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[Amore Proibito]

Una fuerte lluvia caía aquella tarde donde apenas se podía distinguir el resto de edificios debido a la neblina, ahi en esa terraza de un edificio de cincuenta pisos estaba Leone, sentado en la borda con una botella de vino, bebiendo de su contenido como si de agua se tratase, la lluvia había mojado sus largos cabellos que goteaban sobre su rostro y hombros, no podia tener más ganas de morir ese día, no es porque no quisiera, simplemente no podia morir.

-¡Abbacchio!-

Escucho la voz molesta de aquel rubio de nuevo ¿No se cansaba de venir a fastidiarlo? Escucho los pasos cada vez más cercanos chapoteando por la lluvia, hasta que lo tuvo prácticamente a lado pero ni se digno en voltear a verlo.

-Si sigues aquí te resfriaras- dijo preocupado intentando llamar la atención del contrario -Además podrías resbalarte-

-¿Podrías dejar de fingir que te importa?- fue lo único que pronuncio en el mismo tono hostil de siempre buscando que se largue

-Vamos dame esa botella- busco arrancharsela pero el contrario era más alto

-¿Qué te pasa? Eres solo mi vecino y no dejas de molestarme- se quejó

-Estoy preocupado por tí-

-¿Por qué?-

-¿No puedo preocuparme por mi vecino?-

-No-

-¡Dame la maldita botella!- reclamo ya enojado

-Escuchame Giovanna- lo tomo del cuello del abrigo -Lo que sea que haga no es de tu incumbencia-

-¡Vas a caerte! ¡Al menos podrías bajarte de ahí!-

Dejo la botella a un lado y lo soltó -Si tanto temes que muera te probare que no moriré, y luego subiré aquí a matarte, idiota- se bajo del pequeño muro caminando unos pasos hacia la entrada

-¿Qué piensas hacer?- preguntó sin entender muy bien lo que queria hacer el contrario

-No apartes tu mirada de mí- medio sonrió para luego tomar impulso y saltar del edificio

-¡Espera! ¡Que carajos crees que!- quiso detenerlo pero era demasiado tarde ya estaba cayendo, no lo pensó demasiado y se lanzó tras él

Lo que ninguno de los dos imagino es lo que veían frente a sus ojos, ninguno de los dos estaba cayendo, ni estaban asustados por la tremenda altura, Giorno sostenía fuertemente el antebrazo del contrario, pero sus ojos no podían creer que Abbacchio no era un humano, era un demonio, podia saberlo rápidamente por las alas similares a un murciélago que parecían brotar de su espalda, su ropa habia desaparecido y solo llevaba una tela de colores oscuros de la cintura para abajo; por su lado, Leone noto que aquel mocoso molesto habia resultado ser un ángel, su cabello rizado no estaba peinado pero parecia dorado, todo alrededor de él, parecía brillar, incluso su piel le parecio más pálida de lo normal, y lo definitivo alas, las alas que solo podría tener un ángel.

Los demonios y ángeles han existido desde el principio de los tiempos, tienen prohibiciones y entre ellas estar juntos, es algo lógicamente imposible por la naturaleza de ambos, sin embargo, el único lugar donde pueden convivir sin importar mucho lo que son es la Tierra, donde habitan los humanos, pueden tomar la forma de estos y confundirse como si nada, vivir una vida efímera y rechazar prácticamente su realidad, aunque, jamás mueren, son inmortales, y si no desean ser humanos pueden bagar por ahí para sus propios fines, los demonios generalmente se encargan de hacer pecar al hombre y arrastrarlo consigo al inframundo, mientras que los ángeles velan por el bien de estos, y si llegan a toparse, los demomios con hostilidad no tratarán de detener su impulso de matarlos, los ángeles no podrían revelarse por lo que debían huir para sobrevivir.