XXIX

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Habían salido corriendo, uno tras otro de ese cuartito tan pequeño. Habían agarrado a David entre Marcos y Bruno, y con Miriam y Carlos pisándoles los talones, habían salido de aquel edificio. Ahora, los trece, estaban tirados en el suelo, al lado del coche, respirando aire, mínimamente, puro. Todos tenían los ojos cerrados, pensaban en el momento en el que habían saltado las alarmas, en el que instante en el que habían empezado a correr a más velocidad. Luna se había cargado sus pulmones de tanto correr y esforzarse y Lucas no dudó en agarrarla y tirar de ella. David, aguantado por Marcos y Bruno, no había ofrecido mucha ayuda, seguía medio inconsciente, sus esfuerzos con su poder le habían pasado más que factura. Muchos de los chicos habían llegado al coche casi muertos, arrastrándose con los guardias detrás de ellos. En ese momento estaban todos jadeando, intentando llenar sus pulmones de aire y de oxigeno, y poco a poco, uno a uno lo iban consiguiendo. Los más afectados fueron Luna y David, una por ser asmática y el otro por su poder. Esta vez, Vic y Alexia ayudaron a Carlos y a Miriam a entrar en el coche, mientras que los dos chicos más mayores ayudaban al moribundo. El mellizo y el rubio ceniza intentaron ayudar a la rubia, pero ella se negó y subió ella sola al coche, con sus amigos detrás de ella. Intentaron colocarse bien en el coche, lo más cómodos posible que un automóvil les podía permitir.  Iban callados, todos absortos en sus pensamientos, intentando no mirar a los demás. Cerraban los ojos y se concentraban en su respiración y en los latidos de su corazón, así iban calmándose por el camino, hasta que Marcos vio algo por el retrovisor. La cara le cambió, y la única que lo vio fuer Vicky, que estaba sentada a su lado. Se miraron entre ellos dos, y miraron hacia atrás donde sus amigos les miraban preocupados. Un coche, negro, iba detrás de ellos mientras salía un hombre por la ventanilla del copiloto con un arma apunto de dispararles.

- Marcos, acelera. - Dijo Bruno asustado.

Este dijo que sí con la cabeza y aumentó la velocidad del coche dando más volantazo cada vez que giraba hacia alguna dirección.  Lucas miraba a Alex, el cual tenía agarrada a su hermana con todas sus fuerzas, mientras intentaba darle la mano, pero era imposible, ya que la chica le evitaba con las fuerzas que le quedaban. David miraba a su amiga, él había tenido razón, se habían arriesgado por ellos, y ellos no habían hecho nada. David, con dificultad, intentó llegar hasta la ventana, arrasando con Diego y Dana por en medio, y sacó medio cuerpo por la ventanilla.

- David, ¿qué haces? - Chilló como puso Miriam.

Todos se giraron al oír el grito ahogado de la muchacha, y vieron al moreno subiéndose por encima de la ventanilla, con las pocas fuerzas que le quedaban en el cuerpo. Fijó sus ojos en el coche, y este empezó a temblar en el suelo, mientras los que iban dentro de ese coche negro, se miraban entre ellos. Luna, al verle, le dio un vuelco el corazón, así que pasó por encima de su hermano y se asomó por la otra ventana. Miró a David, el cual ya tenía los ojos de color plateados. Separó su mirada y la concentró en el coche, donde poco después, un trozo de suelo se levantó y lo estampó contra el vehículo negro. Los chicos que seguían dentro del coche miraron hacia ellos, sonriendo y gritando, alegres por lo que eran capaces de hacer.

- Luna, baja ya. - Decía Alex entre risas.

- Alex, déjala. - Comentaba Diego. - Tengo una grandes vistas.

Lucas lo miró de reojo y le dio un puñetazo en el hombro. Este se quejó sin pronunciar palabra, pero rió cuando Lucas dejó de mirarle. Tanto Luna como David estaban volviendo a meter su cuerpo entero en el coche cuando se giraron todos para mirarles y algunos poder ayudarlos a sentarse bien.

- Empiezas a darme miedo. - Dijo Alex en susurros a su hermana.

Luna sonrió con dificultad. Ahora ya no podía más con su alma ni con du propio cuerpo, necesitaba cerrar los hijos y descansar, pero no sin antes tener la última palabra.

- ¿Es qué antes no me temías?

* * *

- ¿Cómo los habéis dejado escapar? - Preguntó Aaron algo alterado.

- Nosotros... no... no han escapado... han huido.

Aaron miró fijamente a la mujer que estaba delante de él. La pelirroja con ojos marrones le miraba con miedo y terror, mientras que él no mostraba expresión alguna, solo mantenía sus ojos bien abiertos.

- Huir... Escapar... Es lo mismo Nuria. - Aclaro el hombre. - Han salido por la puerta principal a sus anchas y no los habéis parado.

- Estaba tu hermano.

- ¿¡Y a mi que me importa que estuviera Carlos ahí dentro?! - Chilló el hombre. - Deberíais haberles disparado igual, estuviera quien estuviera allí dentro.

Nuria arrugó la nariz. Nunca se hubiera pensado que Aaron les mandara, en algún momento, atacar a su hermano pequeño, del que durante tanto tiempo cuidó y al que hace poco le tenía tanto cariño. La codicia se había llevado cada parte humana de aquel chico inocente que ella conoció hacía tanto tiempo, la avaricia se había llevado su humanidad, y ahora, ya no había nada que se lo pudiera devolver, ni siquiera el amor por su pequeño hermano. Las cosas habían cambiado, solo le importaba el poder, el poder tenerlos a todos bajo su control, el que ellos, los chicos no pudieran ser libres... Para él solo existía eso, en su corazón ya no cabía nada más, incluso todo aquello que no formaba parte de aquella historia, había sido eliminado, como su historia, su propia historia. Nuria ya no confiaba en él, pero era una chica de palabra, una muchacha que pasara lo que pasara, permanecería a su lado, porque tantos años juntos, e incluso prometidos, para ella habían significado algo.

- Lo tendré en cuenta la próxima vez. - Dijo la muchacha después de un largo minuto de silencio.

- Eso espero.

Aaron se giró, dándole la espalda, y ella se dirigió hasta la puerta pensando en que aquella mini reunión ya había acabado, pero se equivocaba, Aaron siempre quería acabar el día con una frase que dejara boquiabierto a cualquiera, incluso a las personas que mejor le conocían.

- ¿Te acuerdas de nuestro objetivo?

Ella asintió con la cabeza, y luego se giró otra vez hacia la mesa. El muchacho seguía mirando por la ventana, de pie, sin mirarla.

- Si, tengo presente nuestro objetivo cada día, desde que me levanto hasta que me acuesto, e incluso, a veces, mientras duermo.

El chico pareció sonreír, el reflejo le mostró, a Nuria, como Aaron había cerrado los ojos con algo de cariño y cuidado y había sonreído, no mucho, pero lo había hecho.

- Eres igual de cabezota que yo.

Ella no contestó, siguió mirando al reflejo del hombre en la ventana, pero esta vez ya no sonreía, si no que la miraba a través de él, sin cariño ni emoción o sentimiento alguno.

- Ya me conoces... No podía estar contigo si no estábamos en igualdad de condiciones.

Notó, con más fuerza, como la mirada de Aaron se clavaba en ella. Nunca hablaban de lo que habían pasado, y él nunca sacaba el tema, creía que era porque le dolía o algo parecido, pero día a día se dio cuenta de que no era así, de que no lo hablaban porque se lo había borrado, él mismo, de su propia mente, sin dejar ni un solo recuerdo sobre aquella relación inexistente para él y existencial para ella. Aaron se giró, y esta vez la miró directamente a los ojos mientras se acercaba paso a paso hasta ella. Al llegar paró en seco y le cogió ambas manos con fuerza y la atrajo hacia si.

- Nuria, ya sabes, entonces, que a la próxima no puedes fallar. - Dijo el chico aguantando sus manos con todas sus fuerzas. - A la próxima, alguien tiene que morir.

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