Capítulo I.

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"Soc la nena maca més desgraciada del món!"

Sonaba en mi cabeza una y otra vez. Es que de verdad, no sé podía tener más mala suerte que yo. Se acercaba la época de campaña electoral, y eso significaba una cosa: prácticas en los gabinetes de prensa. Pero dependiendo del partido, podía ser una bendición o una maldición.

El día de apuntarse me quedé dormida viendo Gran Hermano VIP y llegué la última, por lo que me asignaron un gabinete a dedo, y me tocó el de IU. Al menos no era UPD. Pero yo, como todo el mundo, quería ir al del PP. No por una cuestión ideológica, sino práctica. Irte de campaña electoral con los peperos era como ir de gira con un grupo de rock: mucho desfase. Hoteles de 5 estrellas, marisco del bueno, más drogas que en el estrecho de Gibraltar y alcohol como para tumbar a Miguel Ángel Rodriguez. Lamentablemente, no iba a vivir eso.

Como de costumbre, llegaba tarde. Ni poniéndome como alarma al Porc Makinetis me despertaba a la primera, y luego pasaba lo que pasaba. Me arreglé a toda prisa, procurando que no se me olvidara la acreditación para entrar. La foto no me hacía justicia.

Iba corriendo por la calle, y en mi cabeza podía oír la sintonía de "Carros de fuego". Estuve a punto de ser atropellada como cinco veces, pero es que la gente es idiota y no sabe respetar los semáforos. Ni tampoco los ciclistas. El típico personaje "yo soy una persona guay y por eso voy a trabajar en bici" pasó por delante mía a dos micras, haciendo que retrocediera y cayera. "Fill de puta! Tontolcul! Si t'agafo et parto fins el alma, pallaso!", blasfemé mientras me incorporaba. Si es que yo era más catalana que los seriales de la TV3, pero también más de barrio que los columpios.

Al final llegué, y de una pieza. Enseñé la identificación al guardia de seguridad del edificio y entré. En el hall me estaba esperando mi amiga Sara.

- Tía, ya era hora de que llegaras. Estaba a punto de entrar sin ti.

Sara era una chica canaria que estaba estudiando en Barcelona. Oírla hablar era como ver el anuncio del niño rubio oxigenado de Cola-Cao 25/8 pero a mí me gustaba. Su acento era muy sexy. Me hacía replantearme mi heterosexualidad.

- Lo siento, es que me he despertado tarde, y había mucho tráfico, y un ciclonazi de esos casi me arrolla.

-Suerte que tiene usted de dormir, yo tengo a mis compañeros conejeando hasta el final de los tiempos, y encima no hay aceite. Y ya van tres botellas. A saber lo que están haciendo con él.

- Tía, te lo he dicho mil veces y te lo digo otra vez: les pasas una nota por debajo de la puerta que ponga "tengo un arma no reglamentaria, o dejais de hacer ruido u os pego un tiro a través de la pared" y problema solucionado.

Pero antes de que Sara me replicara, nos llamaron para que acudiéramos al cuartel general. Sí, cuartel general, como si esto fuera una guerra o algo. Bueno, una guerra al bipartidismo sí que era. Estaba susurrándole a la canaria "putón familiar" (porque lo que une QQCCMH que no lo separe nadie) cuando alguien entró a la oficina de prensa y de repente todo el mundo se calló. Imitando al resto de personas allí, giré para ver quién con su sola presencia había hecho callarnos y entonces lo vi. Era el personaje de la bici. "Mierda, seguro que me viene a reclamar por la abolladura que le he hecho cuando le he metido una patada a su chatarra". Al final mi padre tendría razón y debería haberme metido en Derecho, así siempre podría ir de Annalise Keating y a ver quién me decía algo.

Sara me dio un codazo.

- Nano, que es Alberto Garzón.-Sí, era canaria y decía "nano", así era ella.

- ¿Qué dices?

- Sí, ¿no lo ves? Que está de colegueo con el de "el País".

- Hala no, tía, no jodas, Que es el capullo de la bici. Llevo dos minutos trabajando y ya me van a despedir.

-¿Pero tú eres tonta? ¿A quién se le ocurre hacer eso? Que viene, que viene. Pon buena cara y sé amable.

Me pegó un codazo. Vale, eso no me lo esperaba. Aún lamentándome, se acercaron a nosotras, y pusimos nuestra mejor cara.

-Y estas son nuestras estudiantes en prácticas de la Autónoma de Barcelona: Sara y Paula.-Alargamos las manos y se la estrechamos.

Alberto Garzón era diferente a los políticos que estaba acostumbrada a ver. Se notaba que era un chico joven, todo en él parecía resplandecer. Por no hablar de que era bastante atractivo. Sus ojos castaños tenían un aspecto dulce, y resaltaban en el marco que formaban su pelo negro como el carbón, sus cejas rectas y su barba que le daba un aspecto desaliñado. Para completar el cuadro, su look era también bastante informal: vaqueros de color oscuro con un cinturón negro que hacía juego con los mocasines, camisa blanca y chaqueta de poliéster marrón.

Musitó un "hola, ¿qué tal?" para después continuar con su ronda de apretones de manos, y yo exhalé el aire que me había parecido estar reteniendo durante décadas. De la tensión que había sentido me llevé una mano al pecho.

- Pensaba que me iba a dar un jamal, te lo juro.

- Tía, no sé por qué lo criticas tanto. A mi me ha parecido buen chico.-Comentaba ella mientras lo seguía con la mirada hasta que desapareció, para luego mirarme a mí.

- ¿Hola? Casi me atropella. Podría haber muerto. Pero soy buena persona y no lo voy a demandar por atentado contra mi integridad física. Porque ante todo soy una profesional.

Sara rió y se marchó a hacer su trabajo, y yo hice otro tanto, no sin antes gritarle mientras nos separábamos en el pasillo.

-¡Y SI LLEGA A PASAR MÁS CERCA PIDO LA BAJA LABORAL Y ME TIENEN QUE PAGAR EL SUELDO ÍNTEGRO!

Scandal [HOT].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora