CAPÍTULO 5

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Max dejó a Jess en la puerta de entrada y volvió a casa. La tienda era bastante grande y aun así tenía un aire familiar, hacía sentir a gusto a cuanta persona o animalito entrase. Por todas partes había restos de alimentos para perros, gatos, pienso para canario, el piso todo mojado y los animales correteando por doquier. Jess no pudo evitar estallar en carcajadas al ver a Abby, estaba hecha un asco y la tienda era un total caos.

-¿Pero qué te ha pasado? -preguntó entre risas.

-¿Qué crees? Estas frente a un clarísimo caos animal. Está más que demostrado que no puedo encargarme de más de uno a la vez.

-Venga que ya te ayudo yo.

Juntas recogieron todo el desorden, alimentaron los animales y limpiaron las estanterías. Jess miró hacia un rincón donde había colocado un cómodo sofá y encima de este se encontraba una hermosa perra blanca y negra con un ojo azul y otro café, acostada medio dormida, se veía muy cansada. Se acercó con cautela para no asustarla y le acarició el lomo a lo cual el animalito respondió con un alegre movimiento de cola. Se percató de que tenía varias heridas y no pudo evitar interesarse por ella.

-Abby, ¿qué le pasa a esta belleza?

-Esa es la perra de la que les hable hace unas semanas que iba a tener cachorros y que se encontraba muy mal. Aparentemente su antiguo dueño le pegaba. Si sobrevive al parto se quedará con nosotros para siempre, por eso está aquí y no con el resto.

A Jess se le hizo un nudo en la garganta y se sentó junto al animal acariciándolo amorosamente a lo que ella respondía con pequeños movimientos de cola y miradas llenas de agradecimiento, se notaba las ansias que tenía por recibir amor. Ella siempre había querido tener un cachorro pero no se sentía lista para esa responsabilidad.

Mientras las chicas se encontraban ocupadas en las labores de la tienda, Max y Julio estaban en casa repasando sus apuntes de clase cuando Julio decidió romper el silencio.

- Max tío, yo tengo hambre.

- Umm, yo también. A un par de calles de aquí hay una tienda de aperitivos, podemos ir a por algo y regresar enseguida.

- No, tranquilo, ya voy yo. Tú quédate y termina eso para que me lo expliques a mí luego.

Julio cogió su mochila y las llaves de la casa que le tendió Max, se dirigió hacia la puerta y salió en busca de esos aperitivos que tanto se le antojaban porque aunque nadie sabía Julio no probaba bocado desde la noche anterior.

De vuelta en la tienda de mascotas.
- Jess mis padres no podrán venir para llevarte a casa, yo no tengo problema pues vivo aquí al doblar la esquina, pero ¿qué vas a hacer tú? De verdad lo siento mucho - dijo Abby casi en un sollozo-.

- No te preocupes, tengo dinero -mentía- puedo coger un taxi hasta casa. Tú vete tranquila.

- Vale pero me avisas nada más llegues. Nos vemos mañana en el instituto.
Se abrazaron y Abby salió corriendo en dirección a su casa. Jess se quedó parada muy quieta, sin saber qué hacer, no estaba acostumbrada a andar sola a esas horas de la noche. ¿Seré idiota? -se dijo- ¿Cómo haber olvidado el móvil y la cartera en casa?

Resignada comenzó a caminar por las calles oscuras y silenciosas. Todas las personas de aquellos vecindarios parecían haberse puesto de acuerdo para desaparecer. No había ni una sola luz encendida en los alrededores. Estaba asustada, muy asustada, su cuerpo comenzaba a temblar y no precisamente por el frío de la medianoche. Se encontraba ya a unas tres calles de su casa cuando un hombre -un vagabundo- se dijo a juzgar por su aspecto, sus ropas harapientas y su cuerpo muy sucio, salió de un callejón haciendo mucho ruido y comenzó a correr tras ella.

No digas que me escondo en tus besos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora