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Junio, 2016.

—Supongo que sabes lo que le dirás.

La mujer iba al volante, con su vista enfocada al frente para evitar algún accidente. En cambio, BeomGyu se encontraba en la parte trasera del auto, cabizbajo, jugando nerviosamente con sus manos.

—Si, mamá.

—No puedes echarle mentiras, ¿está bien?

—Eso lo sé.

—Si me entero que mentiste acerca de algo te voy a-

—¿Podemos no hablar en lo que llegamos? por favor —volteó a ver a su madre, quien también lo miró durante unos cortos segundos por el espejo central que estaba dentro del auto.

Ante el silencio que se presentó después de decir aquello, el menor soltó un suspiro discretamente, aliviado.

—Gracias —murmuró, dirigiendo su mirada esta vez a la ventana para distraerse con algo que no fueran sus manos.

No tardaron mucho en llegar a su destino. La mujer aparcó frente a un pequeño edificio de color blanco, a lo que BeomGyu frunció levemente su ceño, confundido.

¿Ese era el lugar al que debía entrar? parecía más una casa que un consultorio, pero no le desagradaba del todo porque creía que así se sentiría más cómodo al hablar.

Es sólo una plática, ¿qué puede salir mal, verdad?

—Hola, tú debes de ser BeomGyu, ¿no es así? —una agradable señora los recibió apenas entraron a su despacho. El menor asintió un tanto inseguro en respuesta— Es un gusto, mi nombre es SunHe y el día de hoy seré tu psicóloga.

—Un gusto conocerla —su voz salió en un tono más bajo del que hubiera deseado.

BeomGyu volteó a ver a su madre con duda en su mirada, cosa que la psicóloga notó.

—Oh, ella esperará afuera, y no le diré nada de lo que me digas a menos que tú lo desees —se apresuró en aclarar, con una pequeña sonrisa.

Su progenitora le dio una última mirada antes de salir de la habitación, dejando al menor con la señora.

—Por lo que me contó tu mamá es la primera vez que visitas un lugar así, puedes tomar asiento, estamos en confianza —el pelinegro volvió a asentir dudoso, sentándose lentamente en el gran sofá que había ahí. La psicóloga por su parte, tomó asiento en su escritorio, el cual se hallaba frente al sofá—. Bien, comencemos con la sesión.


 Bien, comencemos con la sesión

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—¿Una manía?

—Así es, su hijo tiene una manía por la limpieza personal, como le había comentado a él basándome en su comportamiento y cosas que me ha contado, esto pudo haberse desarrollado por la etapa en la que se encuentra. Normalmente los adolescentes quieren dar una mejor imagen a la gente y comienzan a cuidar mucho su aspecto —detalló su conclusión la psicóloga, revisando de reojo unas notas en su cuaderno.

BeomGyu sólo escuchaba en silencio, nuevamente cabizbajo mientras jugaba con sus manos. Una impotencia enorme estaba recorriendo su cuerpo y sentía sus ojos picar.

¿Por la etapa en la que estaba? dios, no le importaba en lo absoluto como lo vieran los demás, que no le gustara su aspecto ya era otra cosa completamente diferente. Le había suplicado a su madre que lo llevase a un psicólogo porque creyó que le darían alguna solución, ¿pero entonces por qué se sentía insatisfecho con el diagnóstico?

La psicóloga le encargó a BeomGyu unas actividades para poder "superar" su manía, sólo debía ponerlas a práctica a diario y verían cómo progresaba con el paso del tiempo.

—Si alguna vez necesitas hablar sobre algo, puedes regresar cuando gustes —se dirigió hacia el menor, sonriente—. Nos vemos luego, cuídate.

—Igualmente, gracias por todo.

Tanto la mujer como el menor se montaron en el auto, despidiéndose por última vez de la psicóloga antes de partir hacia su hogar.

Durante el camino a casa, el pelinegro se mantuvo pensativo mirando la ventana. Ni siquiera pudo decirle en una hora todo lo que le atormentaba a la psicóloga, y a pesar de no haber quedado completamente satisfecho con el diagnóstico, estaba considerando regresar a una segunda cita; pero el reto era convencer a su madre de llevarlo una vez más.

¿Y si le preguntaba para qué quería regresar? ¿cómo le iba a decir que quería sacar todo aquello que se había guardado por culpa de ella?

¿Cómo le diría que pensamientos suicidas comenzaron a aparecer en su cabeza desde hace tiempo, y que la causante era ella?

Quería pensar qué tal vez si lo hablaba con la psicóloga, ella podría salvarlo. Tal vez ella tenía la solución, o al menos deseaba que así fuera.

Pero tenía miedo, tenía demasiado miedo.

¿Cómo le diría que ahora su único sueño era morir?










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Uy, este quedó un poco más largo, qpena JSBAJSB.

¿cómo se sienten al saber que sólo faltan tres capítulos para el final, y que de paso, no habrá extras?

❛ Mom ❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora