25. Salpicar

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Amadi era enérgica, una de las muchachas más resaltantes de todo el reino. Además, el hecho de ser la princesa ya le daba muchos puntos por encima de cualquier otra joven. A donde quiera que iba robaba miradas y dejaba a más de un corazón flechado con su sonrisa encantadora y ojos dulces. 

Muchos habían hecho el intento de cortejarla, pero para Amadi ningún joven era de su interés. Todos se le hacían aburridos y carentes de encanto. Y de por sí su parte opinaba lo mismo.

«Mi hija es la futura reina» repetía siempre. «Su pareja ha de ser una persona igual o más habilidosa que ella, nunca menos.»

Amadi cocinaba a la perfección, sabía coser, cantar, nadar, bailar y era una estratega nata. Su mente prodigiosa junto a su belleza exuberante la hacía demasiado buena para sus pretendientes, o por lo menos ese era el punto de vista del rey.

—¿Tú qué crees, Bastian? —le preguntó a su consejero, parado cerca de él. A unos cuantos metros Amadi rebotaba en la piscina—. ¿Habrá algún pretendiente digno de mi hija?

Bastian se quedó mirando a la joven unos segundos. Verla salpicar era adictivo. 

—¿Bastian?

—¿Sí?

—¿Escuchaste mi pregunta?

—Por supuesto, señor. —Lo miró—. Pero primero, ¿podría preguntarle algo?

—¿Qué cosa?

—¿Qué pasaría con el reino si usted se quedara sin heredero?

—Pues, bueno... —El hombre lo meditó unos instantes—. Como mi mano derecha, te dejaría todo a ti.

Bastian sonrió, mirando una última vez el rebote constante de la princesa. Le quedaban los días contados.

Ok, esto está re deforme, y el relato está bien meh

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Ok, esto está re deforme, y el relato está bien meh. 

Inktober 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora