XV

355 31 2
                                    

Los diez chicos estaban sentados en diferentes piedras. Parecía un santuario, como aquellos que existían en la antigua Grecia. Los chicos iban vestidos con túnicas, ellas femeninas y con una cinta de laurel en la cabeza, y los chicos sin decorar su pelo ni sus rostros mientras que ellas llevaban grandes pendientes de oro y con los ojos decorados con la raya negra extendiéndose por ellos. Se miraban entre ellos sin saber que está pasando realmente, eran conscientes de que no estaban en su residencia, si no que estaban en un lugar distinto, en otra época.

Se estaban viendo a ellos mismos en la antigua Grecia.

Seguían observándose mientras llegaban tres figuras más vestidas a la antigua. Eran la clara copia de Carlos, Miriam y David, los cuales aparecieron detrás de ellos. Los trece chicos de la actualidad estaban escondidos detrás de unas grandes columnas que aguantaban el techo de cristal mientras que los de la época antigua seguían sentados en círculo con el símbolo de la balanza en medio de ellos en el suelo. Las copias de Miriam, David y Carlos se sentaron en sus respectivos lugares, y la copia de Luna se levantó de repente ante la mirada de todos los asistentes.

- Bienvenidos ángeles, espero que todo este a vuestro agrado, y que mi morada les haya gustado. - La chica rubia hizo una pausa. - Hoy estamos aquí para la primera reunión después de que nuestra querida Danae ha hecho su mayoría de edad.

Todos miraron a la copia de Dana, aunque las copias la habían nombrado Danae, a lo que habían supuesto que era el nombre de su amiga en griego antiguo, o el nombre más parecido a este. Seguían todos escondidos mientras la Luna, la antigua, iba paseando por la sala mirando al público.

- Bueno... Me gustaría dar por oficial esta reunión, así que he traído a algunos amigos para poder oficializarla.

Tres chicas, una de pelo castaño, otras dos morenas aparecieron por la puerta de entrada sin ver a los chicos escondidos. Luna seguía a la castaña con los ojos y vio que llegaba hasta la rubia del grupo que se parecía a ella. Las chicas deshicieron un pergamino delante de la muchacha a lo que esta señaló que se lo enseñarán a todos los asistentes.

- Aquí deberemos firmar todos como los nuevos ángeles de esta gran época, donde accedemos a salvar a los seres humanos del gran silencio o de la oscuridad que está por venir, aceptando también nuestro destino, por muy cruel que sea.

El otro Lucas se levantó y se acercó a la copia de Luna para cogerla de las manos a lo que ella reculó varios centímetros.

- Luca, ya sabes que no puedes.

- Lunae, no puedo aceptar tu destino, me niego.

La réplica de Carlos se levantó de su sitio y se dirigió a la pareja.

- Luca, debes aceptar su destino, igual que tienes que aceptar el tuyo.

- Cállate. - Dijo Luca.

El chico asintió con la cabeza y se volvió a sentar en su sitio. Luca se alejó de la muchacha rubia y se sentó en su sitio sin mirar a la chica realmente a los ojos.

- Cassandra, Galatea, Alena, acercaos. - Dijo Lunae aun en pie.

Las tres chicas se acercaron a ella y desenrollaron el pergamino, mientras una de las chicas le daba a la muchacha una pluma blanca. Lunae firmó. Pasaron por todos los asistentes para que todos ellos pusieran su nombre sobre el papel. Todos miraban hacia la rubia del grupo que ya se había sentado en su butaca de piedra de mármol. Todos se observaban con los ojos bien abiertos, cuando acabaron las chicas desaparecieron por la misma puerta por la que habían entrado dejándolos a todos solos. La chica se volvió a levantar y esta vez sin decir palabra alguna, todos se levantaron detrás de ella y se dirigieron a una puerta con escaleras que les llevaba hasta el jardín del exterior. Los intrusos se quedaron en la sala de arriba mirando todo su alrededor.

- ¿Qué coño es esto? - Preguntó Marcos al verlo todo.

- No entiendo nada... - Contestó Miriam.

Luna, Lucas y Alex se miraron entre ellos al ver la situación.

- ¿Ángeles? Todos nosotros somos ángeles... No, no me lo creo. - Dijo Luna.

- Yo... leí que éramos trece, pero... nunca pensé que fuéramos todos nosotros. - Contestó Alex.

- ¿Miriam y Carlos? No... no me lo creo... Ellos... no se...

Se acercaron todos alrededor de los tres amigos. Todos seguían sin entender nada, excepto Miriam y compañía, que no se acercaban a los demás e iban a la suya. Se había recostado en una de las sillas de piedra que había en la sala y hablaban entre ellos cuando Bruno y Alexia se acercaron a ellos furiosos.

- ¿Qué coño hacéis vosotros aquí? - Preguntaron los dos amigos a la vez.

- Lo mismo que vosotros. - Contestó David.

- Pero claro... ¿no sabéis por qué estáis aquí? - Dijo Carlos. 

Alexia, Bruno, Victoria, Marcos, Dana, Diego e Iris se miraron entre ellos, mientras los otros tres, Alex, Luna y Lucas desviaban la mirada.

- ¿Qué sabéis vosotros? - Preguntó Victoria.

La rubia se mordió el labio ante la pregunta, no sabía que contestar y menos en aquella situación tan extraña.

- Lo hablamos mejor luego.

- No Luna, ahora. - Exigió Alexia.

La chica cogió a su amiga de ambos brazos apretándola y zarandeándola. Luna se mareó pero no abrió la boca para hablar, se notaba exhausta. Lucas apartó a Luna de su amiga, y la abrazó con fuerza vio que la muchacha empezó a llorar en su pecho.

- Deberías ver esto. - Comentó Diego que se había asomado para ver el jardín.

Todos se asomaron rápidamente y se quedaron admirando el paisaje. La gran fuente central echando agua por la jarra de una de las diosas que había en ella. Luna las reconoció, eran Afrodita, que mantenía la jarra entre sus manos, Hera y Atenea. El jardín estaba lleno de rosas rojas y blancas naturales. Los trece estaban en círculo de pie, los chicos dejaron parte de su túnica en la hierba, mientras que los grandes pañuelos blancos de las chicas se dejaron al lado de un banco situado al lado de la gran fuente. Los chicos de la actualidad estaban mirando el maravilloso paisaje verde. Bajaron la mirada y Luca ya no estaba, únicamente había un caballo blanco en su lugar que miraba atentamente a Lunae directamente. Esta miraba al animal con los ojos brillantes como si estuviera enamorada de la persona que estaba en su lugar hacía unos minutos. Ese caballo blanco cambio de forma en tres segundos y en su lugar volvió a estar Luca, mientras los demás no se asombraban ante lo ocurrido. Entonces en ese momento la doble de Dana había desaparecido, y ya no estaba en si sitio en el círculo. Poco a poco las cosas iban cambiando de repente, había metal flotando por el aire, o alguien había traspasado la fuente, o incluso a uno de ellos le habían salido pinchos por el cuerpo o una de ellas tirando pequeñas bombas por el suelo mojado por las salpicaduras de la fuente transformando la tierra en barro, pero eso no era porque la jarra de la fuente estuviera mal colocada, era porque la chica rubia del grupo estaba mirando con toda su atención y concentración a la fuente, entonces el agua se elevó entre las cabezas de todos los chicos. Luna y los chicos estaban petrificados al ver todo lo que eran capaces de hacer todos esos individuos tan parecidos a ellos. Los trece que estaban en el jardín miraron hacia arriba y vieron a los otros trece chicos que estaban sorprendidos bajo los acontecimientos recién pasados. Sonrieron al verlos asomados al balcón de piedras. Lucas abrió los ojos, el pecho le dolía y le costaba respirar. Oía ruido abajo, así que intentó levantarse con todas sus fuerzas mientras con una mano se sujetaba el pecho y con la otra el hombro izquierdo el cual le escocía.

- ¡Ahhhhh! - El grito de Alex agujereo los oídos del muchacho.

Bajó lo más rápido que pudo y cuando finalizó las escaleras, vio como todos sus amigos estaban observando algo con toda su atención. El chico se hizo sitio entre la multitud hasta llegar al centro del círculo. Luna estaba tumbada en el suelo, sudando y gruñendo de dolor.

- ¿Qué pasa? - Preguntó asustado.

Alex, que estaba tirado al lado de su hermana, se giró para mirarle. Tenía los ojos llenos de lágrimas.

- Tiene 43º de fiebre.

MarcadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora