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"¿Es posible que alguien como yo... pueda ser igual a Rengoku-san?"


-¿Dónde estoy?- argumentaba Rengoku con pesar y duda al percatarse de que se encontraba en un lugar oscuro, teniendo en su entorno una sensación de vacío combinado con un aura de soledad, demostrando cierta confusión mientras meditaba las posibilidades de su supuesta llegada a tal lugar -¿Cómo fue que llegue aquí?- cuestionaba para sí mismo, suponiendo muy a sus adentros de que podría ser una trampa de algún demonio, preparándose para el ataque que este pudiera hacerle, solo recibiendo de repente el sonar de las lejanías más profundas en el interior de toda esa oscuridad, no teniendo más opción que investigar un poco permaneciendo en su postura de ataque defensivo en caso de que resultase en una trampa; no obstante, fue una gran sorpresa para él encontrarse una pequeña figura situada en el suelo, bajo una luz iluminándolo como si estuviese ahí para él, impactándolo al darse cuenta de quien se trataba -¿Joven Kamado?- preguntaba directamente en un intento de llamarlo, incluso como si le estuviese dando una orden, pero al momento de percatarse de que este no parecía responder a su voz, hizo el intento de acercársele para "ayudarle", más para su sorpresa fue el haber chocado con una pared en medio de ambos... aunque visualmente no parecía haber una, como si esta fuese invisible, golpeando dicha superficie con fuerza tratando de romperlo, si es que al menos ante el ruido lograba levantar a Tanjirou del suelo.

-Conoces su historia, cada herida que obtuvo del demonio, cada recuerdo de esa fatídica noche...- se escuchó por delante del cuerpo de Tanjirou, sorprendiendo de sobre manera a Rengoku ante la repentina aparición de una mujer con unos rasgos faciales muy definidos, unos grandes ojos rojos oscuros con pupilas blancas circulares, y su cabello negro semi largo atado en una cola de caballo, usando un blanco kimono ligeramente floreal...

- se escuchó por delante del cuerpo de Tanjirou, sorprendiendo de sobre manera a Rengoku ante la repentina aparición de una mujer con unos rasgos faciales muy definidos, unos grandes ojos rojos oscuros con pupilas blancas circulares, y su cabello ...

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No podía creerlo Rengoku, esa mujer era su madre, estaba ahí en ese lugar, acomodándose de frente a Tanjirou con las mismas intenciones que las de él

... y la felicidad de toda su vida, se encuentra envuelto en ti – sorprendentemente, el cuerpo de Tanjirou comenzaba a moverse, reaccionando al discurso de la madre de Rengoku en lo que intentaba levantarse del suelo con pesar, confundiendo demasiado a Rengoku por las palabras que había escuchado, siendo peor la situación al darse cuenta de cómo Tanjirou se negaba el dejar el suelo, dejando caer sus lágrimas entre hipidos ahogados, ocultando su pesar con una sonrisa forzada que era bastante obvio darse cuenta de que estaba mintiendo y que estaba muy triste.

-Poder conocerle... fue mi mayor alegría, es una felicidad incomparable- decía Tanjirou intentando controlar su llanto, como si buscase explicar ante la mujer una razón más allá de lo que Rengoku podía entender de su situación actual -Su existencia me salvo y disipo toda mi soledad...- a pesar del tono serio en que hablaba Tanjirou hacia Ruka, dejaba al aire una sensación de aprecio por ese aquel a quien se refería, algo que generaba impaciencia hacia Rengoku por intentar comprender de quien estaba mencionando -Siempre que pienso en él, puedo sentir como el fuego en mi corazón se enciende, es posible que quiera vivir y quedarme a su lado... pero... eso no será posible- con cada palabra que decía Tanjirou, más apretaba su pecho con cierto dolor y culpa, manteniendo la cabeza baja ante esas sensaciones, queriendo sonreír al menos por los recuerdos buenos que tuvo, pero simplemente dejándose llevar por los malos que aún no llegaban a disiparse de él -¿Es posible que alguien como yo... pueda salvar a Rengoku-san?

Memoria de un tiempo perdido (Kyotan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora