunto antes de sentarme frente a ella—Dime.

—Se necesita ser tan idiota para no saberlo querido.

—No me digas. —sonrió con ironía. —Explícame entonces, ilumíname.

—De sobra sabes para que vengo.

— ¿Para qué?

—Mi paga de cada semana.

—Respecto a eso tengo algo que decirte querida.

—Dime.

—Ya no volveré a pagarte ni una sola vez.

— ¿Por qué?

—Y todavía lo preguntas. —Rio fuerte—Ella ya no asiste más a tu consultorio.

—Eso como lo sabes.

—No soy estúpido.

— ¿Quién te lo dijo?

—No me quieras ver la cara querida. —me levanto—Porque te puede ir muy pero muy mal. —La amenazo— ¿Quiero escuchar de tu boca todo?

— ¿De qué hablas? —me acerco a ella —No te estoy entendiendo.

—Está segura. —Antes de que piense el tomo por el cuello con una mano—No lo recuerdas verdad—saco la navaja que siempre llevo y se la pongo en el abdomen—A ver si ahora si te recuerdas cariño. —le paso la lengua por la mejilla—O quieres que te haga recordar por las malas.

—Está bien, está bien.

—Te escucho.

—Es verdad que ella dejo de asistir.

— ¿Y se puede saber porque?

—Pensé que era lo mejor.

— ¿Para quién?

—Para ella.

—Y de cuando a quien tú decides lo que es bueno o no para ella.

—Solo supuse que ya era tiempo de dejarla ir.

— ¿Dime algo?

—De acuerdo.

—No fui claro al decirte que yo mismo te daría la orden para dejarla marchar.

—Lo sé pero...

—Cometiste un error cariño y sabes muy bien que a mí no me gustan los errores.

—Lo siento. —Niego con pena—Si gustas puedo, puedo hacer que regrese.

— ¿Para qué? ¡Eh! —Aprieto el agarre en su cuello—Lo arruinaste todo.

—Lo siento.

—De nada sirve querida. —La veo a los ojos—Ahora tengo que recuperar la pieza que dejaste ir por tu propia estupidez.

— ¿Qué harás?

—Shh.

—No me hagas nada por favor.

—Tranquila—por un momento estoy considerando la idea de hacerla sufrir en su muerte pero por el momento la dejaré vivir—Te dejaré vivir. —por un tiempo más, la suelto—Ahora lárgate y no vuelvas más.

—Está bien.

La veo salir de la sala, llamo a unos de mis hombres. —Síguela todo lo el tiempo no quiero errores porque sabes que no me gustan la incompetencia.

—Necesita que la desaparezca.

—Todavía no, pero no tardaré en darte la orden.

—Como diga señor.

Soy demasiado generoso lo sé pero no puedo matarla aun, no quiero llamar la atención de nadie, solo le daré un poco de tiempo, para que ella piense que está a salvo.

—Antes de que se ocupe.

—Dilo de una vez.

—Que haremos con los cuerpos.

—Lo que sea, si quieres entiérralos o tíralos en algún lugar usa tu imaginación—me encojo de hombros.

—Está bien.

—Haz lo que tienes que hacer y por favor no vuelvas a molestar de acuerdo.

Salgo de la sala para irme de nuevo a mi oficina no sin antes pedirles a todos mis hombres que no me molesten y que me dejen tranquilo, enciendo las luces de nuevo al entrar, cierro con llave para que nada me interrumpa esta vez, vuelvo a sentarme frente a mi escritorio y vuelvo a sacar las fotografías de mi hermosa mariposa, no sé por qué pero siento que cada día es más hermosa que nunca.

Su imagen me recuerda una y otra vez que pronto estaremos juntos, que no importa que tanto tiempo pasemos distanciados, mi amor por ella nunca morirá al contrario este más vivo que nunca, no tengo nada de qué preocuparme porque sé que tarde o temprano estará a mi lado de donde alguna vez me la arrebataron.

Siento la rabia arder dentro de mí al recordar que no pude hacer nada para retenerla ni para protegerla.

Sé que no la merezco, pero no puedo evitarlo, ella es para mí, tiene que estar a mi lado.

El camino no será fácil lo sé pero no me importa porque sé que valdrá la pena estar con ella.

Falta muy poco para salir de las sombras de las cuales me encuentro.

Secretos (Trilogía Amor Oscuro: Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora