CAPÍTULO 1

12 2 0
                                    

Las primeras luces del amanecer se colaban por la ventana de la habitación cuando Jessica despertó asustada de otra de sus pesadillas que cada vez eran más frecuentes.

Se levantó con pesar de la cama y se dirigió al cuarto de baño, el cual se encontraba en la puerta contigua a su habitación. Era pequeño, cubierto de azulejos blancos y rosas hasta el techo, con una tina de color blanco y muy cómoda en la que solía pasar horas al regresar a casa y un espejo pequeño de marco dorado colocado justo encima de la encimera en el cual Jessie se miraba cada mañana.

Al mirarse ese día no le sorprendió la imagen que le devolvió el espejo, pudo ver las sombras, cada vez eran más oscuras debajo de sus ojos, provocadas por la falta de sueño. No era una chica que le gustase maquillarse así que hizo todo lo posible por ocultar sus ojeras y regresó a su habitación para vestirse.

Jess era una muchacha alta con un bonito cuerpo que era la envidia de muchas chicas y la perdición de muchos chicos, además de ser la portadora de unos encantadores ojos café, pero a diferencia de lo que cualquiera pensaría ella no se encontraba atractiva por lo cual no hacía esfuerzos para verse guapa, siempre usaba ropa de andar o desgastada.

Abrió su armario vestidor para seleccionar su atuendo y escogió sus típicos jeans negros ajustados y desgastados en las rodillas que acompañó con una camiseta de mangas azul oscuro. Rápidamente se puso sus viejas Converse negras, agarró el celular, sus audífonos, guardó el libro que había estado leyendo la noche anterior y bajó corriendo las escaleras para ir a la cocina.

La estancia estaba decorada en colores blancos y beige con estanterías de madera y una mesa a juego. En la habitación se encontraba su madre, una mujer alta y hermosa a pesar de las arrugas que comenzaban a aparecer en su rostro causadas por sus largas jornadas de trabajo en el hospital y lo que significaba cuidar de tres hijos sola, acompañada de la pequeña de la familia, Vanessa, una niña alegre de seis años de edad, quien disfrutaba de sus cereales favoritos con leche mientras su madre se encargaba de preparar el desayuno: pancakes, huevos fritos, tostadas y bacon.

Inmediatamente después de Jess bajó su hermano mayor Max, su favorito, y comenzó a incordiarla, tirándole suavemente del pelo o picándole el brazo, algo que hacía siempre y que a ella no le importaba mucho, incluso lo encontraba hasta divertido, adoraba a su hermano. Era guapo, el típico chico popular que siempre está rodeado de amigos y chicas intentando conquistarlo, todo lo contrario a ella.

-¡Max! -dijo su madre- deja en paz a tu hermana y toma tu desayuno que ya van retrasados al instituto. -Max dio un resoplido, tomó un cartón de leche de la nevera y comenzó a beber.

-No seas guarro, toma un vaso. -dijo Jess tirándole una toalla mientras tomaba una manzana de la cesta de la fruta- Apúrate, te espero en el coche. -Le dio un beso en la mejilla a su madre, un abrazo a su hermanita y salió hacia el garaje.

Max dejó el cartón de leche, cogió una tostada de las que anteriormente su madre había preparado y lanzó un par de besos a las dos personas que dejaba atrás y corrió atrás de su hermana.

-¡Que dúo! -dijo su madre- Ya no sé para qué cocino. Nunca crezcas Vanessa por favor- La pequeña comenzó a reír a carcajadas.

Jessica ya esperaba a Max sentada en el asiento del copiloto y se recogía su largo cabello castaño en una despeinada coleta. Max entró y se sentó mientras la miraba con cara de preocupación. Estuvieron sentados en silencio un par de minutos hasta que él decidió romperlo.

-¿Y bien? ¿No piensas contarme el motivo por el cual estás tan preocupada? -Jessica lo miró con ojos tristes pero no respondió- Vamos Jess te conozco desde que naciste, o acaso olvidas quien cambiaba tus pañales y te leía cuentos para dormir, o bueno lo intentaba porque apenas sabía hablar. -le saca la lengua como un gesto cariñoso- Sé que algo anda dando vueltas por esa cabecita, puede que logres engañar a mamá pero a mi no.

Max tenía razón, si alguien la conocía bien ese era él, pero Jess guardaba un secreto, algo que le había sucedido hace ya 5 años y que no había tenido el valor de contarle a nadie, ni siquiera a su hermano y desde ese día unas horribles pesadillas la atormentaban.

-Es por las pesadillas, no he podido dormir bien, estoy un poco cansada, eso es todo. -Respondió finalmente.

-¿Has vuelto a tener pesadillas? Pensé que ya se habían detenido.

-Y lo habían hecho, pero volvieron hace un par de semanas. La mayoría de las veces me despierto agitada y no logro recordar lo que veo en ellas, es realmente frustrante. -Aunque había un poco de mentira en lo que acababa de decir, ella no necesitaba recordar las pesadillas porque sabía perfectamente de que iban.

-¿No has pensado en buscar ayuda profesional? Te podría ser útil y ayudarte un poco. -le sugirió, pero su hermana era la persona más terca que conocía.

-¿Qué? Ni loca Max, lo último que necesito es ir por ahí contándole mis problemas a un desconocido.

-Pues Jess quieras o no, si continúan tus pesadillas yo mismo te llevaré. Y sabes que todo lo que digo lo cumplo.

-De acuerdo, te prometo que si continúo así un mes más busco ayuda. -dijo sin estar muy convencida del todo pero ya quería terminar ese tema.

-Bueno hablemos de otra cosa. -dijo Max para tratar de animarla mientras encendía la radio y ponía el coche en marcha- ¿Qué ha pasado con ese chico que te gustaba? ¿Cuál era su nombre? Ponte el cinturón de seguridad, te lo digo siempre.

-Se llama Christopher y no sabe ni que existo. -respondió mientras se colocaba de mala gana el cinturón de seguridad.

-Vamos Jessica, estoy seguro que sí sabe que existes, todos los chicos del instituto saben de tu existencia. No veo quien puede resistirse a tus encantos. Aunque no quieras creerlo eres preciosa y única, con tu presencia logras que todos los que están a tu alrededor se sientan cómodos y relajados.

-Sí claro, tú que vas a decir. Eres mi hermano, tu opinión no cuenta.
Aun así Jess se quedó pensando en lo que su hermano le había dicho, no podía creer lo que acababa de decirle, siempre habían sido buenos amigos pero él nunca había logrado hacerla sentir linda y especial.

En solo cinco minutos llegaron al instituto y Max aparcó junto a un descapotable rojo. Jess se bajó y caminó cabizbaja hasta el césped que se encontraba justo al lado de la gran escalera que servía de entrada al instituto y donde solía reunirse con sus mejores amigas Thalia y Abbigail, apenas era lunes así que quedaba una larga semana por delante.

No digas que me escondo en tus besos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora